jueves, 26 de enero de 2012
La luz, en lugar destacado
La revelación de Cristo no es un don exclusivo de unos pocos, sino que debe alcanzar a todos. Es lo que quiere decirse con la lámpara y el candil, que han de colocarse en lugar destacado para que ilumine a todos por igual. Por eso, en otro lugar, dirá Jesús a los suyos que incluso ellos han de ser luz del mundo, no exclusivamente del pueblo de Israel.
Hay dos clases de destinatarios de la palabra, según su comportamiento, los que van entendiéndola poco a poco, porque se han identificado con la persona de Jesús, como sus apóstoles; y bastantes que no se preocupan ni de entenderla.
A aquellos se les ayuda, en privado, para que la entiendan del todo, con explicaciones esclarecedoras; de los otros, displicentes, se despega Jesús y les deja a su libre albedrío: Quien tenga oídos, que oiga, les dice como apartándose de ellos.
Tomemos nosotros a pecho propagar la verdad de Cristo. Debemos ser difusores de su verdad. Si la fe ha de llegar a todos, nadie debe vivir la fe en solitario, ajenos a los demás, porque la luz de Cristo debe llegar a todos.
Reflexión: La bondad y la malicia
En la sinagoga se oyó un día la voz de Jesús preguntar: ¿Es bueno o malo curar en sábado? La sinagoga calló y Jesús curó al enfermo.
Los planteamientos de Jesús eran demoledores. Los religiosos judíos presentes, desairados, se aliaron con los herodianos para matar a Jesús. Era su mas poderoso y triste argumento. Y quedó otra pregunta en el aire: ¿Es bueno o malo matar a un inocente? Lo mataron. Eso es todo.
La malicia, en un aprieto, calla siempre por estrategia, pero no deja de actuar, porque es corrosiva. Los malos, sobre todo los que lo disimulan, no pueden confesar nunca la bondad, porque sería reconocer su perversidad.
Rincón poético
OFRENDA
Te ofrezco cuanto tengo y que no es mío.
Es todo tuyo; tú me lo has prestado.
En alguna ocasión,
llegué a pensar ruin que era yo el amo.
De cuanto tuve y me apropié mezquino,
con no tener ya nada, me resarzo.
No quiero sentir mío
nada de lo que lo que tú, Señor, me has dado.
Tuyo, Dios mío, es todo cuanto tengo,
pues fuiste tú quien lo puso en mis manos.
Al ponerme yo en ti, sé cómo ahora
me pongo a buen recaudo.
Puedes pedirme cuentas
si no devuelvo tod0os tus regalos.
No quiero nada que de ti no venga
Me basta sólo estar siempre a tu lado.
(De Invitación al gozo)
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