Divagación: Los relojes también mueren La muerte es el final del tiempo. Los relojes que lo miden, tienen también su historia y un día se les acaba el tiempo y mueren. Así de simple. El reloj de pared tocaba pausadamente las horas con sonoros y timbrados sonidos que contribuían a hacer más grato el paso del tiempo, tan angustioso a veces. Todavía está ahí, inerte, pendiente de una alcayata, como un muñeco roto
. Su engranaje tiene desgastada la dentadura y el péndulo, tan equilibrado, tan solemne, no logra mantener el ajustado equilibrio de la maquinaria, porque al arco del áncora le falta impulso suficiente para mantener su pausado vaivén. Tenía cuerda para una semana, pero los achaques de la vejez han paralizado su corazón y sin corazón no hay pulso que valga. Los relojes también mueren.
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