jueves, 24 de noviembre de 2011
Signos de destrucción
Lucas escribe su evangelio con posterioridad al año 70, fecha de la destrucción de Jerusalén, de modo que pudo comprobar por sí mismo la veracidad de los vaticinios de Jesús sobre Jerusalén: Sabed que está cerca su devastación. Él mismo siente el dolor de la catástrofe. Las señales anunciadoras serían expresión de tres espacios, cielo tierra y mar trastornados en una especie de vuelta al caos primigenio, a cuyo término, Cristo se hará visible y glorioso. Cabe opinar que de una profecía se ha pasado a otra, que anunciaría el fin del mundo y la venida definitiva de Cristo, a no ser que esos signos reflejen sólo una manera simbólica de expresar el fin catastrófico de Jerusalén, en un tiempo evangelizador de los paganos, a cuyo término, el mismo Israel podrá volver a Cristo. Así se expresa, al menos, san Pablo. En todo caso, Jesús está viniendo en la medida que nosotros logramos descubrir su presencia en los signos con que Dios siembra de toques de atención el curso de la historia. Él está siempre ahí, habitando su Iglesia y habitándonos a nosotros, y su paso no se detiene. Importa percibirlo para seguirlo de inmediato.
Reflexión: Arpar el rostro
Arpar es arañar la cara de alguien con la manos crispadas, en pelea barriobajera entre mujeres, que se hieren con ahínco en lo que más estima tienen y miman con total dedicación, el rostro. Aspar, porque las manos adoptan el gesto ágil de la artista que pulsa las cuerdas del arpa abrazándolo contra el pecho.
Las diferencias emocionales distan no poco de la una a la otra. Las manos que discurren ágiles por la trama armoniosa del arpa derrochan exquisitez y delicadeza. Se diría, por contra, que arparse la cara dos mujeres enzarzadas en enconada liza, resulta simplemente ridículo, si no fuera porque tan deprimente espectáculo nos sobrecoge y avergüenza a todos, al comprobar qué bajo nos puede hacer caer la irracionalidad de nuestras pasiones. Todo hace pensar que es el aislamiento nervioso y claustrofóbico de las cárceles lo que priva de buen sentido a quien las sufre.
Me quedo con el arpa.
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