domingo, 22 de diciembre de 2013

El sueño de José

El Espíritu de Dios habita doblemente el corazón de María, la habita por cuanto es ya la Madre de Dios y porque en su seno anima y crece ese retoño de la casa de David que, en la persona de Jesús, viene a salvar al mundo. Pero José, a quien María está prometida y muy pronto le estará confiada, no lo sabe, no lo sospecha ni le será fácil entender lo ocurrido, si no se le revela de especial manera el misterio del nacimiento de Dios en su propia casa. Y efectivamente, es un mediador divino quien, en sueños, le hace sabedor del misterio y le saca de apuros.
A José, por ley, le corresponde poner nombre al hijo, sólo que el padre verdadero es Dios, y de hecho, el nombre lo elige Dios mismo, que le será impuesto al Hijo por medio de José, quien en la historia de los hombres hace las veces del Padre, de manera delegada. No es poca cosa hacer las veces del Padre entre los hombres.
Así es como  “Dios estará con nosotros”, que dice Isaías, y así también el ilimitado amor de Dios, hará su entrada en el mundo de la mano de José.
Sólo José y María conocen y gozan del misterio de la presencia inmediata y constante de Dios, hecho hombre entre en una humilde casa de Nazaret. ¿Quién lo iba a decir?
Era necesario esa paz y ese amor entre José y María, porque Jesús necesita de una familia santa donde el amor de Dios tenga asiento.

Reflexión

Tener a Dios en casa, disfrutar de su presencia espiritual y alimentarnos de él en la eucaristía, es un privilegio que sólo los buenos cristianos saben tener en la altísima consideración que merece tan digno favor, aunque no falten tampoco la dificultades al momento de confesar a Cristo en una sociedad que no acierta a reconocerle, ásperas dificultades que en determinados extremos del mundo y en ámbitos donde priva el fanatismo, se convierten en declarada e injusta persecución salvaje. Tengámosles presente para que Jesús les llegue también a ellos. 

Rincón poética

        EN BELÉN

¡Qué luminosa la noche!
¡Que luminoso Belén!
Sobre un portal, las estrellas
nacen al atardecer
y una más esplendente
que el Niño quiere coger.
Tras de ella, tres reyes magos
preguntan por Emanuel.
-No se lo digáis a Herodes
que es envidioso y cruel.
Y después de ver al Niño
junto a un borrico y un buey,
os bendecirá María,
lo agradecerá José
y os mirará complacido
el Niño que está con él.

En Belén hay una estrella
que Jesús quiere coger.
La Virgen le dice al Niño
con su sonrisa de miel:
Esa es muy grande, mi Niño.
-Esa es muy grande, mi bien.

Se han ido los reyes magos
antes del amanecer.
¡Qué oscura queda la noche!
¡Qué oscuro queda Belén!

( La luz en la ventana)

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