jueves, 4 de noviembre de 2010
Crimen en la catedral
Líbreme Dios de identificar el Islán con la bestialidad de quienes se complacen, en su nombre, en destrozar con explosivos a gente buena que reza devotas en la catedral de Bagdad, salpicando con sangre mártir las imágenes del lugar sagrado. Líbreme Dios. Pero si jalean que el dios de sus creencias aplaude y premia dadivoso su belicosa brutalidad, flaco favor es el que hacen a sus correligionarios moderados y mejor aconsejados. Los menos avisados en este otro lado del mundo, acaban por meter en un mismo saco a los seguidores del profeta de manera indiscriminada, lo que tampoco es justo.
En este clima tan poco favorecedor de la conveniente cercanía de unos y otros, es lamentable el abismo que están cavando entre una y otra cultura, a despecho de los vanos y fracasados intentos por conjuntar, cogidas con alfileres, tan apartadas civilizaciones.
Bagdad ya no es la sede ideal de cuentos supuestamente encantadores, ocurridos en no sé qué noche entre mil y una, por más descuentos que se le haga a la intolerancia..
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