jueves, 9 de febrero de 2012
La mujer siro fenicia
Jesús hace una excursión por tierras siro fenicias, más allá de Galilea, y trata de pasar allí desapercibido. Todo en vano. Le descubre una mujer pagana, cuya hija sufre el tormento de la posesión.
Jesús aparta a la mujer con un cierto desdén, recordándole que él es judío y también su mensaje. Ante la terquedad de la mujer, Jesús argumenta que no han de despilfarrarse los poderes del reino echándoselos a los perrillos que rodean la mesa. Y es de ver con qué habilidad la mujer da la vuelta a desaire, aceptando su humilde condición de mujer pagana frente a la situación privilegiada de los oyentes de Jesús, destinatarios de su palabra.
Jesús, sorprendido, acaba por ceder. No es indiferente entonces dirigirse a Dios con una u otra actitud; no es lo mismo rezar rutinariamente, que exponer la propia situación angustiosa con sincera humildad
Hay hábiles maneras de interpelar a Cristo con el corazón en la mano, que pueden obligarle a que vuelva su mirada sobre nosotros y nos tienda la mano de manera inmediata. El poder creativo de la confianza, tan cercana al amor, es lo que nos puede prestar argumentos impensables para nuestro propósito. Aticemos siempre en nuetras oraciones las ascuas de nuestra fe.
Reflexión: Tiempo de ocio
Hoy día, en que el ocio llama a todas las puertas, el tiempo que se emplea para lamentarnos de lo que no podemos resolver, es tiempo perdido. Es más provechoso emplearlo en cosas útiles, algunas tan a mano como la lectura. Ese ocio obligatorio que origina la falta de trabajo puede ser un tiempo óptimo para abrir tranquilamente un libro, por más que los mismos libreros se quejan de que acude menos gente a las librerías, y por otra parte, el libro sigue encareciéndose, como si la falta de demanda rivalizara en agotar existencias.
Hay que leer, no obstante; hay que disponer siempre de un libro que cultive nuestra inteligencia y nos enriquezca con su lectura. El libro es a la lectura lo que el pan para la alimentación básica. No nos expongamos a adelgazar también mentalmente con dietas para no saber. Los libros hacen sabios.
Y en último término, prestémonos los libros unos a otros. Todo es cuestión de organizarse.
Rincón poético
NO TEMO A DIOS
No temo a Dios,
pero me advierte la conciencia
que ha de imponerme su grandiosidad
el día que me encuentre en su presencia.
Quiero creer que le amo como nunca
habrá a quien ame de esta misma suerte.
Aún puedo amarle más, pero aún así,
no es lógico temblar ante la muerte.
Puedo estrechar mi relación con él
un poco más, supongo, todavía.
Se me fue el tiempo de acendrar mi amor
con quien más me amó a mi. ¿Quién lo diría?
Y aunque el amor no observe
que ha de alcanzar el colmo su porfía,
yo me he de exigir
mucho más todavía.
Hay que intentar
crecer más todavía.
¡Perdóname, Señor,
si me distraje entre mis propias prisas,
mis desvaríos, despreocupaciones.
todas mis neglegencias y falsías!
Siento no haber logrado plenamente
amarte tanto como tú querías.
(De Invitación al gozo)
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