martes, 26 de julio de 2011
El trigo y la cizaña
El trigo viene a ser signo de bondad en el acervo de cosas que pueblan el entorno doméstico de una persona en tiempos de Jesús. El trigo, el pan de cada día, el alimento eucarístico, constituyen un manojo de excelencia en la mentalidad cristiana. Por contra, signo de amaño y perversidad es la cizaña, porque malea el territorio amable donde la mano de Dios dora el trigo.
Es comprensible que la espiga del trigo sugiriera a Jesús el corazón del hombre bueno. De pan tierno estaba hecho el suyo.
Bagatela: El mercadillo
El colorido abigarrado del mercadillo y el sordo rumor de voces que jalean la garantía de un buen género o discuten precios, hacen de este improvisado recinto semanal al aire libre un lugar vivo y casi doméstico. La gente se deja alucinar por el engañoso atractivo de los bajos precios y compra lo que necesita y lo que no, porque es barato. Es comprensible que los comerciantes, siempre ojo avizor, se espabilen en satisfacer las preferencias de la gente, tenga razón o no el cliente de turno.
Si haces un recorrido pausado por las callejas que ocupa el mercadillo, salta a la vista el número repetitivo de puestos de venta que donde se exhibe lo mismo, ropa, sobre todo ropa de mujer, zapatos, zapatos de mujer, y en tercer lugar menajes de cocina. Se deduce que es la mujer la que impone sus preferencias en el mercado. Se vende lo que la mujer quiere que se venda, porque es ella la que compra. De hecho son escasos los hombres que curiosean, de puesto en puesto, la mercancía, mientras ellas se agolpan atropelladamente por los estrechos límites de la calzada que dejan al viandante los improvisados establecimientos.
Decididamente, el mercadillo es de las mujeres, que lógicamente miran con desdén al intruso que invade impertérrito su territorio.
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