El evangelio de Jesús y los Hechos de los Apóstoles guardan una estrecha relación entre sí. El evangelio nos enseña a nacer de nuevo según el agua bautismal y el seguimiento de Cristo. Y concluye con un mandato decisivo: Id a todas partes y predicad el evangelio. Los Hechos nos muestran cómo realizó la Primitiva Iglesia tan urgente mandato. Los Hechos se estructuran sobre dos figuras señeras: Pedro y Pablo. El uno es la piedra recia sobre la que Jesús edifica si Iglesia. El otro nos informa de cómo llevó la palabra de Cristo al mundo gentil. Pedro es espontáneo y sentimental. Pablo enérgico y creyente hasta la médula. Uno y otro nos dicen que el camino es siempre Cristo y que el bagaje para tal itinerario son el amor a los otros y el servicio a Dios. Con la misma gracia con que ellos realizaron su arriesgada tarea, bien podemos nosotros renovar y dar profundo sentido a las nuestras
jueves, 30 de junio de 2011
El paralítico
El evangelio de Jesús y los Hechos de los Apóstoles guardan una estrecha relación entre sí. El evangelio nos enseña a nacer de nuevo según el agua bautismal y el seguimiento de Cristo. Y concluye con un mandato decisivo: Id a todas partes y predicad el evangelio. Los Hechos nos muestran cómo realizó la Primitiva Iglesia tan urgente mandato. Los Hechos se estructuran sobre dos figuras señeras: Pedro y Pablo. El uno es la piedra recia sobre la que Jesús edifica si Iglesia. El otro nos informa de cómo llevó la palabra de Cristo al mundo gentil. Pedro es espontáneo y sentimental. Pablo enérgico y creyente hasta la médula. Uno y otro nos dicen que el camino es siempre Cristo y que el bagaje para tal itinerario son el amor a los otros y el servicio a Dios. Con la misma gracia con que ellos realizaron su arriesgada tarea, bien podemos nosotros renovar y dar profundo sentido a las nuestras
miércoles, 29 de junio de 2011
Camino de Cesarea
Camino de Cesarea, bordeando el río Banias, afluente del Jordán, en país pagano, Jesús evalúa las creencias hacia él de la gente y de sus mismos discípulos. Las respuestas se contraponen. La gente, encerrada a cal y canto en la antigua alianza, al juzgar a Jesús, no lo hacen abriendo los ojos de la fe y reconociendo la novedad de su prodigiosa realidad divina, sino que tratan de incorporarlo a su santoral, al conjunto de sus profetas, considerándolo uno de ellos que ha vuelto a la vida.
Los discípulos, que vienen presenciando sus prodigios y se empapan de su palabra, conocen ya su verdadera condición mesiánica. Y mientras hay judíos de buena voluntad que se le acercan con fe para que remedie sus carencias considerándolo descendiente de David, Pedro le confiesa no sólo mesías y enviado por Dios, sino además Hijo suyo. Ese es su acierto. Y Jesús complacido, premia su acierto.
Pero no sólo Pedro. En pleno mar airado, temerosos de naufragar, anonadados sus discípulos ante el poder prodigioso de su palabra calmando la tormenta, le confesarán unánimes: Verdaderamente, tu eres el Mesías, el hijo de Dios vivo. Marta, igualmente, al ver que su hermano regresa a la vida por la palabra resucitadora de Jesús, repetirá ese mismo credo elemental.
La fe, como todo aprendizaje, es progresiva en cuanto al conocimiento de Dios, y a más conocimiento, mayores motivos para tener en más la grandeza de su amor y afirmar esa fe. Quiera Dios que la palabra persuasiva de Jesús obre en nosotros eficazmente de modo que no podamos menos de confesar a Dios rendidamente, como sus discípulos, como Marta.
Refexiñon: El patoso
Al que carece de habilidad para realizar las cosas más simples y su incapacidad le define en lo que hace de modo ostensible, se l dice patoso, si bien se aplica con preferencia al que, por más o menos semejanza con el andar desgarbado del pato, carece de gracia en sus movimientos. Nada tiene que ver con el sentido de la locución meter la pata, que alude al que se equivoca manifiestamente y yerra al llevar a cabo una cosa.
El caso es que no ahorramos dicterios al calificar alegremente la conducta de los demás, y clasificamos a las personas con cierto desdén cuando su comportamiento se aparta de lo que estimamos correcto o ideal. Y uno se detiene a pensar y se pregunta. ¿cuál será mi especie a juicio de los otros?
Jesús zanjaría la cuestión diciendo: Trata a los demás como quisieras tú ser tratado por ellos.
Los discípulos, que vienen presenciando sus prodigios y se empapan de su palabra, conocen ya su verdadera condición mesiánica. Y mientras hay judíos de buena voluntad que se le acercan con fe para que remedie sus carencias considerándolo descendiente de David, Pedro le confiesa no sólo mesías y enviado por Dios, sino además Hijo suyo. Ese es su acierto. Y Jesús complacido, premia su acierto.
Pero no sólo Pedro. En pleno mar airado, temerosos de naufragar, anonadados sus discípulos ante el poder prodigioso de su palabra calmando la tormenta, le confesarán unánimes: Verdaderamente, tu eres el Mesías, el hijo de Dios vivo. Marta, igualmente, al ver que su hermano regresa a la vida por la palabra resucitadora de Jesús, repetirá ese mismo credo elemental.
La fe, como todo aprendizaje, es progresiva en cuanto al conocimiento de Dios, y a más conocimiento, mayores motivos para tener en más la grandeza de su amor y afirmar esa fe. Quiera Dios que la palabra persuasiva de Jesús obre en nosotros eficazmente de modo que no podamos menos de confesar a Dios rendidamente, como sus discípulos, como Marta.
Refexiñon: El patoso
Al que carece de habilidad para realizar las cosas más simples y su incapacidad le define en lo que hace de modo ostensible, se l dice patoso, si bien se aplica con preferencia al que, por más o menos semejanza con el andar desgarbado del pato, carece de gracia en sus movimientos. Nada tiene que ver con el sentido de la locución meter la pata, que alude al que se equivoca manifiestamente y yerra al llevar a cabo una cosa.
El caso es que no ahorramos dicterios al calificar alegremente la conducta de los demás, y clasificamos a las personas con cierto desdén cuando su comportamiento se aparta de lo que estimamos correcto o ideal. Y uno se detiene a pensar y se pregunta. ¿cuál será mi especie a juicio de los otros?
Jesús zanjaría la cuestión diciendo: Trata a los demás como quisieras tú ser tratado por ellos.
martes, 28 de junio de 2011
¿Quién es éste?
Los discípulos de Jesús van de sorpresa en sorpresa. Un día cura a un paralítico, otro limpia de sus pústulas a un leproso, más tarde toma la mano de una niña muerta y la pone en pie. Ahora pacifica el fragor de la tormenta.
A pesar de todo, por más que creen en él, van confiados con él, incomprensiblemente se dejan llevar por el miedo. ¿Cuál es la medida enteca de esa fe entonces? Se explica que les reprende seriamente Jesús.
Quien va estrechamente cogido de la presencia de Jesús, como un niño de la mano de su madre, no tiene por qué temer, que es lo que viene a decirles él, juzgando una cobardía dejarse oprimir el corazón por el pavor a la tormenta.
Lo sensato es acogerse a él en todos los peligros y contratiempos que puedan asaltarnos y percatarse de que, en su compañía, no tiene sentido temblar ante nada, o nuestra fe es muy débil. Que él nos la fortalezca.
Reflexión: La rosa y su color
De alguna lectura recuerdo haber leído que de la interacción de rosas roja y bancas originarias de Asia y Europa, resultaron las que todos reconocemos por el color intermedio definitivo de la rosa. Con el tiempo y el artificio de los hombres, la variedad de flor tan sobresaliente y ejemplar resulta ya innumerable.
¿Quién diría que el color rosa de la flor , entre rojo y blanco, es un color intermedio, atenuado e indefinido, suave y dulzón? Es el color característico de la rosas por excelencia y tal vez ahí hay que buscar que su color goce de las preferencias de la mujer. Coches o motos de color rosa, bolígrafos, tejidos, pañolitos, enseres femeninos de toda índole acreditan su femineidad, su tierna blandura. Al hombre, menos sensible, no le define color alguno; es incoloro.
Los poetas han cantado, junto a su carácter efímero, la intocable perfección de su hechura. Ramón Jiménez, de cía por eso del poema:
No lo toquéis ya mas,
que así es la rosa.
No es menos llamativa la sutil sublimidad de su aroma. Es la flor por excelencia. Y ocurre que otra planta perteneciente a la misma familia que el rosal , si no agraciada por la flor, lo está por la infeliz peculiaridad tentadora de su fruto, el manzano.
A pesar de todo, por más que creen en él, van confiados con él, incomprensiblemente se dejan llevar por el miedo. ¿Cuál es la medida enteca de esa fe entonces? Se explica que les reprende seriamente Jesús.
Quien va estrechamente cogido de la presencia de Jesús, como un niño de la mano de su madre, no tiene por qué temer, que es lo que viene a decirles él, juzgando una cobardía dejarse oprimir el corazón por el pavor a la tormenta.
Lo sensato es acogerse a él en todos los peligros y contratiempos que puedan asaltarnos y percatarse de que, en su compañía, no tiene sentido temblar ante nada, o nuestra fe es muy débil. Que él nos la fortalezca.
Reflexión: La rosa y su color
De alguna lectura recuerdo haber leído que de la interacción de rosas roja y bancas originarias de Asia y Europa, resultaron las que todos reconocemos por el color intermedio definitivo de la rosa. Con el tiempo y el artificio de los hombres, la variedad de flor tan sobresaliente y ejemplar resulta ya innumerable.
¿Quién diría que el color rosa de la flor , entre rojo y blanco, es un color intermedio, atenuado e indefinido, suave y dulzón? Es el color característico de la rosas por excelencia y tal vez ahí hay que buscar que su color goce de las preferencias de la mujer. Coches o motos de color rosa, bolígrafos, tejidos, pañolitos, enseres femeninos de toda índole acreditan su femineidad, su tierna blandura. Al hombre, menos sensible, no le define color alguno; es incoloro.
Los poetas han cantado, junto a su carácter efímero, la intocable perfección de su hechura. Ramón Jiménez, de cía por eso del poema:
No lo toquéis ya mas,
que así es la rosa.
No es menos llamativa la sutil sublimidad de su aroma. Es la flor por excelencia. Y ocurre que otra planta perteneciente a la misma familia que el rosal , si no agraciada por la flor, lo está por la infeliz peculiaridad tentadora de su fruto, el manzano.
lunes, 27 de junio de 2011
Dejad que los muertos entierren a los muertos
El seguimiento de Cristo es incondicional. No valen contratiempos: Espera a que acabe unas cosas. El seguimiento de Cristo es urgente y su paso acelerado; no hay tiempo que perder.
Un escriba ni sospecha la incómoda austeridad en que vive Jesús. Otro pretendiente no acaba de despegarse de sus hábitos cotidianos. Ni uno ni otro sospechan que el seguimiento es ruptura total con el pasado representado por los padres y costumbres inveteradas.
La novedad del seguimiento de Cristo es la renuncia a todo lo que no sea él, decisión a la que responde el Espíritu de Dios instalándose en él y llenándole todo. Es el Espíritu quien alienta al grupo de los seguidores de Jesús en la colaboración de la empresa de la salvación. San Pablo lo decía muy bien: Quien no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. A este fin, ser seguidor de Jesús exige dar un giro determinante a la propia vida: dejarlo todo por él.
Reflexión: El dibujo y el color
Está claro que no es lo mismo dibujo que pintura. Y sucede que los pintores modernos abominan del dibujo en sus cuadros. La pintura es color; en la naturaleza existe el color; el dibujo es siluetea las cosas para reproducir su contorno artificialmente, pero no es pintura.
Los pintores clásicos, esbozaban primero lo que se proponían pintar dibujando previamente las formas de enseres, objetos y personas. Para el artista actual, no deja de ser una metodología innecesaria y superada.
Ya Eugenio d`Ors, en su obra Tres horas en el museo del Prado, establecía como regla de oro para una clasificación aproximada de los pintores, distinguir a los que daban predominio al dibujo, de los que lo relegaban desde su preferencia por el color, y de aquellos otros que se atenían a un equilibrio entre ambas posturas. Una norma que hoy sirve de poco. La pintura abstracta supuso el rechazo absoluto de la línea. Hoy, desmadradas, las corrientes pictóricas son infinitas, algunas absurdas y desgarradas, aprovechándose del río revuelto, o sólo ornamentales, lo que favorece dar gato por liebre, y como tónica general, el dibujo sigue exiliado en el reino borroso del olvido. Con raras excepciones muy honrosas.
Un escriba ni sospecha la incómoda austeridad en que vive Jesús. Otro pretendiente no acaba de despegarse de sus hábitos cotidianos. Ni uno ni otro sospechan que el seguimiento es ruptura total con el pasado representado por los padres y costumbres inveteradas.
La novedad del seguimiento de Cristo es la renuncia a todo lo que no sea él, decisión a la que responde el Espíritu de Dios instalándose en él y llenándole todo. Es el Espíritu quien alienta al grupo de los seguidores de Jesús en la colaboración de la empresa de la salvación. San Pablo lo decía muy bien: Quien no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. A este fin, ser seguidor de Jesús exige dar un giro determinante a la propia vida: dejarlo todo por él.
Reflexión: El dibujo y el color
Está claro que no es lo mismo dibujo que pintura. Y sucede que los pintores modernos abominan del dibujo en sus cuadros. La pintura es color; en la naturaleza existe el color; el dibujo es siluetea las cosas para reproducir su contorno artificialmente, pero no es pintura.
Los pintores clásicos, esbozaban primero lo que se proponían pintar dibujando previamente las formas de enseres, objetos y personas. Para el artista actual, no deja de ser una metodología innecesaria y superada.
Ya Eugenio d`Ors, en su obra Tres horas en el museo del Prado, establecía como regla de oro para una clasificación aproximada de los pintores, distinguir a los que daban predominio al dibujo, de los que lo relegaban desde su preferencia por el color, y de aquellos otros que se atenían a un equilibrio entre ambas posturas. Una norma que hoy sirve de poco. La pintura abstracta supuso el rechazo absoluto de la línea. Hoy, desmadradas, las corrientes pictóricas son infinitas, algunas absurdas y desgarradas, aprovechándose del río revuelto, o sólo ornamentales, lo que favorece dar gato por liebre, y como tónica general, el dibujo sigue exiliado en el reino borroso del olvido. Con raras excepciones muy honrosas.
domingo, 26 de junio de 2011
Un día de Corpus Christi
La casa solariega de los Boscá, hoy adjunta al Colegio San Antonio que regentan los religiosos franciscanos de Carcaixent, muestra empotrado en su fachada un bajo relieve relativo al Corpus Crhisti. El mismo movimiento confuso de la gente que se agolpa en la escena represetada en él, refiere la situación sufrida por tales personajes.
Ocurrió una tarde ya lejana en que el personal asistente a la procesión del Santísimo, se vio sorprendida por una horrísina tormenta que dispersó a la gente en todas direcciones. Los miembros del clero protegían del aguacero bajo el palio la sagrada custodia, justo en el instante cuando alcanzaban el portalón de la noble casa donde, apiñada, asistía al paso procesional la noble familia, cuyo señor se apresuró al instante a invitar al clero a dar fervoroso cobijo al Santísimo en la sala contigua.
Gozoso el señor Boscá por tan distinguido e inesperado hospedaje, determinó, altamente agradecido, conmemorar la fortuita visita del Señor sacramentado a su mansión, fijando en la fachada del edificio acontecimiento tan digno de ser rememorado en una pequeña obra de arte.
Reflexión: Los limpios de corazón
Hoy en día se mira con misericordiosa ironía al que hable con elogio de la virtud. La virtud no es placentera, por lo tanto no es grata y se la desplaza de la conducta humana. Se vive para gozar, y si el goce es pecado, al pecado se le abre de par en par las puertas de la aceptación unánime.
No existe el pecado, alegan con despecho, casi ofendidos, los detractores de la virtud, tan austera y angosta, tan desabrida. La virtud es un corsé prieto y sangrante, resabio de épocas retrógradas y oscuras; lo demás, libertad, alegría de vivir y buen sentido.
Pero la libertad sin fronteras y mal entendida mata niños no deseados, pudre las aguas insustituibles de ríos ya insalubres, arruina y empobrece el aire que respiramos, tacha la nobleza que presidía la fidelidad del amor y la buena convivencia...
Lo siento amigos; yo amo la virtud, porque amo la limpieza del corazón, que es la higiene del alma. Jesús dice que sólo los limpios de corazón verán a Dios.
Ocurrió una tarde ya lejana en que el personal asistente a la procesión del Santísimo, se vio sorprendida por una horrísina tormenta que dispersó a la gente en todas direcciones. Los miembros del clero protegían del aguacero bajo el palio la sagrada custodia, justo en el instante cuando alcanzaban el portalón de la noble casa donde, apiñada, asistía al paso procesional la noble familia, cuyo señor se apresuró al instante a invitar al clero a dar fervoroso cobijo al Santísimo en la sala contigua.
Gozoso el señor Boscá por tan distinguido e inesperado hospedaje, determinó, altamente agradecido, conmemorar la fortuita visita del Señor sacramentado a su mansión, fijando en la fachada del edificio acontecimiento tan digno de ser rememorado en una pequeña obra de arte.
Reflexión: Los limpios de corazón
Hoy en día se mira con misericordiosa ironía al que hable con elogio de la virtud. La virtud no es placentera, por lo tanto no es grata y se la desplaza de la conducta humana. Se vive para gozar, y si el goce es pecado, al pecado se le abre de par en par las puertas de la aceptación unánime.
No existe el pecado, alegan con despecho, casi ofendidos, los detractores de la virtud, tan austera y angosta, tan desabrida. La virtud es un corsé prieto y sangrante, resabio de épocas retrógradas y oscuras; lo demás, libertad, alegría de vivir y buen sentido.
Pero la libertad sin fronteras y mal entendida mata niños no deseados, pudre las aguas insustituibles de ríos ya insalubres, arruina y empobrece el aire que respiramos, tacha la nobleza que presidía la fidelidad del amor y la buena convivencia...
Lo siento amigos; yo amo la virtud, porque amo la limpieza del corazón, que es la higiene del alma. Jesús dice que sólo los limpios de corazón verán a Dios.
sábado, 25 de junio de 2011
La fe mueve montañas
A menudo, los prodigios de Jesús cuentan con el acicate de la fe en su persona. Él obra el milagro, pero se deja empujar por el empeñado afán de quien lo provoca. Encomiaba entonces la eficacia singular de ese impulso escondido en la aparente insignificancia del grano de mostaza, atribuyendo a la fe la facultad de mover lo inamovible.
Lo decisivo no es creer sin más; todos creemos; sólo que no le damos a nuestra confianza en Dios la vehemencia necesaria para conmover su corazón divino. Lo decisivo es creer con verdadero ahínco, con espiritual coraje, desde un corazón estrechamente asido al suyo.
Reflexión: El dibujo y el color
Está claro que no es lo mismo dibujo que pintura. Y sucede que los pintores modernos abominan del dibujo en sus cuadros. La pintura es color; en la naturaleza existe el color; el dibujo es siluetea las cosas para reproducir su contorno artificialmente, pero no es pintura.
Los pintores clásicos, esbozaban primero lo que se proponían pintar dibujando previamente las formas de enseres, objetos y personas. Para el artista actual, no deja de ser una metodología innecesaria y superada.
Ya Eugenio d`Ors, en su obra Tres horas en el museo del Prado, establecía como regla de oro de clasificación de los pintores, los que daban predominio al dibujo, los que lo relegaban desde su preferencia por el color, y aquellos otros que se atenían a un equilibrio entre ambas posturas. Una norma que hoy sirve de poco. La pintura abstracta supuso el rechazo absoluto de la línea. Hoy, desmadradas, las corrientes pictóricas son infinitas, algunas absurdas y desgarradas, o sólo ornamentales, lo que favorece dar gato por liebre, y como tónica general, el dibujo sigue exiliado en el reino borroso del olvido.
viernes, 24 de junio de 2011
Juan, luz precursora de Cristo
Todo resulta maravilloso en torno a la concepción de este niño. Son retazos luminosos del escenario de Dios desnudándose de sí mismo para hacerse niño también, embebido de nuestra carne. La luz divina que envuelve al uno, anuncia el esplendor coruscante del otro.
Juan no será la luz, declarará otro Juan, sino su reflejo, y reflejar a Dios será en lo sucesivo el cometido primario de todo hombre, ya que encarnándose en el hombre la luminosa Palabra de Dios en la persona de Cristo, luz tenemos que ser nosotros para transparentarle en todo momento, cristales esmerilados, pero encendidos como vidrieras, de su gloria inmarcesible.
Reflexión: La alegría franciscana y los artistas
Ese admirable libro medieval titulado Las Florecillas nos ha transmitido dos estampas llenas de ingenuidad y franciscana alegría: la de san Francisco enseñando a fray León que la perfecta alegría no es la ruidosa, intrascendente y dicharachera, toda superficialidad, del chiste y sus anejos, porque su excelencia estriba en saber sobrellevar con bien, como una distinción divina, las contrariedades de la vida, ungidos por el amor doloroso de Cristo sangrando en la cruz. Es un alegría seria y profunda resultante de crucificar el sinsabor de nuestras adversidades con los mismos clavos que desgarraron a Jesús.
Juan no será la luz, declarará otro Juan, sino su reflejo, y reflejar a Dios será en lo sucesivo el cometido primario de todo hombre, ya que encarnándose en el hombre la luminosa Palabra de Dios en la persona de Cristo, luz tenemos que ser nosotros para transparentarle en todo momento, cristales esmerilados, pero encendidos como vidrieras, de su gloria inmarcesible.
Reflexión: La alegría franciscana y los artistas
Ese admirable libro medieval titulado Las Florecillas nos ha transmitido dos estampas llenas de ingenuidad y franciscana alegría: la de san Francisco enseñando a fray León que la perfecta alegría no es la ruidosa, intrascendente y dicharachera, toda superficialidad, del chiste y sus anejos, porque su excelencia estriba en saber sobrellevar con bien, como una distinción divina, las contrariedades de la vida, ungidos por el amor doloroso de Cristo sangrando en la cruz. Es un alegría seria y profunda resultante de crucificar el sinsabor de nuestras adversidades con los mismos clavos que desgarraron a Jesús.
En otro ángulo de la propia satisfacción queda la alegría desbordada y traviesa de fray Junípero, quien, en la estrecha y pobre cocina del convento se las ingenia hasta rozar el desafuero, con tal de paliar como sea las necesidades alimentarias de sus frailes.
La ingeniosa y recta intención de los intérpretes artísticos del franciscanismo han concertado lo uno con lo otro en un doble transvase de actitudes gozosas. No es otro el motivo de ver en alguna ilustración a Francisco, o cualquier otro hermano, casi enajenado y transportado de amor de Dios, tocando un imaginario violín con dos palitroques cruzados, en alabanza de Cristo.
jueves, 23 de junio de 2011
Edificar sobre seguro
Si alguien se dedicara a recapitular conseguidas descripciones en el texto bíblico, la contraposición que establece Jesús entre quien edifica sobre seguro y quien lo hace frívolamente sobre arena, ofrece dos breves ejemplos en contraste, con el resultado opuesto de resistir o no a los embates de la tormenta, estructurados dinámicamente sobre una pluralidad paratáctica de verbos de movimiento y ritmo apresurado que dan gran viveza a las estampas descritas: Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa. Y al revés.
Quien edifica sobre la roca de la palabra revelada de Jesús, soporta con firme entereza los embates de la adversidad: Quien lo hace sobre terreno movedizo, se condena llanamente a perecer.Reflexión: La vuelta al mundo en unas horas
La técnica aeroespacial proyecta ambiciosamente su futuro a corto y largo plazo, y anuncia ya un avión estratosférico que llegará a las antípodas en unas dos horas o algo así, según creo.
Las distancias se acortan por momentos de manera inverosímil y no sólo los pasajeros de un porvenir no tan lejano cruzarán varios continentes en un abrir y cerrar de ojos, sino que podrán contemplar anonadados nuestro planeta azul, desde la considerable altura de 23 kilómetros, a la par de los numerosos satélites que nos escrutan girando en torno nuestro como quien enrolla un hilo invisible en el ovillo terrestre.
Sólo una objeción: los precios de viaje serán también estratosféricos, lo que no deja de ser discriminador. Mayores cosas veredes, amigo Sancho.
miércoles, 22 de junio de 2011
Por sus frutos los conoceréis
Nadie da lo que no tiene. La bondad fructifica en brillantes dones del bien; la maldad da a luz frutos de inconfundible perversidad. De la malicia brotan como setas la villanía, la infamia, la perfidia, la violencia, la deslealtad, el odio, al tiempo que la bondad siembra cordialidad, clemencia, amabilidad, comprensión, perdón, sobre todo perdón que es la cortesía de Dios. Son los avales respectivos de la benevolencia o de la malicia. No le pidáis peras al olmo, dice sabio y cazurro el refrán castellano.
Jesús nos recomienda que no nos llevemos a engaño confundiendo lobos con ovejas, zarzas con rosales. Florecen de muy diversa manera. Por sus fruto los conoceréis.Reflexión: Con mi nueva estilográfica
Una de las ventajas de no ejercer comprometidos cargos políticos, estriba en que, si alguien tiene la delicadeza de regalarte algo, nadie no te afea tal gesto de generosidad. Así es cómo dispongo de una pluma estilográfica elegante y fina como un pincel, con que escribo gozosamente estas líneas antes de pasarlas al ordenador. No parece sino que cuando estrenamos algo nuevo, somos nosotros los que nos renovamos, en la misma medida en que las cosas y circunstancias nos determinan en buena parte.
Esto de escribir primero a mano antes de pasarlo al ordenador, es una prevención que me viene ya de lejos: escribir en sucio previamente, se decía antes, para poner luego en limpio lo escrito, mediante este artefacto ya insustituible que es la nueva máquina electrónica de escribir.
Es bien sabido que el hombre es animal rutinario modelado a fuerza de costumbres.
martes, 21 de junio de 2011
Los dos caminos
El mal y el bien no se encuentran nunca. Divergen sus caminos hacia horizontes opuestos.
El camino de la perdición es proclive a rodar por la relajada comodidad del descenso. El perverso no se cansa nunca, tal vez por eso. La pendiente, en cambio, que trepa hacia Dios, es ardua y fragosa, y llegados al puente levadizo que accede a su presencia, la estrechez de la puerta obliga a esforzarse y pugnar por ajustarse a sus exigencias.
Sucede, sin embargo, que el camino del mal desemboca en la oscuridad abismal del vacío; el del bien, en el eterno abrazo de Dios. La esperanza de los buenos está, pues, asegurada y es un aliciente alentador
Reflexión: La repulsión de los pobres
Si al cruzarnos con un pordiosero nos limitamos a verlo sólo con los ojos de la cara, puede resultarnos hasta repulsivo. Por nada del mundo descenderíamos a darle la mano francamente. Y ellos lo perciben, lo saben, por más que les humille y se acostumbres a nuestros desaires.
Jesús era pobre y pasó calamidades, como no disponer de un puñado de espigas recientes con cuyo trigo saciar su apetito. La samaritana se resistió a servirle un trago de agua fresca, porque no le aceptaba, ya que era judío. Dejó dicho que los pobres eran él mismo, que le hacían presente en su miserable estrechez.
¿Nos atreveríamos a sentir repulsión hacia el hombre pobre que fue él? Me atrevo a dudarlo.
El camino de la perdición es proclive a rodar por la relajada comodidad del descenso. El perverso no se cansa nunca, tal vez por eso. La pendiente, en cambio, que trepa hacia Dios, es ardua y fragosa, y llegados al puente levadizo que accede a su presencia, la estrechez de la puerta obliga a esforzarse y pugnar por ajustarse a sus exigencias.
Sucede, sin embargo, que el camino del mal desemboca en la oscuridad abismal del vacío; el del bien, en el eterno abrazo de Dios. La esperanza de los buenos está, pues, asegurada y es un aliciente alentador
Reflexión: La repulsión de los pobres
Si al cruzarnos con un pordiosero nos limitamos a verlo sólo con los ojos de la cara, puede resultarnos hasta repulsivo. Por nada del mundo descenderíamos a darle la mano francamente. Y ellos lo perciben, lo saben, por más que les humille y se acostumbres a nuestros desaires.
Jesús era pobre y pasó calamidades, como no disponer de un puñado de espigas recientes con cuyo trigo saciar su apetito. La samaritana se resistió a servirle un trago de agua fresca, porque no le aceptaba, ya que era judío. Dejó dicho que los pobres eran él mismo, que le hacían presente en su miserable estrechez.
¿Nos atreveríamos a sentir repulsión hacia el hombre pobre que fue él? Me atrevo a dudarlo.
lunes, 20 de junio de 2011
Que el Señor os dé la paz
Jesús departiendo, con sus discípulos, les previene de que, ante el horrendo espectáculo de su muerte, se dispersarán desconcertados, presas de pavor, y le dejarán tristemente solo. Aún así, les abre amistoso los brazos prometiéndoles que en él hallarán siempre la paz perdida.
La paz es un don de Dios. Sólo cuando, resucitado Jesús, nos devuelva a la amistad perdida para con Dios, se volverá a establecer las paz con el hombre. Es entonces cuando Jesús se aparece a los suyos y les da la paz.
La paz hay que merecerla y vale la pena alcanzar tan enaltecido don. Y si es importante morir en paz, aun lo es más disfrutarla en vida, porque la paz que sólo Dios da, es un valladar insalvable contra el que se estrellan insidias, añagazas, empellones y desafueros.
Reflexión: Una planta llama esqueleto
Hay un conjunto de plantas que tienen asignados nombres animalescos muy curiosos: lengua de gato, pie de león, diente de muerto, boca de dragón... Entre ellas, llaman esqueleto a una planta de grandes hojas, cuyo contorno sufre entrantes paralelos que dan al conjunto el aspecto de un esternón del que salieran lateralmente las supuestas costillas pectorales a ambos lados de la superficie. Su parecido con un esqueleto es un tanto caprichoso y lejano, lo que no es óbice para que la imaginación asimile lúgubremente ambas realidades.
La paz es un don de Dios. Sólo cuando, resucitado Jesús, nos devuelva a la amistad perdida para con Dios, se volverá a establecer las paz con el hombre. Es entonces cuando Jesús se aparece a los suyos y les da la paz.
La paz hay que merecerla y vale la pena alcanzar tan enaltecido don. Y si es importante morir en paz, aun lo es más disfrutarla en vida, porque la paz que sólo Dios da, es un valladar insalvable contra el que se estrellan insidias, añagazas, empellones y desafueros.
Reflexión: Una planta llama esqueleto
Hay un conjunto de plantas que tienen asignados nombres animalescos muy curiosos: lengua de gato, pie de león, diente de muerto, boca de dragón... Entre ellas, llaman esqueleto a una planta de grandes hojas, cuyo contorno sufre entrantes paralelos que dan al conjunto el aspecto de un esternón del que salieran lateralmente las supuestas costillas pectorales a ambos lados de la superficie. Su parecido con un esqueleto es un tanto caprichoso y lejano, lo que no es óbice para que la imaginación asimile lúgubremente ambas realidades.
Las hojas del esqueleto son lustrosas, de un verde brillante y terso, alicaídas en sus extremos, como flecos, por los cortes que la hienden, y no es menos llamativo el nacimiento de cada hoja, enrolladas en espiral sobre sí mismas, hasta desenvolverse y configurarse plenamente de tan esquelética manera.
El esqueleto no es estimada por sus flores insignificantes, sino por la densidad ornamental de su considerable tamaño. No os extrañe entonces su pavoroso nombres: no son capaces, ni lo pretenden, de asustar a nadie.
domingo, 19 de junio de 2011
La Santísima Trinidad
La liturgia elige un pasaje del evangelio de san Juan para exponer, con palabras de Jesús, la enseñanza sobre tan inefable misterio, que como tal, no deja de ser una verdad insondable.
Nada nos obliga a penetrar con absoluta perspicacia en las hondísimas entretelas de los misterios de Dios, pero sí a amarlo, porque su amor nos hizo. Pero sucede que acercarse al amor de Dios, es tanto como acercarse al conocimiento de su verdad.
Es, pues, Jesús quien nos dice, por san Juan, que el Padre y él son una misma cosa, todo lo mío es suyo, dice; que el Espíritu divino y él son una misma cosa, todo lo mío es suyo también; es decir, el Padre, el Espíritu Santo y él son una misma cosa, son consustanciales. Esencialmente, son lo mismo; personalmente, se muestran diferentes en su actuación y singularidad.
La fe es oscura, sólo que el amor a Dios nos da luz y la hace fácil.
Reflexión: La belleza de los salmos
La extrema antigüedad de la Escritura no es óbice para hallar en ella logros expresivos que no mejora el más consumado de los escritores de hoy en día.
En el lenguaje de los salmaos, por ejemplo, no sólo el sentido contemplativo de las maravillas y verdades de Dios, predominante en ellos, hace acopio de figuras de dicción con que pausar el ritmo y detener el tiempo, moderando la expresión, sino que, en ocasiones, el discurso narrativo echa mano de vivas descripciones donde el dinamismo y la celeridad acezante de los hechos crean cuadros de gran movimiento y expresividad. Así, en el salmo 106, leemos:
Entraron en naves por el mar (...).
Él habló y levantó un viento tormentoso
que alzaba las olas a lo alto:
ascendían al cielo, bajaban al abismo;
revuelto el estómago por el mareo,
rodaban (los marineros), se tambaleaban como borrachos,
y de nada les valía su pericia.
Es la arriesgada frontera entre tierra y cielo donde se muestra el hombre desbordado por la furia de la tormenta, en situación marco donde brille engarzado el poder compasivo del Creador, que es quien extendió sobre la tierra ese mar caprichoso, a menudo airado. Pero entonces,
gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Ha amainado la tormenta. Y así ocurrirá también en el lago de Galilea, sólo que esta vez será Jesús quien apacigüe los vientos y acalle el fragor de las olas.
Nada nos obliga a penetrar con absoluta perspicacia en las hondísimas entretelas de los misterios de Dios, pero sí a amarlo, porque su amor nos hizo. Pero sucede que acercarse al amor de Dios, es tanto como acercarse al conocimiento de su verdad.
Es, pues, Jesús quien nos dice, por san Juan, que el Padre y él son una misma cosa, todo lo mío es suyo, dice; que el Espíritu divino y él son una misma cosa, todo lo mío es suyo también; es decir, el Padre, el Espíritu Santo y él son una misma cosa, son consustanciales. Esencialmente, son lo mismo; personalmente, se muestran diferentes en su actuación y singularidad.
La fe es oscura, sólo que el amor a Dios nos da luz y la hace fácil.
Reflexión: La belleza de los salmos
La extrema antigüedad de la Escritura no es óbice para hallar en ella logros expresivos que no mejora el más consumado de los escritores de hoy en día.
En el lenguaje de los salmaos, por ejemplo, no sólo el sentido contemplativo de las maravillas y verdades de Dios, predominante en ellos, hace acopio de figuras de dicción con que pausar el ritmo y detener el tiempo, moderando la expresión, sino que, en ocasiones, el discurso narrativo echa mano de vivas descripciones donde el dinamismo y la celeridad acezante de los hechos crean cuadros de gran movimiento y expresividad. Así, en el salmo 106, leemos:
Entraron en naves por el mar (...).
Él habló y levantó un viento tormentoso
que alzaba las olas a lo alto:
ascendían al cielo, bajaban al abismo;
revuelto el estómago por el mareo,
rodaban (los marineros), se tambaleaban como borrachos,
y de nada les valía su pericia.
Es la arriesgada frontera entre tierra y cielo donde se muestra el hombre desbordado por la furia de la tormenta, en situación marco donde brille engarzado el poder compasivo del Creador, que es quien extendió sobre la tierra ese mar caprichoso, a menudo airado. Pero entonces,
gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Ha amainado la tormenta. Y así ocurrirá también en el lago de Galilea, sólo que esta vez será Jesús quien apacigüe los vientos y acalle el fragor de las olas.
sábado, 18 de junio de 2011
No os agobiéis, dice Jesús
Jesús nos insta a confiar en Dios. Y tal confianza debe ser tal, que elimine todo afán de acopiar lejos de él lo que Dios da a manos llenas. Jesús lo expresa nítidamente: Ni el lirio tiene que preocuparse de acicalar la esplendidez de su aspecto ni el canario por ensortijar la exquisitez de su canto, el canto amarillo del canario que diría Carlos Bousoño. Ojalá viviéramos nosotros tan pendientes de Dios como él lo esta de nosotros. Otro gallo nos cantaría.
Reflexión: Los amigos
El lenguaje, tan propicio a decirlo todo, tiene su limitaciones en el intento de expresar sensaciones concretas y sentimientos. ¿Cómo medir la intensa singularidad del júbilo que produce dar de pronto con un amigo tras larga e inevitable ausencia? Cada amistad comporta una presencia distinta en el listado cordial de cuantos nos acompañan, cerca o lejos, en la andadura hacia Dios que es la existencia. Constituyen una familia que prolonga y completa la que nos vio nacer, tan insustituible como ella. Ir en compañía es una social manera de ser. Jesús eligió entre sus discípulos a quienes quiso que le acompañaran estrechamente de por vida y con quienes departir amigablemente. Sólo que, a veces, el encuentro desempolva momentos irrecuperables o ausencias definitivas que connotan sucesivos regresos a lo que fuimos, desde su pizca de nostalgia y vuelta atrás.
Con todo, qué difícil debe de resultarle a más de uno la vaciedad de desconocer y vivir sin amigos, ese séquito afectivo de amables coincidencias que arropan la existencia normal de la persona humana.
Reflexión: Los amigos
El lenguaje, tan propicio a decirlo todo, tiene su limitaciones en el intento de expresar sensaciones concretas y sentimientos. ¿Cómo medir la intensa singularidad del júbilo que produce dar de pronto con un amigo tras larga e inevitable ausencia? Cada amistad comporta una presencia distinta en el listado cordial de cuantos nos acompañan, cerca o lejos, en la andadura hacia Dios que es la existencia. Constituyen una familia que prolonga y completa la que nos vio nacer, tan insustituible como ella. Ir en compañía es una social manera de ser. Jesús eligió entre sus discípulos a quienes quiso que le acompañaran estrechamente de por vida y con quienes departir amigablemente. Sólo que, a veces, el encuentro desempolva momentos irrecuperables o ausencias definitivas que connotan sucesivos regresos a lo que fuimos, desde su pizca de nostalgia y vuelta atrás.
Con todo, qué difícil debe de resultarle a más de uno la vaciedad de desconocer y vivir sin amigos, ese séquito afectivo de amables coincidencias que arropan la existencia normal de la persona humana.
viernes, 17 de junio de 2011
La luz y las tinieblas
Está la luz que enciende la realidad ante los ojos y la que,más íntimamente, deja ver a Dios. Si esta luz que ilumina los caminos de la fe se extingue, la oscuridad, como un visillo negro, encubre los accesos que dan al misterio de las verdades de Dios. Es la ceguera del hombre que no sabe creer.
Hay, con todo, un interruptor que sabe iluminar la mirada misteriosa de la fe: el amor de Dios. Quien no tenga fe, que pulse una y otra vez, confiado, las fibras más sensibles del corazón, hasta que la divina misericordia acceda a descorrer los opacos visillos e ilumine sus noches más oscuras.
Reflexión: La mesilla de noche
Vivimos rodeados de pequeños enseres útiles en cuya servicialidad apenas si reparamos; objetos y muebles de poca entidad que su uso rutinario no nos deja considerar. Pienso en la mesilla de noche, así, en diminutivo, lo que ya de por sí delata su pequeñez y poca monta.
Gracias a ella disponemos de una superficie apta para tener a la mano el molesto y reticente despertador, un vaso de agua fresca, y donde depositamos confiadamente las gafas y el reloj de pulsera. Un crucifijo, en mi caso, hincado en un rústico trozo de madera que lleva incrustada una diminuta esquirla de piedra del Calvario, preside mis sueños.
Pocas cosas tan familiares como la mesilla de noche. No deja de tener su encanto. Bien merece unos minutos de atenta consideración.
Hay, con todo, un interruptor que sabe iluminar la mirada misteriosa de la fe: el amor de Dios. Quien no tenga fe, que pulse una y otra vez, confiado, las fibras más sensibles del corazón, hasta que la divina misericordia acceda a descorrer los opacos visillos e ilumine sus noches más oscuras.
Reflexión: La mesilla de noche
Vivimos rodeados de pequeños enseres útiles en cuya servicialidad apenas si reparamos; objetos y muebles de poca entidad que su uso rutinario no nos deja considerar. Pienso en la mesilla de noche, así, en diminutivo, lo que ya de por sí delata su pequeñez y poca monta.
Gracias a ella disponemos de una superficie apta para tener a la mano el molesto y reticente despertador, un vaso de agua fresca, y donde depositamos confiadamente las gafas y el reloj de pulsera. Un crucifijo, en mi caso, hincado en un rústico trozo de madera que lleva incrustada una diminuta esquirla de piedra del Calvario, preside mis sueños.
Pocas cosas tan familiares como la mesilla de noche. No deja de tener su encanto. Bien merece unos minutos de atenta consideración.
jueves, 16 de junio de 2011
Jesús, sumo sacerdote
Unos por el bautismo y algunos además por el sacramento del orden, todos participamos del sacerdocio del Cristo, sumo sacerdote que recostó la blanca espiga de su carne en nuestras manos y derramó el rojo racimo de su sangre en nuestros labios. Una locura del amor de Dios, porque el amor tiende a desbordarse y no se atiene a frías y escuetas estipulaciones como la comedida amabilidad del cariño.
Poco haremos si nos limitamos a expresar nuestra admiración y agradecimiento a quien tanto hizo por el hombre. El amor devenga amor y sólo desbordando el nuestro alcanzaremos una digna correlación con el que Dios nos profesa a boca y manos llenas.
Reflexión: Un geranio
El geranio es una planta humilde y generosa de variada floración, como es humilde la amapola agreste de encendidos labios, pero que alegra el verano con su fervor espléndido. Y es que hoy he dado en plantar un geranio de intensas flores rojas en la terraza del convento.
El geranio no se me antoja demasiado exigente como lo son otras plantas señaladamente delicadas y apenas requiere otros cuidados que humedecerle la mano cuando nos pide sufrido una mentida porción de agua, un sorbo apenas que alivie su sed. Es las sed del pobre acostumbrado a serlo sin tener, todo un género de vida, una manera al fin de ser más.
Poco haremos si nos limitamos a expresar nuestra admiración y agradecimiento a quien tanto hizo por el hombre. El amor devenga amor y sólo desbordando el nuestro alcanzaremos una digna correlación con el que Dios nos profesa a boca y manos llenas.
Reflexión: Un geranio
El geranio es una planta humilde y generosa de variada floración, como es humilde la amapola agreste de encendidos labios, pero que alegra el verano con su fervor espléndido. Y es que hoy he dado en plantar un geranio de intensas flores rojas en la terraza del convento.
El geranio no se me antoja demasiado exigente como lo son otras plantas señaladamente delicadas y apenas requiere otros cuidados que humedecerle la mano cuando nos pide sufrido una mentida porción de agua, un sorbo apenas que alivie su sed. Es las sed del pobre acostumbrado a serlo sin tener, todo un género de vida, una manera al fin de ser más.
miércoles, 15 de junio de 2011
Elogio de la verdad
Jesús es la verdad. Y ama la verdad quien ama a Dios, con la belleza inmarcesible de cuya verdad se identifica él luminosamente. A la verdad le repugna el engaño y la falsía, que son formas equívocas de no ser. Es auténticamente quien vive sencillamente su propia verdad, espejo de la luz divina.
Así es como Jesús reniega de quien finge falazmente bondades de que carece para atraer el aplauso ajeno. No le agrada el papel teatral del hipócrita, cuya apariencia oculta el contenido verdadero de su propia realidad. Por eso enseña a obrar el bien desde la verdad y la autenticidad de la propia vida. Quien bebe en las fuentes de la verdad, está bebiendo en las mismas manos de Dios.
Reflexión: Los libros
Para un lector empedernido, los libros son una necesidad imperiosa e inaplazable. El mismo tacto con que, a manera de acogedor regazo, se sostiene el libro, la pulcritud ritual de pasar pausadamente una a una sus páginas, disponer de unos estantes donde tenerlos a mano o clasificarlos cuando su número impone su catalogación ordenada, son partes ceremoniosas del gozo armonioso con que favorecemos el diálogo entrañable mantenido entre su contenido silencioso y la apetencia insaciable por saborear ese pequeño espacio de sabiduría o entretenimiento contenido en él.
Todo es cuestión de acertar en la elección del ejemplar que cuadra mejor con nuestra expectante curiosidad, gracias a lo que el feliz lector no tiene tiempo para quemar estérilmente su precioso tiempo en la hornada tediosa del aburrimiento.
Hay libros viejos de añeja piel y lomo desvencijado. Nobles libros que nos transportan a tiempos lejanos. Merecen un privilegiado hospedaje en nuestra librería, donde viven todavía incólumes, porque la lectura les despierta del legendario sueño y les devuelve a la presencia alentadora del hombre, siempre prontos a la calurosa tertulia.
Cuidadles a todos con el mejor esmero. Son amigos fieles.
Así es como Jesús reniega de quien finge falazmente bondades de que carece para atraer el aplauso ajeno. No le agrada el papel teatral del hipócrita, cuya apariencia oculta el contenido verdadero de su propia realidad. Por eso enseña a obrar el bien desde la verdad y la autenticidad de la propia vida. Quien bebe en las fuentes de la verdad, está bebiendo en las mismas manos de Dios.
Para un lector empedernido, los libros son una necesidad imperiosa e inaplazable. El mismo tacto con que, a manera de acogedor regazo, se sostiene el libro, la pulcritud ritual de pasar pausadamente una a una sus páginas, disponer de unos estantes donde tenerlos a mano o clasificarlos cuando su número impone su catalogación ordenada, son partes ceremoniosas del gozo armonioso con que favorecemos el diálogo entrañable mantenido entre su contenido silencioso y la apetencia insaciable por saborear ese pequeño espacio de sabiduría o entretenimiento contenido en él.
Todo es cuestión de acertar en la elección del ejemplar que cuadra mejor con nuestra expectante curiosidad, gracias a lo que el feliz lector no tiene tiempo para quemar estérilmente su precioso tiempo en la hornada tediosa del aburrimiento.
Hay libros viejos de añeja piel y lomo desvencijado. Nobles libros que nos transportan a tiempos lejanos. Merecen un privilegiado hospedaje en nuestra librería, donde viven todavía incólumes, porque la lectura les despierta del legendario sueño y les devuelve a la presencia alentadora del hombre, siempre prontos a la calurosa tertulia.
Cuidadles a todos con el mejor esmero. Son amigos fieles.
martes, 14 de junio de 2011
Amar a todos sin reservas
Jesús pone los puntos sobre las íes de la Ley decretada en la cumbre del Sinaí, desde la plenitud de que él mismo es signo acabado. Hay que tachar ese impulso a reprobar al enemigo de irreconciliable modo, criatura de Dios al fin. San Francisco hasta apaciguó al lobo de Eugubio.
El precepto de amar al hombre es absoluto y no admite reservas ni descuentos. Dios nos ama tal como somos, aunque en nombre de su infinita bondad reniegue de los que hacemos
Reflexión: La frugalidad
El precepto de amar al hombre es absoluto y no admite reservas ni descuentos. Dios nos ama tal como somos, aunque en nombre de su infinita bondad reniegue de los que hacemos
Reflexión: La frugalidad
La frugalidad fue siempre virtud a la que se acogieron personas que supieron anteponer el comedimiento al abuso en el yantar. La frugalidad se asienta en la austeridad, ese saber vivir inteligentemente desde la sensatez y el dominio de sí mismo.
La frugalidad es la elegancia en el comportamiento de la mesa, aliada de la sencillez, la sobriedad, la salud y el justo medio.
San Francisco de Asís y sus compañeros bien podrían impartirnos un curso completo de santa y feliz frugalidad, ese plato único de los pobres.
lunes, 13 de junio de 2011
¿Ojo por ojo?
¿Ojo por ojo y diente por diente? No agravéis nunca a otro, decía Jesús desde su propósito santificador de la conducta humana.. Y san Francisco, asumiendo consecuente este precepto básico de la evangelización cristiana, suplicaba fervientemente a Dios: Señor: Hazme un instrumento de tu paz: donde haya odio, ponga yo amor; donde haya ofensa, ponga yo perdón..
Y es que donde hay amor, no hay cabida para la agresividad, no tienen sentido la violencia, las disensiones entre hermanos no cuentan.
domingo, 12 de junio de 2011
Pentecostés
Hoy es la festividad con que honra la Iglesia al Espíritu Santo.
En la medida que el hecho de respirar es signo de vitalidad, al Espíritu divino se la ha llamado el aliento de Dios. De hecho, hablamos de tener o no tener aliento una persona de mucho a poco ánimo, y cuando alguien desfallece, procuramos alentarle, animándole a superar su decaimiento.
Jesucristo resucitado se hace visible a sus discípulos, acoquinados por miedo en una casa cerrada a cal y canto, y les insufla su aliento, haciéndoles partícipes de su propio Espíritu, ese mismo aliento que anima nuestro esp´`iritu enlas aguas del bautismo y nos habita, el mismo Espíritu que habitó a Jesús y que, como a él, nus resucitará un día venturoso.
¡Aleluya!
sábado, 11 de junio de 2011
Que el Señor os dé lapaz
La paz de Dios no es un simple saludo o la simple expresión de un buen deseo, esa cortesía de la amabilidad de las buenas formas: no es ni siquiera una santa bendición. La paz que imparten los discípulos de Jesús es la paz de Cristo, un bien espiritual del que él nos puede hacer partícipes saneando bondadosamente nuestro corazón.
No es con todo un bien gratuito; el don que Jesús confiere a sus discípulo es la gracia de hacer partícipes de su benevolencia aquellos que estén en condiciones de merecerlo. Sellar a uno con el marchamo de la paz de Dios, es sentarle a la mesa sagrada de sus preferencias. Se merece ese don dando acogida a los misioneros de la fe en Cristo, gracia justificante del aliento de Dios, como se denomina en la sagrada Escritura al Espíritu divino.
Sólo que esa participación de gracia tan alta se da sólo cuando el hombre se transmuta en tierra abonada, mantillo fértil, para que esa semilla divina arraigue, crezca y dé fruto. ¿Qué fruto? El fruto de la bondad implícita en la amabilidad con que Dios hizo al hombre a semejanza de su amor, que es tanto como a semejanza de sí mismo.
Sólo en aquel en quien Dios se mira y reconoce como en la fidelidad de un espejo, la paz con que se aman las tres divinas personas le unge con el beneficio de sus preferencias.¡Que el Señor nos dé su paz!
Reflexión: En mi colegio
Después de una ausencia que sobrepasa la decena de años, vuelvo al colegio donde ejercí en la enseñanza durante varias decenas. Todo ha cambiado. Ha cambiado el plan de estudios; ha cambiado en buena parte el`profesorado; ha cambiado la dirección del centro... No ha cambiado la habitación que habité tan largamente y que vuelvo a ocupar como si nada hubiera sucedido mientras tanto y sobre todo no han cambiado los amigos de cuya amistad disfruto como siempre, solo que, desde lejos, es como si dispusieras de ellos en pasado. Ahora los tengo aquí, en presente, porque es su presencia lo que los hace tangibles.
La amistad es una de las cosas que hace grata la vida e impide que el tiempo disgregue a quienes vivieron juntos momentos memorables que dieron y siguen dando sentido a la existencia. La amistad es una de esas cosas que deben saborearse como se cata despacio y paladea con los ojos cerrados un buen vivo que no tiene precio.
Jesús mismo llamaba amigos al estrecho círculo de sus discípulos.
No es con todo un bien gratuito; el don que Jesús confiere a sus discípulo es la gracia de hacer partícipes de su benevolencia aquellos que estén en condiciones de merecerlo. Sellar a uno con el marchamo de la paz de Dios, es sentarle a la mesa sagrada de sus preferencias. Se merece ese don dando acogida a los misioneros de la fe en Cristo, gracia justificante del aliento de Dios, como se denomina en la sagrada Escritura al Espíritu divino.
Sólo que esa participación de gracia tan alta se da sólo cuando el hombre se transmuta en tierra abonada, mantillo fértil, para que esa semilla divina arraigue, crezca y dé fruto. ¿Qué fruto? El fruto de la bondad implícita en la amabilidad con que Dios hizo al hombre a semejanza de su amor, que es tanto como a semejanza de sí mismo.
Sólo en aquel en quien Dios se mira y reconoce como en la fidelidad de un espejo, la paz con que se aman las tres divinas personas le unge con el beneficio de sus preferencias.¡Que el Señor nos dé su paz!
Reflexión: En mi colegio
Después de una ausencia que sobrepasa la decena de años, vuelvo al colegio donde ejercí en la enseñanza durante varias decenas. Todo ha cambiado. Ha cambiado el plan de estudios; ha cambiado en buena parte el`profesorado; ha cambiado la dirección del centro... No ha cambiado la habitación que habité tan largamente y que vuelvo a ocupar como si nada hubiera sucedido mientras tanto y sobre todo no han cambiado los amigos de cuya amistad disfruto como siempre, solo que, desde lejos, es como si dispusieras de ellos en pasado. Ahora los tengo aquí, en presente, porque es su presencia lo que los hace tangibles.
La amistad es una de las cosas que hace grata la vida e impide que el tiempo disgregue a quienes vivieron juntos momentos memorables que dieron y siguen dando sentido a la existencia. La amistad es una de esas cosas que deben saborearse como se cata despacio y paladea con los ojos cerrados un buen vivo que no tiene precio.
Jesús mismo llamaba amigos al estrecho círculo de sus discípulos.
viernes, 10 de junio de 2011
La paz de Cristo
Jesús departe con sus discípulos y después de avisarles de que, ante el atroz espectáculo de su muerte, se dispersarán desconcertados, presa de pavor, y le dejarán tristemente solo, les abre amistoso los brazos prometiéndoles que en él hallarán siempre la paz que han perdido.
Es hasta natural que así sea. Si Cristo está donde aflora como descolorido rastrojo erizado el sufrimiento, es explicable que la paz perdida se halle también en esos mismos brazos de donde no acaban de caer los clavos que los mantienen abiertos.
La paz de Cristo es un don que vale la pena merecer. Es importante morir en paz, pero aun lo es más disfrutarla en vida, porque la paz que sólo Dios da, es un valladar insalvable contra el que se estrellan insidias, añagazas, empellones y desafueros.
REFLEXIÓN: La gioconda de Galilea
Denominan así, por su belleza, el delicado rostro femenino que centra, en su parte inferior, la cenefa en que queda envuelto un artístico mosaico procedente de una de las casas más nobles, aparecido en la ruinas de Séforis.
Séforis fue la ciudad edificada como capital de Galilea, en Palestina, por el rey Herodes Antipas, distante unos siete kms. de Nazaret. Cabe incluso que en su construcción trabajasen como artesanos san José y el mismo Jesús.
El mosaico figuraba en el suelo de un triclinio de la referida casa y es de ver la singular belleza de su ejecución y el dinamismo laborioso de los danzantes de Dionisos que corretean por dicha cenefa, bordeando los cuatro lados de la composición. Es de lamentar que, al haberse desprendido alguna de sus menudas teselas, quede incompleto y malherido el rostro augusto de la joven mujer, en que concluyen y resuelven, como por ensalmo, unos motivos graciosamente circulares de tema vegetal.
Es hasta natural que así sea. Si Cristo está donde aflora como descolorido rastrojo erizado el sufrimiento, es explicable que la paz perdida se halle también en esos mismos brazos de donde no acaban de caer los clavos que los mantienen abiertos.
La paz de Cristo es un don que vale la pena merecer. Es importante morir en paz, pero aun lo es más disfrutarla en vida, porque la paz que sólo Dios da, es un valladar insalvable contra el que se estrellan insidias, añagazas, empellones y desafueros.
REFLEXIÓN: La gioconda de Galilea
Denominan así, por su belleza, el delicado rostro femenino que centra, en su parte inferior, la cenefa en que queda envuelto un artístico mosaico procedente de una de las casas más nobles, aparecido en la ruinas de Séforis.
Séforis fue la ciudad edificada como capital de Galilea, en Palestina, por el rey Herodes Antipas, distante unos siete kms. de Nazaret. Cabe incluso que en su construcción trabajasen como artesanos san José y el mismo Jesús.
El mosaico figuraba en el suelo de un triclinio de la referida casa y es de ver la singular belleza de su ejecución y el dinamismo laborioso de los danzantes de Dionisos que corretean por dicha cenefa, bordeando los cuatro lados de la composición. Es de lamentar que, al haberse desprendido alguna de sus menudas teselas, quede incompleto y malherido el rostro augusto de la joven mujer, en que concluyen y resuelven, como por ensalmo, unos motivos graciosamente circulares de tema vegetal.
jueves, 9 de junio de 2011
No hay unidad sin amor
A Jesús le preocupan la discordia y disensiones que minan y ponen en dispersión a quienes ha de mantenerse unidos la profesión de una misma fe y un mismo amor.
La fe y el amor, como cogidas estrechamente de la mano, configurarán al creyente, como trasunto del abrazo y la comunión que establece el Espíritu divino entre Padre e Hijo. En la misma medida que las piedras vivas que conforman el edificio que es Cristo eviten quiebras y fisuras, la familia cristiana hará Iglesia compacta y firme.
La clave de toda evidencia es ésa: no hay unidad donde no hay amor, en cuya realización, la asiste el aliento de Dios.
Reflexión: Hasta luego
Dicen que despedirse es morir un poco, despojarse de mucho que has venido amando. Hay despedidas en la historia que hicieron época. Horacio, a la luz de la luna, en Roma, lentamente, hacia el destierra a tierras inhóspìtas, dando una última mirada a la negra silueta del Capitolio. La del último rey moro, Boadil, dejando tras de sí, a lágrima viva, un espléndido palacio rosáceo que ya no volverán a ver sus ojos. La sosegada, aunque tristísima, de Jesús, en el evangelio de Juan. Dejar inopinadamente Teruel, de buenas a primeras, que has habitado plácidamente largos años, bien merece también una lágrima.
En realidad, vivir es ir despidiéndose cada día un poco de lo que uno va dejando de ser. Con todo, decir adiós cuando la despedida va para largo, cuesta un poco; es dejar atrás una parte de tu biografía, todo lo humilde que se quiera, pero es la tuya, y perder el contexto en que la venías viviendo, no sólo es pasar página con la yema del dedo humedecida. Sólo que para el idioma castellano, que nos expresa en muy buena medida, no existe la despedida definitiva: ¡Hasta ahora!, decimos no sin cierto optimismo, dejando la puerta entreabierta para un anhelante regreso.
Pues eso: ¡Hasta ahora!
La fe y el amor, como cogidas estrechamente de la mano, configurarán al creyente, como trasunto del abrazo y la comunión que establece el Espíritu divino entre Padre e Hijo. En la misma medida que las piedras vivas que conforman el edificio que es Cristo eviten quiebras y fisuras, la familia cristiana hará Iglesia compacta y firme.
La clave de toda evidencia es ésa: no hay unidad donde no hay amor, en cuya realización, la asiste el aliento de Dios.
Reflexión: Hasta luego
Dicen que despedirse es morir un poco, despojarse de mucho que has venido amando. Hay despedidas en la historia que hicieron época. Horacio, a la luz de la luna, en Roma, lentamente, hacia el destierra a tierras inhóspìtas, dando una última mirada a la negra silueta del Capitolio. La del último rey moro, Boadil, dejando tras de sí, a lágrima viva, un espléndido palacio rosáceo que ya no volverán a ver sus ojos. La sosegada, aunque tristísima, de Jesús, en el evangelio de Juan. Dejar inopinadamente Teruel, de buenas a primeras, que has habitado plácidamente largos años, bien merece también una lágrima.
En realidad, vivir es ir despidiéndose cada día un poco de lo que uno va dejando de ser. Con todo, decir adiós cuando la despedida va para largo, cuesta un poco; es dejar atrás una parte de tu biografía, todo lo humilde que se quiera, pero es la tuya, y perder el contexto en que la venías viviendo, no sólo es pasar página con la yema del dedo humedecida. Sólo que para el idioma castellano, que nos expresa en muy buena medida, no existe la despedida definitiva: ¡Hasta ahora!, decimos no sin cierto optimismo, dejando la puerta entreabierta para un anhelante regreso.
Pues eso: ¡Hasta ahora!
miércoles, 8 de junio de 2011
La evangelización
Jesús suplica al Padre que se ocupe solícito, no sólo de los que él eligió para sí, sino igualmente de cuantos, movidos por la palabra que ellos hacen suya , crean en el misterio de fe de su persona. Y lo hace fervientemente, elevando el milagro de sus ojos hacia el sagrado cielo de Judea.
En la temblorosa palabra inaugural de sus discípulos resuena la de Jesús, vibrante y recia, llena de Dios, como río que rebosa. Es él quien golpea en cada sílaba con el sonoro aldabón de sus verdades. Y en el pecho del creyente, revolotea la sombra banca de Jesús con el aleteo de su Espíritu divino.
Poned la mano ahuecada detrás de la oreja y escuchad.
Reflexión: Mi adiós a las hermanas clarisas
Durante once años me he complacido, desde la minoridad franciscana, en acompañar, por los senderos que frecuenta el Espíritu de Dios, a un escaso número de hermanas clarisas, ya entradas en edad, bien que siempre animosas. Les he hurtado y me llevo un puñado de limpias sonrisas.
El cambio de residencia me señala un destino donde la jovialidad de voces estudiantiles llenan el aire, en otro tiempo familiar, que ahora volveré de nuevo a respirar gozoso. Dejo atrás un espacio que la alegría de vivir gratamente con Dios y sus amigos me hizo fácil, a otro donde igualmente habita Dios.
Me he sentido arropado durante todo ese tiempo por el trato amistoso de muchos que, en buena parte, celebraban la eucaristía que me correspondía a mí `presidir. No me voy solo, ni mucho menos. Voy con Dios, en cuyo corazón lleno de leves amapolas gusto de guardar todo lo mío.
En la temblorosa palabra inaugural de sus discípulos resuena la de Jesús, vibrante y recia, llena de Dios, como río que rebosa. Es él quien golpea en cada sílaba con el sonoro aldabón de sus verdades. Y en el pecho del creyente, revolotea la sombra banca de Jesús con el aleteo de su Espíritu divino.
Poned la mano ahuecada detrás de la oreja y escuchad.
Reflexión: Mi adiós a las hermanas clarisas
Durante once años me he complacido, desde la minoridad franciscana, en acompañar, por los senderos que frecuenta el Espíritu de Dios, a un escaso número de hermanas clarisas, ya entradas en edad, bien que siempre animosas. Les he hurtado y me llevo un puñado de limpias sonrisas.
El cambio de residencia me señala un destino donde la jovialidad de voces estudiantiles llenan el aire, en otro tiempo familiar, que ahora volveré de nuevo a respirar gozoso. Dejo atrás un espacio que la alegría de vivir gratamente con Dios y sus amigos me hizo fácil, a otro donde igualmente habita Dios.
Me he sentido arropado durante todo ese tiempo por el trato amistoso de muchos que, en buena parte, celebraban la eucaristía que me correspondía a mí `presidir. No me voy solo, ni mucho menos. Voy con Dios, en cuyo corazón lleno de leves amapolas gusto de guardar todo lo mío.
martes, 7 de junio de 2011
La vida eterna en paz con Dios
Jesús suele hablar despacio, con parsimonia. Se expresa tranquilamente, desde su más honda serenidad, porque su palabra es un delgado hilo de agua que mana despacio desde el corazón eterno de Dios y la eternidad no tiene prisa. La paz de Dios, que es la suya, envuelve en todo momento a quien la hace suya.
¿Y qué dice esa palabra? Habla precisamente de la vida eterna. Jesús la define como el conocimiento práctico de Dios y de su enviado, un conocimiento pleno, trascendente, que sólo se da en su compañía amorosa y la aceptación de ese misterio que deja ver resquicios de ese saber de las cosas de Dios.
Se explica que la vida eterna exija el conocimiento de Dios, porque nadie que no conozca a Dios puede pretender amarle eternamente, en su compañía, ya que consiste en poder contemplarle cara a cara, rebosantes de amor. Es san Pablo quien dice acertadamente a sus cristianos que el día que lo puedan mirar frente a frente, el día que también nosotros, con los ojos limpios, lo podamos ver tal cual es, seremos como él, participando de su gloria, que es el gozo de la eternidad.
Reflexión:Los Ababoles
En Aragón, el término amapola, tan femenina y pomposo, es foratero. Aquí, lo que florece sin eufemismos son los ababoles. Es uno de los signos más llamativos de la primavera, el ababol, ese borbotón de sangre que hiere las mieses doradas y tiñe de encendida carne las cunetas verdes de loas veredas.
Las copiosas lluvias nos han beneficiado con el regalo de su abundancia. Los ababoles son agradecidos y , brillantes, sin dejar de ser leves y quebradizos, por la debilidad y ligereza de su corola. Si el cardo espinoso y recio enerva con sembrados con su agresividad, los ababoles movedizos tienen la mejilla avergonzada y confieren así inocencia y ternura al paisaje.
Su existencia es efímera, imagen del tiempo. Como todo.
¿Y qué dice esa palabra? Habla precisamente de la vida eterna. Jesús la define como el conocimiento práctico de Dios y de su enviado, un conocimiento pleno, trascendente, que sólo se da en su compañía amorosa y la aceptación de ese misterio que deja ver resquicios de ese saber de las cosas de Dios.
Se explica que la vida eterna exija el conocimiento de Dios, porque nadie que no conozca a Dios puede pretender amarle eternamente, en su compañía, ya que consiste en poder contemplarle cara a cara, rebosantes de amor. Es san Pablo quien dice acertadamente a sus cristianos que el día que lo puedan mirar frente a frente, el día que también nosotros, con los ojos limpios, lo podamos ver tal cual es, seremos como él, participando de su gloria, que es el gozo de la eternidad.
Reflexión:Los Ababoles
En Aragón, el término amapola, tan femenina y pomposo, es foratero. Aquí, lo que florece sin eufemismos son los ababoles. Es uno de los signos más llamativos de la primavera, el ababol, ese borbotón de sangre que hiere las mieses doradas y tiñe de encendida carne las cunetas verdes de loas veredas.
Las copiosas lluvias nos han beneficiado con el regalo de su abundancia. Los ababoles son agradecidos y , brillantes, sin dejar de ser leves y quebradizos, por la debilidad y ligereza de su corola. Si el cardo espinoso y recio enerva con sembrados con su agresividad, los ababoles movedizos tienen la mejilla avergonzada y confieren así inocencia y ternura al paisaje.
Su existencia es efímera, imagen del tiempo. Como todo.
lunes, 6 de junio de 2011
La paz que sólo Dios da
Jesús departe con sus discípulos y después de avisarles de que, ante el atroz espectáculo de su muerte, se dispersarán desconcertados, presa de pavor, y le dejarán tristemente solo, les abre amistoso los brazos prometiéndoles que en él hallarán siempre la paz que han perdido.
Es hasta natural que asé sea. Si Cristo está donde aflora como descolorido rastrojo erizado el sufrimiento, es explicable que la paz perdida se halle también en esos mismos brazos de donde no acaban de caer los clavos que los mantienen abiertos.
La paz de Cristo es un don que vale la pena merecer. Es importante morir en paz, pero aun lo es más disfrutarla en vida, porque la paz que sólo Dios da, es un valladar insalvable contra el que se estrellan insidias, añagazas, empellones y desafueros.
Reflexión: ¿Cómo era María?
No sabemos cómo era la Virgen. Parece ser que era una joven de pocos años, limpia como el corazón de una fuente, nazarena, de ojos humildes, y que en su bondad rivalizaba con ángeles, y que no sólo enamoró a José, el carpintero; enamoró al mismo Dios. No sabemos si era esbelta o baja, de tez morena o clara, guapa o normalita.
Es hasta natural que asé sea. Si Cristo está donde aflora como descolorido rastrojo erizado el sufrimiento, es explicable que la paz perdida se halle también en esos mismos brazos de donde no acaban de caer los clavos que los mantienen abiertos.
La paz de Cristo es un don que vale la pena merecer. Es importante morir en paz, pero aun lo es más disfrutarla en vida, porque la paz que sólo Dios da, es un valladar insalvable contra el que se estrellan insidias, añagazas, empellones y desafueros.
Reflexión: ¿Cómo era María?
No sabemos cómo era la Virgen. Parece ser que era una joven de pocos años, limpia como el corazón de una fuente, nazarena, de ojos humildes, y que en su bondad rivalizaba con ángeles, y que no sólo enamoró a José, el carpintero; enamoró al mismo Dios. No sabemos si era esbelta o baja, de tez morena o clara, guapa o normalita.
Los pintores, desde la piedad cristiana, la han imaginado bellísima, noble, siempre seria y piadosa, según los cánones de belleza de cada tiempo. En todo caso, lo que importa no es su porte corporal, sino la grandeza de su corazón de madre en el que cupo, más o menos ajustado, el Hijo de Dios. Y si Jesús, su hijo, cantó los beneficios de la austeridad que aligera el corazón del pobre y se mostró tan compasivo con el dolor del hombre como desprovisto de pertenencias y dignidades, compasiva y pobre fue ella dignísimamente. Su belleza descansaba en la sencillez, la amabilidad y la cuidadosa atención con que retenía lo que oía sobre los divinos misterios, que al adivinarlos, los guardaba en su corazón, como quien guarda una perla singular.
Lucas es quien más supo de ella. Tal vez, tampoco él lo supo todo.
domingo, 5 de junio de 2011
El misterio de la Ascensión
Desde el relámpago cegador de la resurrección, Jesús ha venido aclarando a sus discípulos el misterio de su muerte - la muerte inconcebible para ellos del Mesías-, y el nuevo sentido que cobra ahora lo dicho en las Escrituras acerca de él. Los discípulos de Emaús han saboreado tan sabrosas primicias.
Les ha revelado que su presencia entre ellos queda mediada por el Espíritu de Dios que es su Espíritu, y una promesa alentadora: no les dejará nunca solos. Su ausencia ha de ser sólo aparente, de modo que el mundo no lo verá, pero ellos sí.
Desde la Ascensión, es la Iglesia la que lleva a cabo el diseño evangelizador trazado por Jesús. Se ve aquí, con el comienzo de la historia de esa Iglesia, un cambio de perspectiva en la que sus seguidores testimoniarán que Cristo vive en el corazón de cuantos creen en él y que su palabra es eterna, de modo que quien se identifique con ella no morirá nunca.
La Ascensión constituye el fin de una forma de vida palpable de Cristo y el comienzo de otra sacramental, en la que el Espíritu divino hace sus veces en la Iglesia que constituimos todos los creyentes.
Lugar de la Ascensión
Desde la Ascensión, es la Iglesia la que lleva a cabo el diseño evangelizador trazado por Jesús. Se ve aquí, con el comienzo de la historia de esa Iglesia, un cambio de perspectiva en la que sus seguidores testimoniarán que Cristo vive en el corazón de cuantos creen en él y que su palabra es eterna, de modo que quien se identifique con ella no morirá nunca.
La Ascensión constituye el fin de una forma de vida palpable de Cristo y el comienzo de otra sacramental, en la que el Espíritu divino hace sus veces en la Iglesia que constituimos todos los creyentes.
Reflexión: Escribe eso mismo
Nadie dudaría de la clara inteligencia de un escritor tan elegante como Cicerón. Gustaba de escribir cartas a familiares y amigos, y no comprendía cómo uno de ellos, que nuca respondía a la amabilidad de sus misivas, alegara que cuando se proponía hacerlo, no se le ocurría nada que mereciera la pena.
Cicerón, en una carta muy escueta, le trazaba una pauta infalible para salir del atasco. ¿Dices que no me escribes porque no se te ocurre qué decirme? Te doy una receta muy fácil: escríbeme eso mismo.
Hay ocasiones en que al momento de exponer algo que pueda interesar a un presunto lector, no da uno con el hilo del necesario discurso mental. Y sin embargo, la solución es esa misma que aconseja el escritor latino: al momento de escribir algo, si te abandona esa brizna del necesario ingenio, escribe eso mismo que te está ocurriendo exponiendo tu propia torpeza.
Algo así es lo que acabo de hacer yo con estas torpes líneas.
Les ha revelado que su presencia entre ellos queda mediada por el Espíritu de Dios que es su Espíritu, y una promesa alentadora: no les dejará nunca solos. Su ausencia ha de ser sólo aparente, de modo que el mundo no lo verá, pero ellos sí.
Desde la Ascensión, es la Iglesia la que lleva a cabo el diseño evangelizador trazado por Jesús. Se ve aquí, con el comienzo de la historia de esa Iglesia, un cambio de perspectiva en la que sus seguidores testimoniarán que Cristo vive en el corazón de cuantos creen en él y que su palabra es eterna, de modo que quien se identifique con ella no morirá nunca.
La Ascensión constituye el fin de una forma de vida palpable de Cristo y el comienzo de otra sacramental, en la que el Espíritu divino hace sus veces en la Iglesia que constituimos todos los creyentes.
Lugar de la Ascensión
Desde la Ascensión, es la Iglesia la que lleva a cabo el diseño evangelizador trazado por Jesús. Se ve aquí, con el comienzo de la historia de esa Iglesia, un cambio de perspectiva en la que sus seguidores testimoniarán que Cristo vive en el corazón de cuantos creen en él y que su palabra es eterna, de modo que quien se identifique con ella no morirá nunca.
La Ascensión constituye el fin de una forma de vida palpable de Cristo y el comienzo de otra sacramental, en la que el Espíritu divino hace sus veces en la Iglesia que constituimos todos los creyentes.
Reflexión: Escribe eso mismo
Nadie dudaría de la clara inteligencia de un escritor tan elegante como Cicerón. Gustaba de escribir cartas a familiares y amigos, y no comprendía cómo uno de ellos, que nuca respondía a la amabilidad de sus misivas, alegara que cuando se proponía hacerlo, no se le ocurría nada que mereciera la pena.
Cicerón, en una carta muy escueta, le trazaba una pauta infalible para salir del atasco. ¿Dices que no me escribes porque no se te ocurre qué decirme? Te doy una receta muy fácil: escríbeme eso mismo.
Hay ocasiones en que al momento de exponer algo que pueda interesar a un presunto lector, no da uno con el hilo del necesario discurso mental. Y sin embargo, la solución es esa misma que aconseja el escritor latino: al momento de escribir algo, si te abandona esa brizna del necesario ingenio, escribe eso mismo que te está ocurriendo exponiendo tu propia torpeza.
Algo así es lo que acabo de hacer yo con estas torpes líneas.
sábado, 4 de junio de 2011
En su nombre
Jesús es nuestro mediador por excelencia. Su condición de Dios y hombre, a la par, le hacen único e insustituible. De ahí que, a punto de instalarse de nuevo junto al Padre, haga saber a sus discípulos que llega el momento en que podrán pedir lo que desen y crean necesario, en su nombre, que él intercederá ante el Padre con toda solicitud por quien con firmeza le suplique algo.
Esa es la novedad que Jesús anuncia ahora a los suyos, novedad que encierra una promesa más que amistosa, la de que, más que nunca, podrán contar ya con él en lo sucesivo.
Es la parte que él se otorga como Hijo que es de Dios. Por parte nuestra, la intensidad y firmeza de nuestra fe medirá siempre la eficacia de todo ruego.
Reflexión: De mudanza
Pocas cosas tan engorrosas como una mudanza. Llamamos así, mudanza, al molesto ajetreo que comporta ordenar, empaquetar y disponer lo que estimamos conveniente llevar consigo al nuevo hogar en que hemos de asentar nuestra existencia. Y es curioso comprobar la cantidad de minucias y enseres innecesarios que hemos de desechar para aligerar nuestra marcha. Mudarse no es “cambiar de camisa” como hacen las serpientes en primavera; pero también, si sabemos despojarnos de todo lo que nos sobra. En la medida que dejamos de tener, aumentamos nuestra posibilidad y calidad de ser. No deja de ser un modo de renovarse.
Esa es la novedad que Jesús anuncia ahora a los suyos, novedad que encierra una promesa más que amistosa, la de que, más que nunca, podrán contar ya con él en lo sucesivo.
Es la parte que él se otorga como Hijo que es de Dios. Por parte nuestra, la intensidad y firmeza de nuestra fe medirá siempre la eficacia de todo ruego.
Reflexión: De mudanza
Pocas cosas tan engorrosas como una mudanza. Llamamos así, mudanza, al molesto ajetreo que comporta ordenar, empaquetar y disponer lo que estimamos conveniente llevar consigo al nuevo hogar en que hemos de asentar nuestra existencia. Y es curioso comprobar la cantidad de minucias y enseres innecesarios que hemos de desechar para aligerar nuestra marcha. Mudarse no es “cambiar de camisa” como hacen las serpientes en primavera; pero también, si sabemos despojarnos de todo lo que nos sobra. En la medida que dejamos de tener, aumentamos nuestra posibilidad y calidad de ser. No deja de ser un modo de renovarse.
viernes, 3 de junio de 2011
Tristeza y gozo pascual
Despidiéndose de sus discípulos, Jesús les anticipa la tristeza que ha de producir la soledad aneja a su muerte, y les alienta prometiéndoles que esa tristeza será semilla de gozo pascual.
Las alegrías casi nunca vienen solas. Pero tampoco son tan intensas y mueven tanto como cuando, desangrándonos, acuden de pronto a borrarnos la desolación que nos acongoja.
Imaginemos entonces la alegría inesperada de aquella comunidad sumida en el desconsuelo, cuando empiezan a llegar, de modo creciente, las noticias de la resurrección de Cristo. Las mujeres han visto el sepulcro vacío y un ángel les ha dicho que Cristo vive; dos discípulos llegan a todo correr, desde Emaús, testificando que lo han visto vivo. Y acto seguido, Jesús se les aparece súbitamente allí mismo, en el Cenáculo, a un grupo importante de discípulos que no salen de su asombro.
La alegría les inunda el corazón, una alegría conquistada, elaborada a fuerza de dolores, desde lo hondo del descalabro.
Ahora empezarán a comprender las Escrituras. Todo ocurre como un doloroso alumbramiento, de modo que el dolor se sublima, gracias a una visión nueva de las cosas, como le ocurre a una parturienta.
A veces, todo lo que necesitamos para cambiar un gran sufrimiento en gozo, es propiciar un cambio en el punto de vista de la realidad que nos atenaza. Como aquí, mirando las cosas desde los ojos resucitados de Jesús, que gusta de inundar de alegría pascual las tristezas más negras con sólo su presencia luminosa. Para esto nos ha dejado la puerta abierta.
Reflexión: Álamos frente al convento
Frente al convento de “los frailes de los chorros” que dicen aquí, aludiendo al abrevadero que mana en su plaza, hileras de álamos, bordeando al río, hacían de pantalla acústica natural que aguataba el ruido de esas otras hileras de coches en huida vertiginosa por la carretera nacional.
La conveniencia de habilitar las riberas del río como paseo ciudadano, mal aconsejó talar una buena parte de los árboles para dar entrada a las máquinas que construirían las escolleras de las curvas del cauce. ¿Dónde estaban los tan cacareados ecologistas?
Afortunadamente, dos primaveras después, en los tocones de los antiguos árboles han ido aflorando nuevas acacias, ahora ya en flor, y álamos de un verde limpio y ternísimo, que vuelven a restañar los calveros que habían dejado ralo el boscaje. La naturaleza sabe reparar las heridas que el hombre deja tras de sí, como una firma ácida.
Si las aguas fueran tan limpias como antaño, en sus aguas se reflejaría movedizo el paisaje ribereño, pero hoy día esos milagros son mucho pedir..
Las alegrías casi nunca vienen solas. Pero tampoco son tan intensas y mueven tanto como cuando, desangrándonos, acuden de pronto a borrarnos la desolación que nos acongoja.
Imaginemos entonces la alegría inesperada de aquella comunidad sumida en el desconsuelo, cuando empiezan a llegar, de modo creciente, las noticias de la resurrección de Cristo. Las mujeres han visto el sepulcro vacío y un ángel les ha dicho que Cristo vive; dos discípulos llegan a todo correr, desde Emaús, testificando que lo han visto vivo. Y acto seguido, Jesús se les aparece súbitamente allí mismo, en el Cenáculo, a un grupo importante de discípulos que no salen de su asombro.
La alegría les inunda el corazón, una alegría conquistada, elaborada a fuerza de dolores, desde lo hondo del descalabro.
Ahora empezarán a comprender las Escrituras. Todo ocurre como un doloroso alumbramiento, de modo que el dolor se sublima, gracias a una visión nueva de las cosas, como le ocurre a una parturienta.
A veces, todo lo que necesitamos para cambiar un gran sufrimiento en gozo, es propiciar un cambio en el punto de vista de la realidad que nos atenaza. Como aquí, mirando las cosas desde los ojos resucitados de Jesús, que gusta de inundar de alegría pascual las tristezas más negras con sólo su presencia luminosa. Para esto nos ha dejado la puerta abierta.
Reflexión: Álamos frente al convento
Frente al convento de “los frailes de los chorros” que dicen aquí, aludiendo al abrevadero que mana en su plaza, hileras de álamos, bordeando al río, hacían de pantalla acústica natural que aguataba el ruido de esas otras hileras de coches en huida vertiginosa por la carretera nacional.
La conveniencia de habilitar las riberas del río como paseo ciudadano, mal aconsejó talar una buena parte de los árboles para dar entrada a las máquinas que construirían las escolleras de las curvas del cauce. ¿Dónde estaban los tan cacareados ecologistas?
Afortunadamente, dos primaveras después, en los tocones de los antiguos árboles han ido aflorando nuevas acacias, ahora ya en flor, y álamos de un verde limpio y ternísimo, que vuelven a restañar los calveros que habían dejado ralo el boscaje. La naturaleza sabe reparar las heridas que el hombre deja tras de sí, como una firma ácida.
Si las aguas fueran tan limpias como antaño, en sus aguas se reflejaría movedizo el paisaje ribereño, pero hoy día esos milagros son mucho pedir..
jueves, 2 de junio de 2011
Dentro de poco no me veréis
Es fácil entender que el verbo ver se usa aquí con doble acepción: El primer tiempo verbal, no me veréis, se refiere a la visión sensible de nuestros ojos; el segundo, me veréis, alude al modo de percibir la presencia divina desde la fe. Es una de tantas maneras de anunciarles que tiene que morir, esa revelación tan difícil y tan triste para los suyos..
Aún así, Jesús procede con ánimo alentador, y les ha prometido ya que, muerto, seguiría viviendo, y que aunque el mundo dejará de verle, ellos sí que le verían.
Vivir las palabras de Cristo, es vivir con él ausencias y vivas presencias de un Dios resucitado ya para siempre. Alegrémonos con él por haber vuelto, llenando de esperanza nuestra fe.
Reflexión: La luna, nuestra hermana
Hasta los niños saben que la luna, nuestro satélite, como una vulgar moneda, tiene dos caras, la visible y la que no vemos. Y ahora resulta que no es homogénea; su campo gravitatorio, como consecuencia de las diferencias de su campo magnético, es más intenso por la cara visible que por la oculta, y es lo que ha ocasionado esos espacios más oscuros y azulados, como el llamado mar de la Tranquilidad, que resultan de extensos magmas derramados en tiempos remotísimos, que no se dan en la otra cara porque en ésa la gravedad es más débil. Y la consecuencia más inmediata también distintiva: la roca en la cara visible es más compacta; en la oculta es más esponjosa.
Gracias a esa parte más intensa del campo magnético que mira a la tierra, los movimientos rotatorios de nuestro planeta son más lentos de lo que serían sin ese estirón que ejerce sobre nosotros su fuerza gravitatoria.
Es nuestra hermana, al fin, desgajada de nuestro planeta como consecuencia del impacto terrible de un meteorito, disminuyendo la masa de la tierra. No estamos solos.
Aún así, Jesús procede con ánimo alentador, y les ha prometido ya que, muerto, seguiría viviendo, y que aunque el mundo dejará de verle, ellos sí que le verían.
Vivir las palabras de Cristo, es vivir con él ausencias y vivas presencias de un Dios resucitado ya para siempre. Alegrémonos con él por haber vuelto, llenando de esperanza nuestra fe.
Reflexión: La luna, nuestra hermana
Hasta los niños saben que la luna, nuestro satélite, como una vulgar moneda, tiene dos caras, la visible y la que no vemos. Y ahora resulta que no es homogénea; su campo gravitatorio, como consecuencia de las diferencias de su campo magnético, es más intenso por la cara visible que por la oculta, y es lo que ha ocasionado esos espacios más oscuros y azulados, como el llamado mar de la Tranquilidad, que resultan de extensos magmas derramados en tiempos remotísimos, que no se dan en la otra cara porque en ésa la gravedad es más débil. Y la consecuencia más inmediata también distintiva: la roca en la cara visible es más compacta; en la oculta es más esponjosa.
Gracias a esa parte más intensa del campo magnético que mira a la tierra, los movimientos rotatorios de nuestro planeta son más lentos de lo que serían sin ese estirón que ejerce sobre nosotros su fuerza gravitatoria.
Es nuestra hermana, al fin, desgajada de nuestro planeta como consecuencia del impacto terrible de un meteorito, disminuyendo la masa de la tierra. No estamos solos.
miércoles, 1 de junio de 2011
Las verdades reveladas
La revelación no acaba con la muerte de Jesús: queda una rendija abierta, la voz callada de su Espíritu, que asistirá a los suyos y apuntalará a la Iglesia aclarando todo aquello que Jesús dejó dicho y habrá que ir desvelando poco a poco, ya que en su día, los suyos no fueron capaces de entenderlas en su plenitud.
Cuando Jesús dice a los suyos que no les dejará solos, lo que está ordenando es el futuro de su Iglesia, en la que el Espíritu de Dios, que es el suyo, hará sus veces y será la voz de Jesús en la Iglesia.
Protegido por el Espíritu de la verdad, lo revelado por Jesús no correrá peligro, porque será él quien nos guíe a la verdad, y la verdad es Cristo mismo.
Dejémonos llevar por el Espíritu Santo a lo largo del camino que es Jesús, un camino verdadero y seguro que desemboca como un río en el Padre.
Reflexión: El tiempo y los sabios
Los sabios nos dicen que el tiempo es la cuarta dimensión y que se podía conseguir, puesto que es como un río con sucesivos pasajes diferentes, pasar de un momento a otro ya pasado, de modo que tendríamos una actualización en presente de los recuerdos que fija la memoria. Oponen a su realización el coste insostenible que hace imposible su puesta a punto. Hay incluso algún sabio actual que tiene resuelto el proyecto teórico con que llevar a cabo semejante doblaje del tiempo, que habría que herir con la lanza electrónica de los rayos laser, sólo que se ignoran las posibles consecuencias, más que arriesgadas y peligrosas, que podrían resultar del intento.
Los científicos se nos antojan a veces juguetones y aventureros. Dejemos las cosas como están. La experiencia nos dice que nacemos un buen día, transcurre el tiempo más bien con paso raudo, y un día se nos acaba la trama que hemos venido entretejiendo laboriosamente. Y después del tiempo, con sus limitaciones, la eternidad. El tiempo es la antesala de Dios.
Cuando Jesús dice a los suyos que no les dejará solos, lo que está ordenando es el futuro de su Iglesia, en la que el Espíritu de Dios, que es el suyo, hará sus veces y será la voz de Jesús en la Iglesia.
Protegido por el Espíritu de la verdad, lo revelado por Jesús no correrá peligro, porque será él quien nos guíe a la verdad, y la verdad es Cristo mismo.
Dejémonos llevar por el Espíritu Santo a lo largo del camino que es Jesús, un camino verdadero y seguro que desemboca como un río en el Padre.
Reflexión: El tiempo y los sabios
Los sabios nos dicen que el tiempo es la cuarta dimensión y que se podía conseguir, puesto que es como un río con sucesivos pasajes diferentes, pasar de un momento a otro ya pasado, de modo que tendríamos una actualización en presente de los recuerdos que fija la memoria. Oponen a su realización el coste insostenible que hace imposible su puesta a punto. Hay incluso algún sabio actual que tiene resuelto el proyecto teórico con que llevar a cabo semejante doblaje del tiempo, que habría que herir con la lanza electrónica de los rayos laser, sólo que se ignoran las posibles consecuencias, más que arriesgadas y peligrosas, que podrían resultar del intento.
Los científicos se nos antojan a veces juguetones y aventureros. Dejemos las cosas como están. La experiencia nos dice que nacemos un buen día, transcurre el tiempo más bien con paso raudo, y un día se nos acaba la trama que hemos venido entretejiendo laboriosamente. Y después del tiempo, con sus limitaciones, la eternidad. El tiempo es la antesala de Dios.