domingo, 25 de marzo de 2012
El trigo que da vida muriendo
Jesús anuncia que ha llegado ya la hora en que manifestará ante todos su gloria, que es la misma del Padre, y que significa aquí el nuevo templo, lugar de universal convocatoria, donde campeen el amor y la vida. Esa universalidad misionera se producirá, dándose Jesús por todos como precio de salvación, al modo como de una semilla que se descompone en tierra, renazca nueva vida. Jesús, dando la vida como quien siembra, producirá vida abundante.
La fecundidad del grano no depende de un mensaje, sino que consiste en ese darse uno mismo. El amor será el mensaje; y la libre entrega de la vida, la culminación de ese amor. En eso consiste también la libertad del hombre, en no temer darse del todo, a la manera de Jesús, porque, al contrario, el temor a morir por Cristo es la gran abdicación, cuando obstaculiza el proyecto cristiano de copiar a Cristo.
Es como un drama de amor. Amar es olvidarse de sí, podando incluso la propia seguridad, en pro de la dignidad y la libertad del otro. El desmedido interés por uno mismo, no sólo impide amar sin medida, sino que acaba por inducir al deshonor de la injusticia. El lugar de Jesús no puede ser otro que la plenitud de ese amor del que la cruz va a ser signo y testimonio. En la cruz Jesús se mostrará tal cual es, Hijo de Dios, hecho entrega ilimitada por todos.
Reflexión: Lectura y vivencia del evangelio
Pablo no conoció ningún evangelio escrito. Enseñaba el evangelio de Jesús tal como se lo habían enseñado y sentía enfervorizado, de viva voz. Tan relativo es el evangelio escrito por un evangelista en concreto y el que Pablo predica. El uno y el otro exponen la palabra según su personal manera de percibir su verdad e interpretarla. Para nosotros hay dos maneras de hablar del evangelio de Jesús; citando el texto escrito al pie de la letra con total fidelidad a la palabra escrita o desde la libertad de darlo a conocer tal como se tiene asimilado y se vive. No son maneras excluyentes. El uno cita desde la más exquisita objetividad; el otro desde la amorosa vivencia evangélica. Cuando se educa al oyente, la verdad evangélica exige cuidadosa textualidad, por más que para su explanación, la propia vivencia de Cristo mueve de singular manera el corazón al amor de Dios. En uno y otro caso, queda a salvo la santidad de la divina palabra.
Rincón poético
EL DON DE LA SABIDURÍA
El hombre cree a menudo
saber más que sabe Dios.
Pedro reprendió a Jesús
que hablara de la Pasión.
El hombre es inteligente
en cuanto imagen de Dios.
Lo pregona como el lago
irradia la luz del sol.
Nunca el hombre supo tanto
que cuando reconoció
que no sabe y que lo ignora
todo, si es que ignora a Dios.
Saberse a Dios de memoria
es la suma erudición,
que no sabe aquel que quiere,
sino aquel que quiere Dios.
(De Invitación al gozo)
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