martes, 13 de septiembre de 2011
La viuda de Naín
En tiempos de Jesús, la independencia social de una mujer viuda no tenía más respaldo que el de su hijo. Si carecía también de hijos, pasaba a posesión de su cuñado. El desconsuelo de la viuda de ese pueblecito que cita Lucas, no puede ahondar más en su amargura. A Jesús le acompañan sus discípulos y una multitud de gente. Y una vez más, su compasión le mueve a remediar prodigiosamente tanto daño. Como Señor que es de la vida, levanta de su sueño al muchacho. Y la gente alaba pasmada la divina misericordia de Dios. No es ésta una clase de prodigios en que se prodigue mucho Jesús. Devuelve a la vida a la hija de Jairo, a Lázaro y a este joven. El Espíritu de Dios le devolvería a él la suya, ya eternamente.
Consideración: Los milagros de Jesús
Consta por testigos presenciales que Jesús hizo curaciones incurables. Con todo, no podemos considerar esos prodigios como la base inconmovible de nuestra fe. Los cristianos fundamos nuestra fe en la aceptación del misterio de la resurrección de Cristo. Desde el estampido glorioso de su resurrección, podemos aceptar el testimonio que el Padre da de su Hijo mediante los milagros, entendidos por los creyentes como signos en el entorno histórico en que sucedieron. No es la admiración ante los milagros, sino la fe en Dios y en su propia persona, lo que Jesús destaca como signo ante sus seguidores.
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