domingo, 18 de diciembre de 2011
Fe y disponibilidad
Es recomendable reafirmar el genuino sentido de la navidad significado por la venida de Jesús a salvarnos. De hecho, Lucas no se limita a narrarnos una historia sin más, sino que nos transmite una doctrina, que habrá que desvelar desde la Pascua. Y en ellos, María nos sale al encuentro como modelo de disponibilidad y profundísima fe, que es precisamente lo que destaca Isabel al declarar dichosa a María, no tanto por haber concebido al mesías, cuanto por haber creído las palabras reveladoras del misterio. La fe es entrega y disponibilidad en las manos de Dios; fiarse de que sus palabras se cumplirán taxativamente. La fe es vivencia que da sentido a lo que hacemos y decimos, conforma nuestra vida y nos dispone a ser como Dios quiere de nosotros en todo momento. La fe se traduce así en obras, esas obras de misericordia que aprendimos en el catecismo y que no han perdido su vigencia, porque el hombre sigue siendo un ser lleno de carencias y necesidades. La fe es comunitaria; nace en la comunidad y edifica la comunidad, donde se practica la construcción del Reino desde la práctica de la fraternidad. La fe la recibimos de la comunidad creyente y en ella debemos vivirla para transmitirla a quienes vienen detrás de nosotros, toda vez que hace felices a cuantos la viven con plenitud. ¡Dichosa tú porque has creído! Dichosos, nosotros también si vivimos nuestra fe con firmeza, ya que la fe funda el gozo de nuestra esperanza. Frente a la alegría pasajera de la lotería, de los regalos, del turrón, del champán, nosotros tenemos la alegría imperecedera que nos otorga la fe en quien viene a salvarnos, en quien viene a hacernos compañía, a hacernos felices.
Reflexión: La eternidad y el tiempo
La eternidad, como es bien sabido, no tiene ni principio ni fin, porque carece de evolución y progreso, dada su inmutabilidad. Es siempre lo mismo, gozosamente lo mismo para quienes la viven, sin alteración ni posibles alternancias. Nosotros los mortales, irrumpimos un día en ella de impensable manera y entonces sí, tendrá principio para los que la estrenamos. Es casi todo lo que podemos decir de ella, ya que desde el tiempo carecemos de todo atisbo de experiencia que nos permita conocer tan alejada realidad. En parte, hablamos de la eternidad por contraste, partiendo de la experiencia del tiempo, su antónimo. Si el tiempo es efímero, la eternidad es permanente; si el tiempo es sucesivo, la eternidad no varía; si el tiempo tiene principio y fin, la eternidad carece de duración, sencillamente es. El continuo relevo de acontecimientos que pueblan la temporalidad, se reduce para el hombre al puente levadizo de la muerte que nos introduce en ella. No es, pues, el mejor método para entrar en conocimiento de lo que sea esa realidad sin fondo de la perdurabilidad, ya que para ello modelamos un vacío con la experiencia que acopiamos de la existencia, para imaginar lo inimaginable. Ayuda apenas a su comprensión la aparente infinitud del mar y el concepto insondable que atribuimos al cosmos. Es decir; al hablar de la eternidad tropezamos con la dificultad insalvable de dilucidar su incógnita, cuya fórmula matemática nadie sabe.
Rincón poético
VOY HACIA TI
Subo, Señor, las escaleras
con fatigoso aliento.
Cada escalón cuenta mis pasos
con la ajustada geometría
de empinada ascensión.
Y hay descansillos donde me detiene
la sangre a descansar.
Así es la vida.
Subo hacia ti tan poco a poco
que he olvidado la intriga cotidiana
y el ajetreo sudoroso
de las prisas.
Sé compasivo, mi Señor,
con mis debilidades.
No me cierres el paso,
ahora justamente en que me siento
llevado de la mano por el suave
estirón del reposo y la gozosa
sensación de tenerte ya cercano.
Pero así ha sido siempre.
Se diría
que hoy, además, presiento ya entreabierta
la puerta que conduce a tu descanso.
(De Poemas para andar por casa)
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