sábado, 27 de agosto de 2011
Administradores de los dones de Dios
Dios nos hace administradores de sus dones y según sea la cuantidad del rédito que pongamos en sus manos, así será el grado de satisfacción con que nos dé acogida cerca de sí.
La parábola de los talentos escenifica esta enseñanza capital de Jesús. Es un modo de poner un marco narrativo a sus palabras, para destacar la importancia de su contenido. No importa si lo que pone en nuestras manos es mucho o poco. El compromiso consiste en sacar el máximo provecho de lo que se nos confía generosamente. Dios premia la entrega con que el amor acuña la diligencia en poner en práctica nuestra fidelidad para con Él.
Divagación: Las prisas
Las prisas invalidan o menoscaban todo lo que sometemos al vaivén de sus arrebatos. Las prisas son la locura del tiempo. De hecho, hemos inventado un conjunto de giros donde la prisa es el protagonista, como correr prisa una cosa, darse prisa en hacerla, ir de prisa a dónde sea, meterle prisa a uno. Las prisas están en todas partes.
Son un modo desasosegado de vivir el tiempo, siempre escaso, de que disponemos como si se nos acabara ya. Y así es cómo las prisas desaprovechan optimas posibilidades que sólo en el ámbito de la contención cabe realizar ventajosamente.
El hombre apresurado no va ni viene, corre desnortado en todas direcciones como pollo sin cabeza. Carecen de ritmo, de equilibrio, de mesura, los contaminados por la desazón de las prisas. Es el río desbordado que no respeta orillas, el aerolito que rompe su curso para estrellarse en la luna, el ladrón que salta huyendo por la ventana, sin reparar que está en un quinto piso.
Inventó las prisas el insensato que dio sin ton ni son un puñetazo en la colmena, y tuvo que echarse a correr como alma que lleva el diablo.
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