La cruz es el signo más significativo de nuestra fe. Cruz y resurrección son el haz y envés de un mismo misterio, el misterio de nuestra salvación. Jesús enuncia ese misterio en repetidas ocasiones señalando ambas perspectivas: me matarán y resucitaré.La sangre de su muerte, de cuyo divino charco brota la luz de la redención, establece un nuevo vínculo entre el amor clemente de Dios y el nuevo hombre que nace del agua.
Ya `podemos acceder con gozo, un gozo justificadamente incontenible, al abrazo amoroso con que nos rodea Dios en el horizonte infinito de los brazos de la cruz.
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