Ese sello determinante de su singularidad es lo que traduce la gente por autoridad y dominio de lo que Jesús predica.
Escribas y fariseos comentan el significado de los textos sagrados que proponen al pueblo, desde la fidelidad objetiva a lo que la palabra dice. Jesús es él mismo Palabra de Dios y expone, mediante la asistencia del divino Espíritu, lo que el Padre le va confiando..Jesús no es mero comentarista al uso de la Palabra escrita. Es la Palabra, y por eso aciertan quienes cifran como autoridad la singularidad de su lenguaje. Atinada observación. Está muy lejos de que se le considere hablando por boca de cántaro. Habla como intérprete autorizado de su propio misterio divino.
No es extraño que esa palabra cure lo incurable, dé vida a quien ya no la tiene y transfigure el pan y el vino divinamente.
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