Contra el mandato tradicional de odiar al enemigo, Jesús opone el de amar al hombre sin reservas, incluidos tus enemigos, algo inaudito en la cultura del momento, pero que se deducía del precepto evangélico del amor a todos por igual. Se entiende que exhortase a sus discípulos a no imitar a los fariseos. Dios no aprueba a aquel que, creado por él, se atreve a rechazarle, sino que llueve para todos por igual, razón por la que, quien se acerca con su ofrenda al altar de Dios, antes ha de reconciliarse con quien tenga desavenencias, si quiere ser oído.
Difícil cometido, pero factible por amor de Dios, que no entiende de diferencias.
Reflexión: La crisis, un horizonte huidizo
A fuerza de oír de mil maneras, tercamente, cuál es el nudo gordiano que mantiene tensas las velas inmóviles de la crisis y la escasa viabilidad de dar con soluciones prácticas que favorezcan la tan lejana y todavía dudosa recuperación, la mente humana sufre una saturación insoportable de alarmas que obliga a inhibirse para que la tensión desmaye. Una ventana evasiva, al fin.
La situación de los profanos en economía radica en que carecemos de opiniones bien fundadas en que respaldarnos y nos desasosiegan quienes dan largas y no acaban de confiar en una solución factible. La sensación que nos invade es de confusión e impotencia. Dejemos, pues, que actúen los que puedan y deban, y sigan opinando quienes saben. El horizonte seguirá ahí, cada vez más allá, al parecer inalterable. Pues que bien.
Rincón poético
YO SOY EL CAMINO
Un centenar de senderos
hollaron tus pies divinos,
pero entre todos, mi Dios,
uno sólo es tu camino.
Tú lo dijiste, y san Juan
lo anotó en un pergamino,
que así puedan rastrear
tu presencia los amigos.
Un centenar de senderos
me incitan al extravío
con que tachar, mi Señor,
la luz de tu amor divino.
Tú lo dijiste, Señor:
Quien desee andar conmigo,
que se desnude de sí
y quede de mí investido.
Quiero seguirte de modo
que no quede en mí un resquicio
donde tu amor no me llene.
Sólo tú eres mi camino.
(De Invitación al gozo)
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