lunes, 21 de marzo de 2011
No juzaguéis....
Amar al otro comporta respetarlo como nos respeta Dios. Él, que ha hecho al hombre libre inspirándose en calidades de su propia condición divina, respeta exquisitamente la libertad del hombre, a veces con encomiable paciencia, sin interferirse su conducta. ¡Pero cuesta tan poco emitir un juicio sobre otro, a veces de manera apresurada e inconsistente! Jesús mismo dice que no ha venido a juzgar. Cuánto más debemos abstenernos nosotros de someter a juicio a los que él evita condenar.
No se trata de evitar darnos cuenta de las cosas y eventos de cada día o de no valorarlas en su justa medida, sino de que nos percatemos de la gravedad de tachar a las personas con remoquetes condenatorios, arrogándonos facultades que corresponden sólo a Dios.
Y a fin de que aprendamos a calibrar el alcance de nuestra osadía, Jesús nos recomienda que nos pongamos en el lugar del otro a quien empujamos sin rubor por las pendientes del descrédito. No juzguéis, y no seréis juzgados.
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