sábado, 29 de octubre de 2011
La elección de los Doce
Sábado:
Jesús, antes de proceder a la elección de sus discípulos, pasa la noche en oración. No era para menos. La elección de sus apóstoles será la que fundamente su Iglesia, y más que nunca, procura obtener la asistencia del Espíritu de Dios que guía sus pasos y la aprobación del Padre que lo envía. Y en momento tan solemne, dice el evangelio que esa presencia divina es decidiva.
Reza Jesús además para que sus seguidores observen plena fidelidad a su palabra en todo momento, porque como tales seguidores suyos que son, sellarán su compromiso con el sacrificio de la propia vida, en la defensa de la fe que Cristo les va inculcando.
No sólo ellos. Todos nosotros hemos sido llamados también a seguir a Cristo, y a llevar el nombre de Dios y el anuncio del reino a cuantos aún no le conocen.
Refexión: Reír y llorar
Hay quien ríe con honda satisfacción y quien llora compungida y dolosamente. Unos gestos cumplidos que lo dicen todo. Pero no falta el gesto indeciso, dudoso, de quien no se sabe si ríe o llora, como resbalando por borrosas zonas de transición sentimental. No me estoy refiriendo, claro está, a esas otras dulces manifestaciones de quien esboza una sutil sonrisa, esa leve brisa de gozo suave que nimba como de luz las mejillas, ni al desafuero de la alegría desbordada que rompe en carcajada enloquecida. Son maneras intensas de vivir sin frenesí el júbilo o la tristeza. Me fijo por eso en el lenguaje espontáneo del que goza o sufre con equilibrada naturalidad, esa naturalidad de los gestos que son expresión sincera de nuestra verdad interior, siempre tan digna.
Y es que hoy me he fijado en el gesto borroso de un niño del que no era fácil entrever si quería reír o empezaba a lloriquear.
La humildad sentada a la mesa
Menosprecia a los otros quien les relega en la elección arbitraria de honores que quizás ni te corresponden. No es sólo una norma de saber estar en la mesa. Es el reconocimiento humilde de la dignidad de los demás.
Jesús entiende que es el comportamiento humilde el que hay que preferir en todo momento. Lo dicta el buen sentido.
No son los privilegios inmerecidos, sino la sensatez y la humildad, lo que hay que sentar a la mesa.
Reflexión: Cuidar las apariencias
Hay quienes cuidan con todo esmero de su aspecto exterior, como si de ello dependiera toda su aceptación y estima. Nada les preocupa tanto como parecer. Viven envueltas en el artificio de su apariencia. No son; lo parecen, cifrado el ideal supremo de su vida en ser admiradas, en aras de su transformación en peces de colores de pecera luminosa.
Ocurre en ocasiones, que su metamorfosis es tal, que a duras penas se las reconoce, de tan acicaladas como van. Pero son felices, o lo parece también, si consiguen desaparecer tras sus afeites, gracias a los adelantos de la cosmética con que son tan dadas a embadurnarse. Pues, qué bien.
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