Los judíos, tan largamente necesitados de Dios, poblaron su teología de espíritus angélicos bienhechores, hasta alzar toda una variada jerarquía con que enriquecieron su espiritualidad, bien que a lo largo de la Escritura prefieran usar la expresión genérica ángel de Dios. Los cristianos les somos deudores de tan antigua y servicial tradición, a la que hemos dado privilegiada continuidad, y así, a José un ángel le allana en sueños sus sospechas y resquemores sobre el embarazo de su María; y a Jesús, otro le sirve, una vez vencido el espíritu del mal, ocupando cortésmente su lugar. En Belén forman un denso revoloteo desgañitándose cantando aleluyas. Y un ángel también, vestido de luminosa transparencia, anunciará a las desoladas mujeres, ante el sepulcro vacío, que no se aflijan, que Jesús vive y ya no está allí. Son como divinas asistencias que nos alzan del abatimiento en momentos cruciales, amigos siempre.
sábado, 8 de enero de 2011
Sobre los ángeles
¡Mira que si un día a un ángel travieso se le ocurre la diablura de llevarse para sí la estrella de Belén y nos deja a oscuras! No es mucho lo que sabemos de los ángeles, salvo que su quehacer primordial es mediar entre Dios y nosotros brindándonos su protección; no creo entonces muy puesto en razón maginar posibles desmanes impropias de la bondad que, con mejor criterio, atribuimos a los ángeles.
Los judíos, tan largamente necesitados de Dios, poblaron su teología de espíritus angélicos bienhechores, hasta alzar toda una variada jerarquía con que enriquecieron su espiritualidad, bien que a lo largo de la Escritura prefieran usar la expresión genérica ángel de Dios. Los cristianos les somos deudores de tan antigua y servicial tradición, a la que hemos dado privilegiada continuidad, y así, a José un ángel le allana en sueños sus sospechas y resquemores sobre el embarazo de su María; y a Jesús, otro le sirve, una vez vencido el espíritu del mal, ocupando cortésmente su lugar. En Belén forman un denso revoloteo desgañitándose cantando aleluyas. Y un ángel también, vestido de luminosa transparencia, anunciará a las desoladas mujeres, ante el sepulcro vacío, que no se aflijan, que Jesús vive y ya no está allí. Son como divinas asistencias que nos alzan del abatimiento en momentos cruciales, amigos siempre.
Los judíos, tan largamente necesitados de Dios, poblaron su teología de espíritus angélicos bienhechores, hasta alzar toda una variada jerarquía con que enriquecieron su espiritualidad, bien que a lo largo de la Escritura prefieran usar la expresión genérica ángel de Dios. Los cristianos les somos deudores de tan antigua y servicial tradición, a la que hemos dado privilegiada continuidad, y así, a José un ángel le allana en sueños sus sospechas y resquemores sobre el embarazo de su María; y a Jesús, otro le sirve, una vez vencido el espíritu del mal, ocupando cortésmente su lugar. En Belén forman un denso revoloteo desgañitándose cantando aleluyas. Y un ángel también, vestido de luminosa transparencia, anunciará a las desoladas mujeres, ante el sepulcro vacío, que no se aflijan, que Jesús vive y ya no está allí. Son como divinas asistencias que nos alzan del abatimiento en momentos cruciales, amigos siempre.
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