Reflexión: Los amigos
El lenguaje, tan propicio a decirlo todo, tiene su limitaciones en el intento de expresar sensaciones concretas y sentimientos. ¿Cómo medir la intensa singularidad del júbilo que produce dar de pronto con un amigo tras larga e inevitable ausencia? Cada amistad comporta una presencia distinta en el listado cordial de cuantos nos acompañan, cerca o lejos, en la andadura hacia Dios que es la existencia. Constituyen una familia que prolonga y completa la que nos vio nacer, tan insustituible como ella. Ir en compañía es una social manera de ser. Jesús eligió entre sus discípulos a quienes quiso que le acompañaran estrechamente de por vida y con quienes departir amigablemente. Sólo que, a veces, el encuentro desempolva momentos irrecuperables o ausencias definitivas que connotan sucesivos regresos a lo que fuimos, desde su pizca de nostalgia y vuelta atrás.Con todo, qué difícil debe de resultarle a más de uno la vaciedad de desconocer y vivir sin amigos, ese séquito afectivo de amables coincidencias que arropan la existencia normal de la persona humana.
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