lunes, 18 de julio de 2011
¿Un signo?
Jesús ha dado pruebas más que suficientes para que cualquier hombre medianamente avisado se percate de su condición divina, atestiguada por sus evidentes prodigios. Su compasión por los necesitados le incita a recurrir a los poderes del reino para devolverles la integridad física que exige su libertad.
Gente incrédula pide un signo del modo más indiferente y gratuito.. ¿Un signo? ¿Para qué piden un prodigio los incrédulos que se empecinan en no creer en él, sino es por mofa y diversión? No deja de ser una temeridad, por más que Dios no hace milagros para regodeo de gente insensata.
Bienaventurada tú, que has creído, encomiará a María su prima Isabel. Bienaventurados los que crean sin haber visto, corregirá a Tomás Jesús.
Bagatela: El vino de misa
El vino de misa es un vino puro, blanco, un tanto dorado a veces y ligeramente embocado, de bastante graduación. Cada uno de los vinateros que elabora esta singular clase de vino minoritario, le da su punto y bouquet particular. Hay por ahí alguna variedad tirando a dulzona, empalagosa diría yo, lo que tal vez facilite su ingestión a quienes no gustan de ingerir bebidas espiritosas.
¿Cómo era el que bendijo Jesús? En general, no variaría mucho del que corrientemente bebía la gente en tal fecha, que en la cena pascual se atenía a un ceremonial rigurosamente establecido de cuatro copas, al menos: una al principio, después de la bendición del pan, dos a lo largo de la comida y otra al final, que es la que Jesús consagra, bien que consagra la suya sola, cuando lo habitual era beber de la suya particular.
El vino de la última cena era vino tinto, lo que facilita la comparación con la sangre en la fórmula consecratoria.
Con el tiempo, para evitar incidentes más o menos escandalosos, la Iglesia omite la cena intermedia, y quedan juntas la bendición del pan y seguidamente la del vino.
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