miércoles, 30 de noviembre de 2011
La vocación de san Andrés
Es tan significativo el gesto imperativo con que Jesús elige a sus discípulos uno a uno, como la presteza con que ellos, sin rechistar y dejándolo todo, le siguen al instante. El seguimiento de Jesús es una respuesta incondicional y una valoración muy alta de lo que supone estar con él y pertenecerle ya siempre. Como dice san Pablo, sabían muy bien de quién se habían fiado. San Gregorio Nacianceno, uno de los padres de la Iglesia, en sus comentarios sobre los valores de nuestra tradición, decía que el reino de los cielos no tiene un precio fijo, sino que cada cual se lo pone con su renuncia y desprendimiento: quien de más cosas se desprende, lo valora más alto; quien de menos, escatima más el precio que le ponemos al reino de Dios. Y en ese acompañamiento de Jesús, quien más posee, más peso tiene que arrastrar y más difícil le resulta acompasar los propios pasos a los suyos. Jesús pasa ante nosotros y su llamada no cesa. Unas veces lo hace a una edad temprana, como acontece con Clara de Asís; otras en la madurez, como con san Agustín, o en el tramo final de la vida, como le acontece al buen ladrón; lo importante es saber darle al Espíritu que nos inspira, cabal respuesta, antes de que sea tarde, porque no es sólo cuestión de oportunidad, sino un don de la gracia que llama favorablemente a nuestra puerta. No nos pasemos de listos.
Reflexión: Encogimientos
El frío nos encoge. E incluso el día acaba más pronto, como si encogiera también por momentos. Encogerse equivale a apretarnos desde dentro contra nosotros mismos, prietamente, en un rincón del alma, un modo de rechazo de lo que nos reprime, incordia o hiere desde fuera. Se explica que, ante lo que no nos interesa porque no nos va ni nos viene, nos encogemos de hombros, indiferentes. Tejidos tratados de manera inconveniente, dicen las señoras que encogen igualmente. Lo cierto es que un hombre sin carácter al que los demás se imponen con facilidad, es un hombre apocado, encogido. Son muchas las cosas que sufren encogimiento y se achican, merman, disminuyen. A los viejos les disminuye la edad, o si se quiere, el frío de los años, perdida la memoria, el gozo por la vida, las ilusiones, las energías, la actividad. Hay aun así, viejos embebidos de fe en Cristo, joviales, optimistas, vivarachos, que no pierden la esperanza, porque les acompaña Dios.
martes, 29 de noviembre de 2011
La sabiduría de la sencillez
Jesús está más cerca de los que más le necesitan. Los sabios se bastan a sí mismo, y no sospechan que le puedan necesitar. Sabios eran en la época de Jesús los escribas y doctores de la ley. A Jesús le suponen un intruso en el ámbito exclusivo de los sabios.
La gente sencilla es otra cosa y admiran lo que Jesús dice, porque tiene palabras de vida eterna, y da gloria a Dios cuando un prodigio inesperado les deja pasmados.
Jesús, que conoce al Padre, le da gracias porque capacita a los más simples para que entiendan y acojan sus misterios, y da de lado a los que los rechazan. Comprenden los misterios de Jesús cuantos los viven. Ser cristiano es eso; vivir la palabra sabia de Jesús, desde la sencillez de saber amar, saber perdonar y no sentirse rebajados al servir.
El abrazo de Jesús y Francisco
El anagrama y sello representativo de la Orden franciscana expresa hasta qué punto san Francisco de Asís es imagen fiel de la santidad de Cristo. Muestra los brazos crucificados de ambos, entrelazados sobre una misma cruz. Murillo expresó admirablemente esta seráfica realidad en un cuadro donde Jesús desclava una mano de la cruz, para facilitar el apretado abrazo en que se funden Francisco y él. Francisco había tatuado su corazón con el nombre sacrosanto de Jesús. Supo vivir abrazado a Cristo asumiendo su evangelio hasta encarnarlo en su propia vida. Y en tanto lo veía todo por los ojos fraternos de Cristo, criatura de Dios como él, toda la creación se hermanó con él. Vivir a Cristo es eso, representarlo transparentemente de continuo y con sinceridad en el escenario cotidiano de las propias vivencias.
La gente sencilla es otra cosa y admiran lo que Jesús dice, porque tiene palabras de vida eterna, y da gloria a Dios cuando un prodigio inesperado les deja pasmados.
Jesús, que conoce al Padre, le da gracias porque capacita a los más simples para que entiendan y acojan sus misterios, y da de lado a los que los rechazan. Comprenden los misterios de Jesús cuantos los viven. Ser cristiano es eso; vivir la palabra sabia de Jesús, desde la sencillez de saber amar, saber perdonar y no sentirse rebajados al servir.
El abrazo de Jesús y Francisco
El anagrama y sello representativo de la Orden franciscana expresa hasta qué punto san Francisco de Asís es imagen fiel de la santidad de Cristo. Muestra los brazos crucificados de ambos, entrelazados sobre una misma cruz. Murillo expresó admirablemente esta seráfica realidad en un cuadro donde Jesús desclava una mano de la cruz, para facilitar el apretado abrazo en que se funden Francisco y él. Francisco había tatuado su corazón con el nombre sacrosanto de Jesús. Supo vivir abrazado a Cristo asumiendo su evangelio hasta encarnarlo en su propia vida. Y en tanto lo veía todo por los ojos fraternos de Cristo, criatura de Dios como él, toda la creación se hermanó con él. Vivir a Cristo es eso, representarlo transparentemente de continuo y con sinceridad en el escenario cotidiano de las propias vivencias.
lunes, 28 de noviembre de 2011
La confiada educación de un centurión
El centurión tiene muy claro que hay un escalafón de mando donde él ocupa un lugar destacado, y reconoce en Jesús a un hombre religiosos que, por sus poderes, está muy por encima de él. Y con la cortesía de un romano bien educado, evita que Jesús, judío al fin, entre en su casa pagana: Bastará que digas una palabra y mi criado sanará. La fe de un gentil sorprende gratamente a Jesús, que lo pone por modelo a sus discípulos.
La Iglesia ha visto en ese gesto un rasgo fe digna de ser imitado y ha adoptado esa frase para confesar a Jesús en la eucaristía: Señor, no soy digno de ti, repetimos también nosotros.
Y es que los gestos dan expresividad y prestancia a los contenidos de nuestra fe. Son parte del lenguaje litúrgico. Y como tal lenguaje, nos sirven para hablar a los hombres y a Dios.
Que ese gesto educado del centurión nos enseñe a acatar la grandeza de quien viene a nuestra casa, cada vez que comulgamos con él.
Reflexión: la obra de arte actual
Confieso que, en general, no acabo de entender el arte pictórico actual, salvo contadas excepciones, seguramente porque ignoro las claves con que poder interpretarlo. Al preguntar a cierto pintor qué quería comunicar con un cuadro suyo, me dio a entender que era yo quien tenía que esforzarme en descubrir qué me decía a mí en concreto, porque cada cual tiene su visión particular. A mí no me decía nada y me dejaba, más que indiferente, pasmado. Hay pintores que hacen hablar al color, armónicamente combinadas su tintas en composiciones equilibradas de aparente simplicidad, que mueven gratamente la sensibilidad de quien las contempla. No faltan, por el contrario, quienes sugieren que, en un abigarrado mercado lleno de intereses espúreos, se está potenciando la rareza, lo exótico, lo misterioso o lo meramente decorativo, lejos del verdadero valor artístico de la obra de arte. Si es así, se está dando gato por liebre. Sólo que el tiempo es sabio discriminador de lo bueno y lo malo, y no sobrevivirá todo lo que carece de calidad. O estamos muy equivocados.
La Iglesia ha visto en ese gesto un rasgo fe digna de ser imitado y ha adoptado esa frase para confesar a Jesús en la eucaristía: Señor, no soy digno de ti, repetimos también nosotros.
Y es que los gestos dan expresividad y prestancia a los contenidos de nuestra fe. Son parte del lenguaje litúrgico. Y como tal lenguaje, nos sirven para hablar a los hombres y a Dios.
Que ese gesto educado del centurión nos enseñe a acatar la grandeza de quien viene a nuestra casa, cada vez que comulgamos con él.
Reflexión: la obra de arte actual
Confieso que, en general, no acabo de entender el arte pictórico actual, salvo contadas excepciones, seguramente porque ignoro las claves con que poder interpretarlo. Al preguntar a cierto pintor qué quería comunicar con un cuadro suyo, me dio a entender que era yo quien tenía que esforzarme en descubrir qué me decía a mí en concreto, porque cada cual tiene su visión particular. A mí no me decía nada y me dejaba, más que indiferente, pasmado. Hay pintores que hacen hablar al color, armónicamente combinadas su tintas en composiciones equilibradas de aparente simplicidad, que mueven gratamente la sensibilidad de quien las contempla. No faltan, por el contrario, quienes sugieren que, en un abigarrado mercado lleno de intereses espúreos, se está potenciando la rareza, lo exótico, lo misterioso o lo meramente decorativo, lejos del verdadero valor artístico de la obra de arte. Si es así, se está dando gato por liebre. Sólo que el tiempo es sabio discriminador de lo bueno y lo malo, y no sobrevivirá todo lo que carece de calidad. O estamos muy equivocados.
domingo, 27 de noviembre de 2011
Bienvenido el adviento
El adviento es tiempo de espera en el enviado de Dios que ya viene. Isaías había expresado la necesidad de que Dios se instalase entre los hombres para regenerar la justicia que los hombres habían corrompìdo con su conducta indigna, y se pone confiado en las manos de Dios, alfarero del hombre, para que modele nuestro barro según sus deseos. Es la esperanza en un mesías libertador de los profetas posteriores al exilio. Jesús nos insta a situarnos ante la historia, siempre alertados para no ser sorprendidos por el desastre final. El mundo no es para siempre. A todas luces, el mundo tiene un final. Y hay que asumir esa certeza a fin de afrontar mejor contratiempos y adversidades, y evitar hipotecar nuestro tiempo a costa de obsesiones e intereses mundanos que son la esclavitud de cada día. El adviento hace presente la venida del Señor en nuestra realidad espiritual para que nos despojemos de nuestro pasado, dejemos de ser como somos y vayamos ajustándonos a las exigencias de Dios, con motivo de la navidad como punto de encuentro de Dios con nosotros.
Reflexión: Un mediador poderosísimo
Cuando hablamos de mediadores pensamos en la Virgen o los santos. Pero hay más. Nunca Dios estuvo más cerca del hombre que cuando privaba su ordenada justicia o armonía con lo creado. Bajaba al paraíso por la tarde a pasear, que es un signo figurado de expresar la amistosa convivencia con el hombre, hasta que Adán, como niño altanero que se pone de puntillas para parecer más alto, introduce inconsciente la injusticia en el mundo. Dios se aleja no poco y de vez en cuando se deja oír valiéndose de terceros: jóvenes, visiones, sueños, ángeles. Jacob tuvo noticia de la excelencia de la mediación por la visión de una escalera poblada de ángeles, acodada en una nube y descansando en tierra a la sombra dormida del hombre. Y hay un mediador poderosísimo que no tiene rostro, la oración, que la Sagrada Escritura define como aroma de incienso que sube ensortijado en espirales hasta el corazón de Dios. Una observación a quien pueda interesar: él gusta de que le llamen Padre.
Reflexión: Un mediador poderosísimo
Cuando hablamos de mediadores pensamos en la Virgen o los santos. Pero hay más. Nunca Dios estuvo más cerca del hombre que cuando privaba su ordenada justicia o armonía con lo creado. Bajaba al paraíso por la tarde a pasear, que es un signo figurado de expresar la amistosa convivencia con el hombre, hasta que Adán, como niño altanero que se pone de puntillas para parecer más alto, introduce inconsciente la injusticia en el mundo. Dios se aleja no poco y de vez en cuando se deja oír valiéndose de terceros: jóvenes, visiones, sueños, ángeles. Jacob tuvo noticia de la excelencia de la mediación por la visión de una escalera poblada de ángeles, acodada en una nube y descansando en tierra a la sombra dormida del hombre. Y hay un mediador poderosísimo que no tiene rostro, la oración, que la Sagrada Escritura define como aroma de incienso que sube ensortijado en espirales hasta el corazón de Dios. Una observación a quien pueda interesar: él gusta de que le llamen Padre.
sábado, 26 de noviembre de 2011
Manteneos en pie
Jesús recomienda a los suyos que se mantengan libres, limpios de toda culpa y de todo agobio para no ser sorprendidos por el día final, que imagina como lazo tendido a los pies incautos del hombre. No hay más clave que permanecer alerta y en súplica para arrostrar lo que está al venir, ante la imagen luminosa de Cristo que está viniendo siempre.
Reflecxión: El madrugón de los gallos
¿Por qué madrugarán tanto los gallos? Su canto altanero rozando las estridencias del chillido, es como un aviso a la zorra de que se ande con cuidado, porque ya ha llegado el día. Por la cuenta que le trae a él, no llega nunca al desafío. A uno de ellos más chivato que otros le tocó la infeliz tarea de avisarle a Pedro, por tres veces, en escalonadas advertencias, que no fuese cobarde, que Jesús le andaba mirando.
Duermen celosamente vigilantes, dispuestos a dar el queo a las primeras de cambio. Y su altanería ha inspirado la costumbre de llamar gallito al hombre empinado y fanfarrón.
Hace años, exponía un pintor primerizo, en una galería de arte de Madrid, toda una serie de cuadros sobre gallos muy coloristas, que no eran sino un pretexto para combinar colores muy contrastados, chillones incluso, como la altivez del gallo. ¿Qué será de él?
Reflecxión: El madrugón de los gallos
¿Por qué madrugarán tanto los gallos? Su canto altanero rozando las estridencias del chillido, es como un aviso a la zorra de que se ande con cuidado, porque ya ha llegado el día. Por la cuenta que le trae a él, no llega nunca al desafío. A uno de ellos más chivato que otros le tocó la infeliz tarea de avisarle a Pedro, por tres veces, en escalonadas advertencias, que no fuese cobarde, que Jesús le andaba mirando.
Duermen celosamente vigilantes, dispuestos a dar el queo a las primeras de cambio. Y su altanería ha inspirado la costumbre de llamar gallito al hombre empinado y fanfarrón.
Hace años, exponía un pintor primerizo, en una galería de arte de Madrid, toda una serie de cuadros sobre gallos muy coloristas, que no eran sino un pretexto para combinar colores muy contrastados, chillones incluso, como la altivez del gallo. ¿Qué será de él?
viernes, 25 de noviembre de 2011
Las yemas de la higuera
En Israel, al invierno sucede el verano casi sin transición; son las yemas en las todavía desnudas ramas de los árboles las que anuncian la inminencia de la floración estacional. Y por semejanza, Jesús devela que, llegado el tiempo, los signos destructivos de cuanto pueda significar la pujanza, fasto y fortaleza del templo, anunciarán que el reino de Dios empieza a asomar por el último horizonte de la historia. Todo es caduco y frágil, todo pasará. Sólo sus palabras son perdurables.
Reflexión: Un nubarrón
¿Hay algo más densamente feo y temible que un nubarrón? El nubarrón plomizo, oscuro, desnudo, obsceno, representa una amenaza. Puede diluviar y arrasar los campos con una ruidosa granizada, que es la plaga egipcia de las tormentas. Estos augurios de ruina han enseñado a rezar a muchos y sabe de rogativas plañideras. El fantasma tormentoso del nubarrón aparece cegando el horizonte y acobardando a la luz del día, avanza con lento rodaje entre latigazos de rayos de rota trayectoria y cuando ha invadido el cielo, se desploma resuelto en aguacero atropellándolo todo; a veces, pasa de largo desganado como un vuelo de negros presagios. Se instala la calma en el ánimo labriego y los negros paraguas vigilantes se cierran y vuelven al retirado rincón de costumbre.
Reflexión: Un nubarrón
¿Hay algo más densamente feo y temible que un nubarrón? El nubarrón plomizo, oscuro, desnudo, obsceno, representa una amenaza. Puede diluviar y arrasar los campos con una ruidosa granizada, que es la plaga egipcia de las tormentas. Estos augurios de ruina han enseñado a rezar a muchos y sabe de rogativas plañideras. El fantasma tormentoso del nubarrón aparece cegando el horizonte y acobardando a la luz del día, avanza con lento rodaje entre latigazos de rayos de rota trayectoria y cuando ha invadido el cielo, se desploma resuelto en aguacero atropellándolo todo; a veces, pasa de largo desganado como un vuelo de negros presagios. Se instala la calma en el ánimo labriego y los negros paraguas vigilantes se cierran y vuelven al retirado rincón de costumbre.
jueves, 24 de noviembre de 2011
Signos de destrucción
Lucas escribe su evangelio con posterioridad al año 70, fecha de la destrucción de Jerusalén, de modo que pudo comprobar por sí mismo la veracidad de los vaticinios de Jesús sobre Jerusalén: Sabed que está cerca su devastación. Él mismo siente el dolor de la catástrofe. Las señales anunciadoras serían expresión de tres espacios, cielo tierra y mar trastornados en una especie de vuelta al caos primigenio, a cuyo término, Cristo se hará visible y glorioso. Cabe opinar que de una profecía se ha pasado a otra, que anunciaría el fin del mundo y la venida definitiva de Cristo, a no ser que esos signos reflejen sólo una manera simbólica de expresar el fin catastrófico de Jerusalén, en un tiempo evangelizador de los paganos, a cuyo término, el mismo Israel podrá volver a Cristo. Así se expresa, al menos, san Pablo. En todo caso, Jesús está viniendo en la medida que nosotros logramos descubrir su presencia en los signos con que Dios siembra de toques de atención el curso de la historia. Él está siempre ahí, habitando su Iglesia y habitándonos a nosotros, y su paso no se detiene. Importa percibirlo para seguirlo de inmediato.
Reflexión: Arpar el rostro
Arpar es arañar la cara de alguien con la manos crispadas, en pelea barriobajera entre mujeres, que se hieren con ahínco en lo que más estima tienen y miman con total dedicación, el rostro. Aspar, porque las manos adoptan el gesto ágil de la artista que pulsa las cuerdas del arpa abrazándolo contra el pecho.
Las diferencias emocionales distan no poco de la una a la otra. Las manos que discurren ágiles por la trama armoniosa del arpa derrochan exquisitez y delicadeza. Se diría, por contra, que arparse la cara dos mujeres enzarzadas en enconada liza, resulta simplemente ridículo, si no fuera porque tan deprimente espectáculo nos sobrecoge y avergüenza a todos, al comprobar qué bajo nos puede hacer caer la irracionalidad de nuestras pasiones. Todo hace pensar que es el aislamiento nervioso y claustrofóbico de las cárceles lo que priva de buen sentido a quien las sufre.
Me quedo con el arpa.
miércoles, 23 de noviembre de 2011
Os perseguirán
Jesús no oculta a los suyos el futuro que les espera. Les perseguirán, por lo que deben mantenerse firmes en la fe y perseverar, a pesar de cuanto les pueda salir al camino. Sufrir persecución por creer en Jesucristo, lejos de hacer tambalear nuestra firmeza, ha de acrecentarla, ya que entonces nuestros sufrimientos se unen a los suyos. La cruz es signo del acoso sufrido por Jesús y el de toda persecución cristiana. Y si en ella fraguó Jesús su fortaleza, en ella debemos de fundar nosotros la nuestra. San Pablo, desde su experiencia, dice que en sus propias debilidades, se sintió siempre fuerte, acodado en la cruz de Cristo. Ahí radica la entereza de los mártires. Supieron cogerse con fuerza a las manos llagadas de Cristo. Con él a su derecha, nadie temblará.
Reflexión: El sabiondo
La fina ironía valenciana suele asignarle al pedante un epíteto muy ajustado y justiciero, sabudet o dotor, que lo define con desgarro y displicente desprecio. Se aplica a quien no habla; canoniza con altisonancia lo que dice; pontifica, como quien lacra y emploma solemne todo lo que predica. No accede a dialogar en igualdad de condiciones; excluye al otro minimizándolo, como quien sostiene, brazo en alto, la balanza apodíctica de la verdad absoluta. En una galería de tipos, uno lo pondría al final, pero él se saldría de la fila de mal humor para instalarse entre los más destacados. Concedamos, no obstante, que a menudo, hasta tiene razón y acierta sobre lo que diserta ufano; no es un ignorante; son los modos irrefutables con que alza su campanuda voz lo que le despoja de aceptación y simpatía. Haberlos, haylos.
Reflexión: El sabiondo
La fina ironía valenciana suele asignarle al pedante un epíteto muy ajustado y justiciero, sabudet o dotor, que lo define con desgarro y displicente desprecio. Se aplica a quien no habla; canoniza con altisonancia lo que dice; pontifica, como quien lacra y emploma solemne todo lo que predica. No accede a dialogar en igualdad de condiciones; excluye al otro minimizándolo, como quien sostiene, brazo en alto, la balanza apodíctica de la verdad absoluta. En una galería de tipos, uno lo pondría al final, pero él se saldría de la fila de mal humor para instalarse entre los más destacados. Concedamos, no obstante, que a menudo, hasta tiene razón y acierta sobre lo que diserta ufano; no es un ignorante; son los modos irrefutables con que alza su campanuda voz lo que le despoja de aceptación y simpatía. Haberlos, haylos.
martes, 22 de noviembre de 2011
Discurso escatológico
Comienza hoy el discurso sobre las señales del fin de todo, simbolizado en el fin de Jerusalén. Ese acontecimiento final en que Jesús está pensando, nos dispone a interpretar otros acontecimientos de la historia universal. Los discípulos admiran la belleza y monumentalidad del Templo, y les sorprende que Jesús les anuncie su desaparición. El templo, orgullo de todos los judíos, ni siquiera estaba aún acabado del todo. Se comenzó su construcción 19 años antes de nacer Jesús; se emplearon en él materiales escogidos, como metales y maderas preciosas, mármoles, tapices, artesonados esculpidos y enormes piedras que le dotaban de una singular solidez. Su construcción había concitado a los mejores artistas del imperio. En el lugar de ese templo ya hubo otro, el de Salomón que Nabucodonosor destruye, y luego el de Zorobabel, al que sucede el de Herodes el Grande, y que será destruido también, como anticipa Jesús, el año 70, por Tito. Jesús intenta aquí que los suyos aprendan a no fiar en la supuesta fortaleza de las cosas de este mundo. Pero más que sobre la fragilidad, en general, conviene meditar sobre la fragilidad concreta de lo que a nosotros nos atañe y tenemos más a mano: la brevedad de la belleza, de la juventud, de la vida.
Reflexión: Los ruidos de la calle
Soy adicto al silencio, que me permite concentrarme cuando lo necesito o meditar, a su tiempo. Lo digo, porque a ciertas horas del día, horas punta que dicen, el tráfico de coches que regresan a la población o salen de ella, se traduce en un fragor horrísono y motorizado que no admite pausas. No basta cerrar la ventana a cal y canto, por más que aguata un tanto el apagado fragor. El ruido se insinúa por intersticios y cristales como un fantasma transmutado en ruido. Hay soluciones, ¡claro que las hay!, pero la economía endeble y anoréxica que nos tunde a sustos cada día, no admite gastos prescindibles. Es como cruzar un campo y empaparse bajo la lluvia porque el paraguas no se abre. En el paraíso no había ruidos. El ruido lo inventó, a gritos, la sangre conculcada de Abel.
Reflexión: Los ruidos de la calle
Soy adicto al silencio, que me permite concentrarme cuando lo necesito o meditar, a su tiempo. Lo digo, porque a ciertas horas del día, horas punta que dicen, el tráfico de coches que regresan a la población o salen de ella, se traduce en un fragor horrísono y motorizado que no admite pausas. No basta cerrar la ventana a cal y canto, por más que aguata un tanto el apagado fragor. El ruido se insinúa por intersticios y cristales como un fantasma transmutado en ruido. Hay soluciones, ¡claro que las hay!, pero la economía endeble y anoréxica que nos tunde a sustos cada día, no admite gastos prescindibles. Es como cruzar un campo y empaparse bajo la lluvia porque el paraguas no se abre. En el paraíso no había ruidos. El ruido lo inventó, a gritos, la sangre conculcada de Abel.
lunes, 21 de noviembre de 2011
Doble rasero de medir
El evangelio nos propone un doble rasero con que miden las cosas Dios y el hombre. Dios para juzgar al hombre, mira al corazón, fuente de todos sus actos; el hombre a lo sumo mira a los ojos porque no ve dentro. Para Jesús el corazón es el que surte de bondad al hombre. Y así, cuando dos personas echan su donativo en el arca de las ofrendas, una más, porque le sobra, y otra menos, porque es pobre y da todo lo que tiene, Jesús bendice el corazón de la segunda. En el libro de cuentas de Dios, esa mujer desvalida, porque ha quedado viuda, es una digna mujer buena. No es la cantidad lo que más suma en la contabilidad divina, sino la calidad de la mano que hace el donativo.
Reflexión: Sonata nº. 17 in D minor, Op. 31 nº. 2, de Beethoven
Era un niño cuando conocí y oí repetidamente a una aprendiz de piano la sonata nº 17 de Beethoven, bien que con constantes y aburridas interrupciones correctivas de errores y tropiezos en la estudiosa interpretación del tercer movimiento. Pasaron años por distintos derroteros y el olvido fue difuminando las últimas huellas de aquella joya musical exquisita, llena de escaladas y descensos musicales. Ahoras la tengo en disco. No supe hasta muy tarde qué obra era aquella que me embelesaba al oírla. Y hoy, una vez más, he vuelto a escucharla casi con devoción. Su intérprete, de quien nada sé, es un virtuoso del piano que, más que con los dedos, se deja llevar por su sensibilidad en la modulación del desarrollo acelerado del conjunto armónico, a lo largo de una composición con continuados cambios de intensidad, convertida en un diálogo de frases o ecos en cascada de vertiginosos movimientos. No deja de ser un disco de música enlatada. Concedo que no es lo mismo que escuchar la pieza en directo, pero menos es nada.
Reflexión: Sonata nº. 17 in D minor, Op. 31 nº. 2, de Beethoven
Era un niño cuando conocí y oí repetidamente a una aprendiz de piano la sonata nº 17 de Beethoven, bien que con constantes y aburridas interrupciones correctivas de errores y tropiezos en la estudiosa interpretación del tercer movimiento. Pasaron años por distintos derroteros y el olvido fue difuminando las últimas huellas de aquella joya musical exquisita, llena de escaladas y descensos musicales. Ahoras la tengo en disco. No supe hasta muy tarde qué obra era aquella que me embelesaba al oírla. Y hoy, una vez más, he vuelto a escucharla casi con devoción. Su intérprete, de quien nada sé, es un virtuoso del piano que, más que con los dedos, se deja llevar por su sensibilidad en la modulación del desarrollo acelerado del conjunto armónico, a lo largo de una composición con continuados cambios de intensidad, convertida en un diálogo de frases o ecos en cascada de vertiginosos movimientos. No deja de ser un disco de música enlatada. Concedo que no es lo mismo que escuchar la pieza en directo, pero menos es nada.
domingo, 20 de noviembre de 2011
Cristo, Rey del universo
La Iglesia da fin al ciclo litúrgico anual con la fiesta de Cristo Rey, proclamándolo principio y fin de todas las cosas, que como tal, anuncia su Reino de amor a todas las gentes. Un Reino que no es de este mundo, ya que no se funda en el sometimiento y en el dominio sobre la gente. A imagen de David, ungido por el profeta Samuel y consagrado como rey por los ancianos, Jesús es figura de David, ungido como Mesías por el mismo Espíritu de Dios, en el Jordán, a fin de que establezca entre los hombres el reinado del amor. En su reino de amor tienen preferencia los que más necesitados están de él, los pobres, marginados y pecadores, lo que tropieza con los prejuicios mundanos de pretender regirlo todo desde criterios de ley, tanto que hasta quienes lo crucifican, al verlo sometido y debilitado, se complacen en humillarlo como a un iluso: ¿Dónde está ahora tu Reino? - le dicen desafiantes. Y aun sobre la cruz, campea un rótulo que le declara irónicamente Rey de los judíos. Justamente porque es rey universal de todo lo creado, dice san Pablo que todo fue hecho por él y para él. Pero nunca quiso aparecer como tal rey y lo evitó cuando, con motivo de la multiplicación de los panes, intentó entronizarlo el entusiasmo desbordado de la gente. Muy al contrario, se declara pastor universal de cuantos, extraviados, le necesitan. Así lo intuye el buen ladrón, quien oportunamente le ruega que le reserve un lugar en su Reino, reconocimiento que Cristo acoge con solícita prontitud. Pertenecer a su reino es permanecer en su amor, mediante el cumplimiento de sus deseos que el evangelio predica, donde el amor mutuo, y en consecuencia el perdón, la entrega al otro y la esperanza, son un eje temático que transe, ocupa y da sentido a toda su enseñanza.
Reflexión: Un tostón
La expresividad del lenguaje coloquial dispone de un rico vocabulario apto para decirlo todo, a menudo con gruesos trazos, e incluso, a veces, con gracejo. Una mala película, un discurso inaguantable, una novela insoportable, un mitin sin contenido alguno, lleno de improperios, nos llevarán al desahogo desenfadado de sentenciar que son un tostón, un soberano tostón. María Moliner dice que semejante término se aplica a cosas fastidiosas por pesadas. Pesadas, se entiende, anímicamente hablando. Es un tostón entonces todo lo que induce al hastío, todo aquello que, por cansino y tedioso, nos hace bostezar. Pero sucede, además, que lo que para unos es un tostón, una sinfonía clásica, pongo por ejemplo, para otros resulta delicioso escucharla. Se trata de un término, por lo tanto, de doble filo, una palabra movediza e inestable, según los gustos refinados o no de quien la utilice. ¡Alto! Quede aquí mi disquisición, no sea que alguien poco sufrido esté ya tentado de dictaminar que este deslavazado comentario mío en que me he enfrascado, esté pecando también de la insufrible pesantez que censuramos indignados como tabarra, monserga, rollo, matraca y tostón.
sábado, 19 de noviembre de 2011
Los saduceos y la resurrección
Jesús ha revelado que, a su tiempo, será colgado de unos clavos en la cruz y que nos justificará resucitando. Los saduceos no creen en la resurrección. Seguidores en exclusiva de Moisés, desoyen la voz de los profetas. Desde tal premisa, tratan de poner en grave aprieto a Jesús con amañados argumentos, y Jesús les desarma. Los fariseos aplauden. Todo el proyecto salvador del Padre tiende a la redención del hombre, mediante el precio que nuestros pecados ponen a la sangre asesinada de Cristo. Resucitado, nos reconcilia y media por nosotros como el único mediador que es, no a manera intercesora de María o de los santos, sino como quien reúne juntamente en sí mismo ser hombre y Dios. Este es el núcleo de nuestras creencias, porque si Cristo no ha resucitado, que alega san Pablo, vana es nuestra fe.
Reflexión: Sobre los ángeles
Me cuesta mucho admitir que el ángel de la guarda hable catalán cuando te avisa de que no hagas esto a aquello, diga lo que diga Durán Lleida, cuando puede insinuársenos en valenciano con mucha más dulzura, aparte cuestiones lingüísticas que ni vienen ni van. Por lo que a mi me toca y por nacimiento, me corresponde que me hable en castellano, el de Cervantes, el de fray Luis, incluso el de Rafael Alberti que tiene un libro de poemas Sobre los ángeles, los específicamente suyos, o el del mismo Salvador Espríu tan correcto y tan claro. Justamente, mi nombre es Ángel y me interesa todo lo que tenga que ver con ellos.
viernes, 18 de noviembre de 2011
Casa de oración
Jesús echa a los mercaderes del atrio del templo, y justifica tal gesto citando la Escritura: Mi casa es casa de oración, no lugar ni excusa para negociar a expensas del culto debido a Dios. Se trataba de la venta de bueyes y ovejas para los sacrificios. La sacralidad del templo, viene a decir Jesús, lo abarca todo, desde el pórtico de entrada hasta el altar.¿Dónde quedaba la santidad responsable que había de suponerse en los dirigentes religiosos del país? Jesús es la verdad y declara siempre la verdad paladinamente, a lo que responden sus enemigos, contrariados, con la espada del odio. Nuestro templo es Dios mismo. Y en él, para los cristianos, el centro espiritual de toda la vida es la eucaristía. En ella se nos hace presente Cristo. Y su santidad, de que participamos al comulgar con él, nos invita a apartarlo todo para quedar a solas con la divina realeza de su amor. Todo lo demás hay que echarlo fuera a la manera de Cristo, como quien purifica un templo.
Reflexión: La cultura medieval
La cultura greco-latina alcanzó cotas meritísimas de sabiduría y sorprendentes realizaciones artísticas y arquitectónicas. La decadencia romana y la irrupción eslava, anidadas en el mismo imperio, arrollaron todo el saber antiguo y su organización administrativa. Fueron los monjes quienes rescataron con cuidadosa y ordenada dedicación, de los escombros del imperio, todo el saber escrito, copiando y acopiando libros, y conservándolos de siglo en siglo. Es el mantillo donde fructifica la sabiduría de los siglos medios. De los monasterios surgirán, en la baja edad media, los difusores de la antigua cultura, para edificar de logro en logro el humanismo, base del renacimiento y la edad moderna. No olvidemos, por ejemplo, que la universidad es feliz invento medieval. La edad media no es el rincón oscuro y retrógrado de la historia que interesados y necios infundios propagan, sino el recio puente que trasvasa los antiguos conocimientos a los cimientos del mundo moderno.
Reflexión: La cultura medieval
La cultura greco-latina alcanzó cotas meritísimas de sabiduría y sorprendentes realizaciones artísticas y arquitectónicas. La decadencia romana y la irrupción eslava, anidadas en el mismo imperio, arrollaron todo el saber antiguo y su organización administrativa. Fueron los monjes quienes rescataron con cuidadosa y ordenada dedicación, de los escombros del imperio, todo el saber escrito, copiando y acopiando libros, y conservándolos de siglo en siglo. Es el mantillo donde fructifica la sabiduría de los siglos medios. De los monasterios surgirán, en la baja edad media, los difusores de la antigua cultura, para edificar de logro en logro el humanismo, base del renacimiento y la edad moderna. No olvidemos, por ejemplo, que la universidad es feliz invento medieval. La edad media no es el rincón oscuro y retrógrado de la historia que interesados y necios infundios propagan, sino el recio puente que trasvasa los antiguos conocimientos a los cimientos del mundo moderno.
jueves, 17 de noviembre de 2011
La paz de Dios
A la vista de Jerusalén, desde el monte de los Olivos, Jesús, dolido, se lamenta de que en la ciudad de Dios, donde están las instituciones judías de Israel, sus habitantes no conozcan la paz. Si la conocieran, ¿qué no harían para vivirla intensamente, para recuperarla en tan duros momentos? Paz, con letras mayúsculas, porque esa paz es Cristo mismo, que con su palabra y luego con su muerte, nos pone en paz con Dios, nos justifica liberándonos de nuestras ataduras mortales y nos reconcilia con todos.
La paz es un don que concede el Espíritu de Dios a los hombres que la promueven en el mundo. Así es como a sus discípulos, al hacerles partícipes Jesús de ese Espíritu divino para enviarles a predicar, les ordena que den la paz a quienes los acojan. Y él mismo, al resucitar, lo primero que hace al dar con ellos, es darles la paz, transmitirles la paz que él ya disfruta glorioso junto al Padre. Hay paz donde hay amor. Donde hostilmente reinan el odio, el egoísmo, la envidia, no queda sitio para la concordia y la paz. No firmaría con el dedo de su verdad, en páginas tan negras, el Príncipe de la paz. A quienes viven su justicia, en cambio, les hace partícipes de la suya, de modo que no sólo la disfruten, sino que la vivan; una paz tranquilizadora, íntima, suave como pluma de paloma, ungida como hoja de olivo, leve como sombra de tierno suspiro amoroso, como su corazón, como su palabra ardiente.
Reflexión: El engorro de las elecciones
Es de admirar el tesón y entrega que en elecciones ponen los políticos, nunca más aguerridos, para vender su mercancía, buena o mala, por el afán insuperable de protagonizar el poder nacional. Es lamentable, además, la propensión de persuadir a los posibles electores sin reparar en ultrajes al adversario o asertos insidiosos propalados a cielo abierto sin atisbos de pudor. Es el fin lo que importa, meta gloriosa que lo justifica todo, y que con tal de alcanzarlo, impulsa a conculcar sin miramientos los medios que conduzcan a él. Es de ver el derroche verbal que consume la propaganda con que se proclaman óptimos a sí mismos, invadiéndolo todo hasta resultar abrumadores. No hay chaparrón palabrero más intenso y ruidoso ni paliza más desgarradora. Cifrémoslo todo bondadosamente como una de las gabelas inevitables que comporta el disfrute de la democracia y que hay que pagar. Es el copago -sucia palabreja- que imponen las conveniencias de la libertad.
miércoles, 16 de noviembre de 2011
Las onzas y el rey
Esta parábola es una variante de la de los talentos. Como allí, dos agraciados gestionan cabalmente ese caudal encomendado y obtienen un equilibrado rendimiento; hay uno negligente que devuelve lo prestado sin más. Sólo los que han hecho rendir las gracias que Dios pone en sus manos, entrarán el reino eterno.
Hay entonces aquí una apelación al juicio final, donde Dios pondrá a cada cual en su sitio, porque lo que Jesús persigue, no es sino sacudir la conciencia de quienes viven en la desidia, instándoles a tomar en serio los designios de Dios.
Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza. Y al enviar su Hijo al mundo, intenta que sigamos su estela, para que lleguemos a ser espejo e imagen suya, a cuyo fin pone a nuestra disposición un lote de gracias con que hacer de nosotros testigos del divino amor.
Reflexión: La cultura y la especialización
Hoy en día, la adquisición de conocimientos tiende a la especialización, y de ahí el auge de la técnica, de modo que más que personas cultas, se busca gente experta, y el resultado es, como ya ha dicho alguien, llegar a saberlo todo sobre casi nada. En fechas que podemos considerar ya remotas, Alexis Carrel, premio nobel de medicina, en un libro que alcanzó máxima difusión, auguraba un porvenir donde el equipo de expertos y técnicos sustituiría al trabajo individual. El equipo reuniría a un conjunto de especialistas sobre diversas disciplinas, convenientemente conjuntadas por un director. Aquel atrevido augurio, entrevisto con singular clarividencia, ya es hoy una realidad palpable, y de ahí el ocaso de las humanidades, donde el hombre culto dispone de una visión más amplia y panorámica del saber. El puzle se impone a la belleza individualizada del poema. Yo entiendo que lo uno no debiera tachar los valores innegables de la sabiduría, que está en la base de todo el conocimiento.
martes, 15 de noviembre de 2011
Zaqueo
Zaqueo, conmovido por la palabra sugerente de Jesús, devuelve lo robado y da la mitad de lo que tiene a gente necesitada. Esto de repartir la mitad de lo que se poseía entre gente necesitada, era una norma observada, en ocasión del bautismo, en la comunidad de Lucas, a la que dedica su evangelio. Era el modo de iniciarse, como prueba de conversión, en el desprendido seguimiento de Cristo.
Lo decisivo es siempre la conversión, volver a Dios para vivir empapados de amor a los más necesitados de amor. La conversión es un cambio radical de vida que comporta enderezar la propia conducta, como sucede al preocuparse de los pobres, espejos de la pobreza y preferencias de Cristo.
Tal renuncia es posible que constituya una de las cosas más difíciles de llevar a cabo. No es fácil prescindir de lo que enriquece y acomoda, en favor otros a quienes les falta. Pero qQuien lo intenta de alguna manera y en alguna proporción, advierte gozoso al punto cómo se siente más aligerado de peso, más libre, menos anclado a lo que entorpece el camino que va al Padre. Es el modo más eficaz de llegar a ser espejo de Cristo.
Reflexión: La linea recta
La rectitud es la cualidad que reconocemos en la línea que recorre directa y sin titubeos, a ojos cerrados, un espacio, sin ceder a un lado ni a otro, de modo que alcanza, desde un punto de origen, otro de llegada, con más celeridad que zigzagueando o curvando su impulso. Dicen, por eso, que resulta la más corta entre dos puntos. Su sentido geométrico admite fácil aplicación a la conducta humana, y así, quien procede rectamente, no admite devaneos ni desvíos laterales, frente al que va a tentones con ebrios aires de taberna. La rectitud no queda exenta de una cierta austeridad, ama la inmediatez y es experta en prontitud, porque cumple con todos los compromisos de la seriedad. No es serio quien entretiene su tiempo mirando hacia atrás sembrando morosidades. Tanto es así, que quien acuñó tan circunspecta palabra, no parece que tuviera tiempo para hallarle un antónimo, como quien tiene un hijo. Lo tienen la palabra fácil, opuesta a difícil, o el término roto, opuesto a entero. Y llama la atención que el adjetivo recto sea originario del verbo regir, en latín, del que sería su participio, de forma que en su sangre hay resonancias legales, lo que explica muchas cosas. ¡Ya decía yo!
Lo decisivo es siempre la conversión, volver a Dios para vivir empapados de amor a los más necesitados de amor. La conversión es un cambio radical de vida que comporta enderezar la propia conducta, como sucede al preocuparse de los pobres, espejos de la pobreza y preferencias de Cristo.
Tal renuncia es posible que constituya una de las cosas más difíciles de llevar a cabo. No es fácil prescindir de lo que enriquece y acomoda, en favor otros a quienes les falta. Pero qQuien lo intenta de alguna manera y en alguna proporción, advierte gozoso al punto cómo se siente más aligerado de peso, más libre, menos anclado a lo que entorpece el camino que va al Padre. Es el modo más eficaz de llegar a ser espejo de Cristo.
Reflexión: La linea recta
La rectitud es la cualidad que reconocemos en la línea que recorre directa y sin titubeos, a ojos cerrados, un espacio, sin ceder a un lado ni a otro, de modo que alcanza, desde un punto de origen, otro de llegada, con más celeridad que zigzagueando o curvando su impulso. Dicen, por eso, que resulta la más corta entre dos puntos. Su sentido geométrico admite fácil aplicación a la conducta humana, y así, quien procede rectamente, no admite devaneos ni desvíos laterales, frente al que va a tentones con ebrios aires de taberna. La rectitud no queda exenta de una cierta austeridad, ama la inmediatez y es experta en prontitud, porque cumple con todos los compromisos de la seriedad. No es serio quien entretiene su tiempo mirando hacia atrás sembrando morosidades. Tanto es así, que quien acuñó tan circunspecta palabra, no parece que tuviera tiempo para hallarle un antónimo, como quien tiene un hijo. Lo tienen la palabra fácil, opuesta a difícil, o el término roto, opuesto a entero. Y llama la atención que el adjetivo recto sea originario del verbo regir, en latín, del que sería su participio, de forma que en su sangre hay resonancias legales, lo que explica muchas cosas. ¡Ya decía yo!
LUNES El ciego de Jericó
Hay muchas maneras de ver y otras de tener los ojos tapiados. El ciego vive a oscuras y tiene que imaginar lo que no ve. Pero ciego no es sólo el que no percibe el mundo exterior. Es ciego también el que no entiende las cosas que se le explican y el que, al ver a Dios en su corazón, va a bandazos por la vida. Desde antiguo, el hombre observó la estrecha semejanza existente entre la luz que nos permite ver las cosas, y la claridad con que la mente llega a conocer los asuntos más oscuros. Aun así, hombres que gozan de gran lucidez mental, no saben ver a Dios. Ven claro con los ojos de la mente, pero están ciegos para las cosas de Dios. El ciego de Jericó, en cambo, no veía a Jesús ni a la gente que le reprendía por invocar a Jesús a gritos, pero tenía muy abiertos los ojos de su fe, y creyó en Jesús. Que como a él, Dios ilumine a todos con su luz para no perder de vista el camino que conduce al Padre.
Reflexión: El lavatorio
Jesús nos hace ver en su evangelio, de muy expresiva manera que el amor con que aceptamos al otro tal cual es, se traduce en estar prontamente a su disposición, según sus necesidades y requerimientos, apeados con naturalidad de toda altivez, porque no hay entrega que no pisotee, desde el sumiso allanamiento del sentido común, la irracionalidad de los pujos que alimentan nuestro orgullo. Jesús escenificó esta actitud de ser para los demás, arrodillándose ante los suyos para lavarles los pies, sucios del polvo precioso de todos los caminos. Era el buenas-noches de la evangelización, en un gesto entrañable que define su humilde grandeza. Sobrecoge esta escena de Dios a los pies del hombre.
Reflexión: El lavatorio
Jesús nos hace ver en su evangelio, de muy expresiva manera que el amor con que aceptamos al otro tal cual es, se traduce en estar prontamente a su disposición, según sus necesidades y requerimientos, apeados con naturalidad de toda altivez, porque no hay entrega que no pisotee, desde el sumiso allanamiento del sentido común, la irracionalidad de los pujos que alimentan nuestro orgullo. Jesús escenificó esta actitud de ser para los demás, arrodillándose ante los suyos para lavarles los pies, sucios del polvo precioso de todos los caminos. Era el buenas-noches de la evangelización, en un gesto entrañable que define su humilde grandeza. Sobrecoge esta escena de Dios a los pies del hombre.
domingo, 13 de noviembre de 2011
Los talentos
La gestión de los talentos habla del mayor o menor rendimiento que puede obtener de ellos nuestro esfuerzo.
Es fácil advertir el sentido trascendente que tiene toda la parábola, ya que se habla de un premio consistente en participar del banquete eterno de Dios, más allá de la vida. Se trata así del progreso espiritual de la gracia, que nos santifica mediante nuestra diligencia. Lo decisivo ha de ser entonces nuestra capacidad de aprovechamiento espiritual, distinto en cada persona porque es distinto el grado de santidad con que el hombre gestiona los dones con que es agraciado por Dios. La gracia es siempre de Dios; la copa donde el hombre la recibe y modela según su condición particular, difiere de una a otra persona.
Esa es nuestra responsabilidad. Saber poner a trabajar los dones concretos que Dios nos da, multiplicando sus beneficios. Los apóstoles le pedían a Jesús más fe, como motor de todo esfuerzo. Acrecer toda ganancia en el amor que le debemos a Dios, es el resultado de ese itinerario progresivo que nos abrirá la puerta del divino y opíparo banquete.
Reflexión: Tomado de un PPS, más o menos
¡Ahora sé que el silencio vale mas que mil palabras! Un periodista le hizo una entrevista a Dios y le preguntó: - ¿Qué es lo que más le sorprende a su divinidad del comportamiento humano? A lo que Dios repuso sin dudar: - Que los hombres se aburran de ser niños y quieran crecer rápidamente, para después ambicionar ser niños de nuevo. -Que desperdicien la salud para atesorar dinero y luego pierdan inevitablemente el dinero para recuperar la salud. -Que ansíen el futuro y olviden el presente, y, claro, así no viven ni el presente ni el futuro. -Que vivan como si nunca fuesen a morir y mueran como si nunca hubieran vivido. Quedé en silencio un rato y añadí: - Padre, ¿cuáles son las lecciones de vida que quieres que tus hijos aprendamos? Y esbozando una sonrisa, respondió: - Que aprendan que no pueden pretender que alguien los ame, sin dejarse amar; que lo mas valioso en la vida no es lo que tenemos, sino a quien tenemos; que una persona rica no es quien tiene mas, sino quien necesita menos; y que el dinero puede comprarlo todo, menos la felicidad. Hubo una breve pausa de silencio en que quedamos mirándonos, y seguidamente Dios, cerrando la nube blanca que lo envolvía, desapareció.
Es fácil advertir el sentido trascendente que tiene toda la parábola, ya que se habla de un premio consistente en participar del banquete eterno de Dios, más allá de la vida. Se trata así del progreso espiritual de la gracia, que nos santifica mediante nuestra diligencia. Lo decisivo ha de ser entonces nuestra capacidad de aprovechamiento espiritual, distinto en cada persona porque es distinto el grado de santidad con que el hombre gestiona los dones con que es agraciado por Dios. La gracia es siempre de Dios; la copa donde el hombre la recibe y modela según su condición particular, difiere de una a otra persona.
Esa es nuestra responsabilidad. Saber poner a trabajar los dones concretos que Dios nos da, multiplicando sus beneficios. Los apóstoles le pedían a Jesús más fe, como motor de todo esfuerzo. Acrecer toda ganancia en el amor que le debemos a Dios, es el resultado de ese itinerario progresivo que nos abrirá la puerta del divino y opíparo banquete.
Reflexión: Tomado de un PPS, más o menos
¡Ahora sé que el silencio vale mas que mil palabras! Un periodista le hizo una entrevista a Dios y le preguntó: - ¿Qué es lo que más le sorprende a su divinidad del comportamiento humano? A lo que Dios repuso sin dudar: - Que los hombres se aburran de ser niños y quieran crecer rápidamente, para después ambicionar ser niños de nuevo. -Que desperdicien la salud para atesorar dinero y luego pierdan inevitablemente el dinero para recuperar la salud. -Que ansíen el futuro y olviden el presente, y, claro, así no viven ni el presente ni el futuro. -Que vivan como si nunca fuesen a morir y mueran como si nunca hubieran vivido. Quedé en silencio un rato y añadí: - Padre, ¿cuáles son las lecciones de vida que quieres que tus hijos aprendamos? Y esbozando una sonrisa, respondió: - Que aprendan que no pueden pretender que alguien los ame, sin dejarse amar; que lo mas valioso en la vida no es lo que tenemos, sino a quien tenemos; que una persona rica no es quien tiene mas, sino quien necesita menos; y que el dinero puede comprarlo todo, menos la felicidad. Hubo una breve pausa de silencio en que quedamos mirándonos, y seguidamente Dios, cerrando la nube blanca que lo envolvía, desapareció.
sábado, 12 de noviembre de 2011
La viuda del juez injusto
En el contexto social de una mujer viuda en situación de desvalimiento y un juez remiso que posee el poder de decidir sobre situaciones conflictivas de las personas, la viuda suplicante y tenaz simboliza el poder de la oración, que acaba por doblegar la voluntad del poderoso. La intriga del relato enseña a no dudar de la eficacia de la oración y no desfallecer en nuestro requerimiento mientras oramos. La oración de petición busca la confluencia de los propios deseos con los de Dios, venciendo su aparente renuencia a escucharnos, que a veces se dilata sometiendo a prueba nuestra constancia y nuestra confianza en él. La perseverancia tiene premio, viene a decirnos Jesús.
Reflexión: El fanatismo
He visto un video que muestra el castigo inhumano que se infiere, en determinado país, a un niño que, llevado de la necesidad, había hurtado pan. El correctivo consistía en inutilizar el brazo derecho del niño haciendo pasar por encima de él la rueda de un pesado camión. El espectáculo era sobrecogedor. Los gestos y gritos de dolor del niño, rodeado de adultos indiferentes, eran desgarradores. Y uno, sin pretender herir extrañas sensibilidades, se limita a preguntar; ¿En qué siglo cruel y salvaje estamos todavía?
Reflexión: El fanatismo
He visto un video que muestra el castigo inhumano que se infiere, en determinado país, a un niño que, llevado de la necesidad, había hurtado pan. El correctivo consistía en inutilizar el brazo derecho del niño haciendo pasar por encima de él la rueda de un pesado camión. El espectáculo era sobrecogedor. Los gestos y gritos de dolor del niño, rodeado de adultos indiferentes, eran desgarradores. Y uno, sin pretender herir extrañas sensibilidades, se limita a preguntar; ¿En qué siglo cruel y salvaje estamos todavía?
viernes, 11 de noviembre de 2011
El que mira hacia atrás....
En alguna ocasión, recurre Jesús a sucesos de la historia de Israel, usándolos a manera de parábolas, sólo que la parábola es imaginativa, en tanto que la historia nos muestra relatos de hechos pretéritos, como el diluvio o la historia de Lot, episodios tan dramáticos como ejemplares. Jesús destaca ese gesto regresivo de mirar hacia atrás que mineraliza a Sara, para exhortarnos a que evitemos obrar así cuando llegue el día de Dios. La esposa de Lot se vuelve curiosa hacia atrás añorando los días felices de la ciudad, en lugar de aceptar el presente mirando hacia adelante. Jesús nos exhorta a que, olvidados de todo, permanezcamos vigilantes, para afrontar enteros tan inquietante momento, en vez de caer en el desconcierto al verse sorprendidos en la azotea, o regresando al pueblo desde el campo.
La religión cristiana
La religión cristiana es de una inmarcesible belleza. Descansa su edificio sobre los pilares del amor, el perdón, la esperanza y la salvación, en ese mismo orden. No le busquéis semejanzas, a lo sumo, sombras. El amor se entraña en Dios, que añade a la grandeza de su corazón divino el latido esforzado del corazón del hombre, divinizándolo y tendiendo el arco iris de su eternidad sobre él. El perdón brota como de una fuente de ese amor desmedido. Se perdona por amor o no se perdona. La esperanza es la visión anticipada, desde la oscuridad de la fe, de un Dios que no sabe cerrar sus brazos, crucificados en la sangre del Hijo. La salvación es el regreso a esos brazos paternos de cuantos han sabido, oportunamente, regresar a Dios por el camino santificante que es Cristo.
jueves, 10 de noviembre de 2011
Las creencias judías contaban con la certeza de la realeza celeste de Dios, y que esa realeza se haría realidad espectacularmente un día en este mundo; pero,¿cuándo? Jesús aclara tales creencias alegando que es inútil hacer cálculos de lo que Dios se reserva para sí. Dios llega siempre de manera inesperada. Su reino está al alcance de todos y su venida se cumple en Jesús y en la predicación evangélica. Lo que ocurre es que, para que esa presencia se realice en el corazón del hombre, es necesario que sea precedida por la luz de la fe.
Tu fe te ha salvado. Así es cómo Jesús insta constantemente a creer en su persona y en su palabra, que nos insta a proceder siempre en conformidad con Dios.
Reflexión: ¡Que llueva, que llueva!
Reconozco que disfruto como un niño oyendo y viendo llover, por más que me desagrada infinito sufrir la premiosa monotonía de esas otras lloviznas bobaliconas tan pertinaces. Algo tiene ese rumor de la lluvia, que alienta sentimientos gratos dentro de uno. Algo de ancestral recuerdo dentro del hombre nos habla de sequías interminables y del gozo de salir luego a empaparse, a campo abierto, de las lluvias salvadoras. La misma historia de los pueblos recuerda milagros logrados por intercesión de la Virgen o lo sanos, en angustiosas rogativas, para que los cielos devolvieran compasivos, mediante la lluvia, el esplendor de los campos. ¡Que llueva, que llueva!, cantábamos bulliciosos, de niños, a grito pelado, cuando las nubes se deshacían de su peso sobre el barro viscoso de nuestras calles. Pues, eso: ¡Que llueva!
Reflexión: ¡Que llueva, que llueva!
Reconozco que disfruto como un niño oyendo y viendo llover, por más que me desagrada infinito sufrir la premiosa monotonía de esas otras lloviznas bobaliconas tan pertinaces. Algo tiene ese rumor de la lluvia, que alienta sentimientos gratos dentro de uno. Algo de ancestral recuerdo dentro del hombre nos habla de sequías interminables y del gozo de salir luego a empaparse, a campo abierto, de las lluvias salvadoras. La misma historia de los pueblos recuerda milagros logrados por intercesión de la Virgen o lo sanos, en angustiosas rogativas, para que los cielos devolvieran compasivos, mediante la lluvia, el esplendor de los campos. ¡Que llueva, que llueva!, cantábamos bulliciosos, de niños, a grito pelado, cuando las nubes se deshacían de su peso sobre el barro viscoso de nuestras calles. Pues, eso: ¡Que llueva!
miércoles, 9 de noviembre de 2011
La basílica de Letrán
El templo es casa de oración y hay que desterrar todo lo que, en su ámbito sagrado, desdore el culto a su divina presencia . Podrá antojársele a alguno que Jesús se excede en las maneras al purificar de traficantes el sagrado recinto, de tan radical manera. El espectáculo de zoco comercial en que habían convertido los atrios del templo, debió de resultarle deprimente a quien veía las cosas con los ojos de su Padre. Y él lo que hace es desalojar los atrios sagrados de ovejas y de bueyes. Es lo que en buena ley competía hacer a la clase sacerdotal. Se comprende tanta condescendencia; no muven un solo dedo para proceder como acaba por hacer Jesús, dado que el tesoro del templo se había convertido en un fondo de inversión fabuloso que beneficiaba a sus gestores los servidores del templo. Jesús, como explica también a la samaritana, anticipa que, con el tiempo, una vez resucitado, no habrá otro templo que el que encarne su propia verdad y la asistencia del Espíritu divino, a quien corresponderá hacerle presente ante el mundo.
Reflexión: La feria de libro
Vivir cerca de Valencia facilita visitar la feria anual del libro. Gozo ojeando libros antiguos de irregulares tapas, envejecida la piel amarillenta. Me interesaba dar con libros sobre franciscanismo y sobre todo, obras escritas por franciscanos de Aragón y Valencia. El recorrido ha sido entretenido, pausado y entrañable, pero estéril en cuanto al propósito antedicho. No era así en años anteriores al actual de la crisis. Probablemente, la feria no sea el lugar más idónea para la oferta, hoy, de esa clase de libros viejos. Me he tenido que contentar con un diccionario bíblico, muy de mi agrado, adquirido a un precio asequible, y no era precisamente un libro viejo, antes de fechas muy recientes.
martes, 8 de noviembre de 2011
Ya no os digo siervos
La palabra siervo puede herir nuestra sensibilidad moderna. Para nuestra cultura, el siervo encarna una baja condición social contrapuesta a la del hombre libre. No es esa servicialidad la que Jesús predica, por más que, en su tiempo, los siervos, en Israel, se acercaban mucho, en cuanto al trato y educación, al de los hijos del señor. Unos y otros se educaban juntos y tenían los mismos derechos. Siervo, para Jesús, es quien se muestra servicial con los demás, reflejando en sí mismo la realidad espiritual de la entrega sacrificial que hace por nosotros él. No nos exige que renunciemos a nuestra dignidad, sino que elevemos el nivel de nuestra condición humana amando al otro con fraternal solicitud. Ese tipo de servicialidad eleva el rango de lo hijos de Dios. Ya no os considero siervos, sino amigos, nos dice a los suyos Jesús en el evangelio de Juan. Ganémonos a Dios con nuestra disponibilidad fraterna, que es la mejor manera de ser como él.
Rerflexión: Ya hace frío
Ya hace frío, ese ramalazo de desabrimiento que encoge el ánimo. No excesivamente, pero ya hace frío, inaugurando tiempos de desazón, y la gente ha sacado ya del armario la arrugada ropa de abrigo. El frío es montaraz, como la zorra huidiza y la agresividad de las zarzas. El frío es un extraño; viene siempre de fuera; y a menudo, es el viento quien lo trae. El habitante de las antiguas glaciaciones, empezó a sobrevivir cuando descubrió la maravillosa cortesía doméstica del fuego. Resignarse a vivir polarizado entre hielos es como desafiar el sentido común. Este año apenas si hemos tenido otoño. A lo más, un tira y afloja entre verano extremo y aproximados atisbos de invierno, salvando esa otra estación o simple apeadero de lo uno para recalar en la devastación del frío. Pues, bien. Hoy hace frío, un frío húmedo de toalla que no se seca, que intenta transir el barro alfarero de nuestra existencia. La calle empieza a sernos desapacible y se está bien e ncasa. Válganos tan grato recogimiento.
Rerflexión: Ya hace frío
Ya hace frío, ese ramalazo de desabrimiento que encoge el ánimo. No excesivamente, pero ya hace frío, inaugurando tiempos de desazón, y la gente ha sacado ya del armario la arrugada ropa de abrigo. El frío es montaraz, como la zorra huidiza y la agresividad de las zarzas. El frío es un extraño; viene siempre de fuera; y a menudo, es el viento quien lo trae. El habitante de las antiguas glaciaciones, empezó a sobrevivir cuando descubrió la maravillosa cortesía doméstica del fuego. Resignarse a vivir polarizado entre hielos es como desafiar el sentido común. Este año apenas si hemos tenido otoño. A lo más, un tira y afloja entre verano extremo y aproximados atisbos de invierno, salvando esa otra estación o simple apeadero de lo uno para recalar en la devastación del frío. Pues, bien. Hoy hace frío, un frío húmedo de toalla que no se seca, que intenta transir el barro alfarero de nuestra existencia. La calle empieza a sernos desapacible y se está bien e ncasa. Válganos tan grato recogimiento.
lunes, 7 de noviembre de 2011
El escándalo
El escándalo es el envés, la cara opuesta del buen ejemplo. Jesús había enseñado que los suyos debían ser luz del mundo, desde la ejemplaridad de su honradez y buen hacer cristiano. Ahora avisa de la gravedad del proceder contrario, consistente en dar mal ejemplo, escandalizar.
El escándalo es la antítesis de la justicia de Dios. El escándalo, desde la perversidad verbal o desde una mala conducta, induce a los otros a desviarse del camino recto. El escándalo encizaña la convivencia. Y escandaliza con especial gravedad quien se niega a perdonar, cuando Jesús se entrega a la muerte como cordero expiatorio para que Dios nos perdone, rescatados con el precio impagable de su sangre. La frase más sobrecogedora de Jesús en la cruz fue, precisamente, la de perdonar a quienes le estaban matando, excusándolos ante el Padre con el alegato de que ni advertían qué era lo que estaban haciendo. Tres cosas califican la religión cristiana, el amor, la esperanza, la salvación y el perdón. Si se quiere dar buen ejemplo a los demás, actuemos de modo que vean cómo el cristiano, desde el amor a los demás, perdona no una vez o cuatro o siete, sino siempre que se siente escarnecido por otro.
Reflexión: Una visita inesperada
En años iniciales de indefinida vocación, san Francisco vivió como un ermitaño, hasta que Dios le dio hermanos. No sólo él. Fray Miguel vive solo, como un ermitaño, en la falda de un monte eminente por el que trepa la sombra verde de una densa pinada. Vive sobriamente con lo justo, y la gente piadosa de la población alivia su pobreza llevándole alimentos que él, mal que bien, ha aprendido a cocinar. La escueta vivienda queda adosada a la iglesita que él mismo hizo edificar, una nave con cabida suficiente para cuantos suelen participar de la celebración eucarística. El tiempo que le dejan sus habituales quehaceres pastorales, lo emplea en investigar, escribir y editar un libro tras otro de prolija manera. Está sordo, lo que le induce a hablar a grito pelado, pero ese mismo silencio que le aísla de su entorno, le faciulita concentrarse en su labor intelectual. Hoy nos ha visitado, como siempre, derrochando alegría, y lo inesperado del encuentro, después de largos tiempo sin vernos, nos ha llenado de gozo fraterno, el gozo de sabernos hermanos en Cristo, a pesar de la distancia, que el común afecto acorta no poco.
domingo, 6 de noviembre de 2011
Vírgenes prudentes o necias
El evangelio de las vírgenes prudentes es como un anticipo del adviento y primer ensayo de su actitud de saber esperar, frente a quienes viven en la despreocupación y la indiferencia, como quien duerme en vez de velar, y despierta a destiempo. La parábola mide el acierto de unos frente a la equivocación de los otros, desde los resultados consecuentes de la conducta humana, consistentes en participar del banquete de Dios los unos, avisados y despiertos, frente a los negligentes, que se dejan sorprender por su propia exclusión del corazón de Dios. De nada servirá a estos tales querer enmendar la plana atropelladamente cuando ya es tarde. Hay que prever primero, para no verse sorprendidos después. Una palabra resume todo el contenido de la parábola de Jesús: velar; hay que velar, hay que vivir ojo avizor, siempre vigilantes, porque nadie puede adivinar la hora de llegada del Señor, que viene sin ser visto. Vigilar es estar pendientes de él, como él lo está de nosotros, porque es el corazón el que espera. Y es que sólo el amor sabe esperar, ya que anhelar a Dios de verdad, suscita incontenible sed de él, como tierra reseca, agostada, sin agua, que reza el salmo.
Reflexión: ¿Llueve o no llueve?
La alternativa es ésa. Es curioso cómo influye el tiempo de tan decisiva manera en los estados de ánimo de la persona. Somos marionetas del tiempo que haga. Un día espléndido, rebosante de sol, nos llena de placidez como un soplo expansivo de vida que nos impulsa a salir fuera, libres como pájaros. El invierno es triste y nos recluye en el cobijo caliente de la casa. En estos tiempos, otoño todavía, sufrimos días bobalicones, sosos. Ni llueve ni cesa de llover. Se diría que el tiempo, babosea como un bebé. El cielo, pesado, atascado de nubes grises, ha bajado su techo opresor. Y sigue lloviendo una especie de no lluvia indecisa. Y esta indefinición se traduce en un estado anímico dudoso como de decaído malestar y tediosa monotonía. Uno se siente desabrido. Y sigue lloviendo y lloviendo, con esa lluvia antipática y remisa que quiere y no quiere. Como los niños malos.
sábado, 5 de noviembre de 2011
Dios y el dinero
Dios y el dinero no se avienen bien. El dinero es el icono del tener y ser para el mundo, frente a la desnudez del desprendimiento de ser para Dios. Donde el dinero llena de oscuridad el corazón del hombre, a Dios no se le ve, porque no tiene cabida en él. El dinero representa en la Escritura la enajenación de la bondad que reverdece en la generosidad del que se da y en la entrega misma.
El dinero edifica el altar donde idolatramos nuestro egoísmo. No se os ocurra poner sobre el mantel impoluto del altar de Dios dos velas, una para honrarle a él y otra para honrar el dinero. Esta otra, amarilla de azufre, la enciende el diablo.
Reflexión: Las campanas de la iglesia
Con los primeros rigores del otoño, las campanas de la iglesia arciprestal tocan a difuntos cada poco, con esa cadencia lánguida y premiosa con que expresan repetidamente la seriedad del trance mortuorio. Otoño y ancianidad son coincidentes. La palidez otoñal y la que induce la enfermedad con su única afinidad palmaria.
Las campanas disponen de un código suficiente con que cifrar los signos expresivos de su lenguaje. Facilita así, de grave manera unas veces y de alegre y cantarina otras, la manifestación de la tristeza o el júbilo de sus acontecimientos sagrados.
En fiestas señeras como navidad y pascua sus campanadas vuelan como amplias mariposas enloquecidas por todo el ámbito local. Ahora son lagrimones los que se vierten para despedir a un parroquiano que se ausenta en busca de Dios.
Así fue siempre, porque la vida y la muerte acotan nuestra vida como en un paréntesis que define el tiempo. Estas despedidas sin retorno, al borde de Dios, son otra clase de hojas muertas que se lleva consigo el viento otoñal, siempre malhumorado y tristón.
viernes, 4 de noviembre de 2011
El administrador astuto
Jesús alaba al administrador infiel, no por su infidelidad, sino por su astucia al momento de enfrentarse a los obstáculos que le ponen en un gran prieto. La astucia ocupa en los hombres lo que la sabiduría en Dios. Es propio de hombres sensatos proceder en nuestro itinerario hacia él, con sentido de futuro y humana sabiduría. Nos enseñará a obrar siempre avisados, siempre prevenidos, siempre vigilantes. El administrador infiel tiene claro que su porvenir está en la cuerda floja, y se reinventa a sí mismo para evitar un inminente naufragio, antes que quedar sin nada. No es ésta la única vez que Jesús nos dice que los hijos del mal, obran con más desparpajo y soltura que nosotros, los hijos de la luz, por lo que, de manera similar, hemos de aprender de los fariseos lo que enseñan, nunca lo que hacen. Dios pone en nuestras manos todo lo necesario para llegar a ser. Aprendamos a administrar con meticuloso acierto los dones de su gracia, capacitados así para desempeñar el cometido que tenemos asignado, iluminados con la luz ejemplarizante que refleja a Cristo.
Reflexión: Recordando
Cuando de pronto aparece un amigo, compañero o conocido, tras una larga ausencia, notas algo así como si, resucitado de la ceniza y polvo, se alzara del pasado ante ti. Pero, ¿no había muerto? ¡Es lo que decían! Repuesto del pasmo, su visita propicia evocar antiguos recuerdos de incidencias vividas en común. Es un modo de quitarle el polvo a la memoria, de calentar un olvidado espacio de sangre entorpecida, al modo como la abuela, badila en mano, avivaba las ascuas del brasero. Pienso, con todo, que es preferible anticipar posibilidades de futuro, dados a construir ilusiones de realización factible más que a encenagarse en la ceniza de lo que ya ha muerto. El pasado ya no está y el porvenir apunta esperanzado a un horizonte donde no se pone el sol. Vivamos la vida. No nos faltan motivos y alicientes para sembrar, con la mira puesta en cosechas venideras. Dios mismo se asoma a nosotros luminoso ya antes de apuntar la aurora.
Reflexión: Recordando
Cuando de pronto aparece un amigo, compañero o conocido, tras una larga ausencia, notas algo así como si, resucitado de la ceniza y polvo, se alzara del pasado ante ti. Pero, ¿no había muerto? ¡Es lo que decían! Repuesto del pasmo, su visita propicia evocar antiguos recuerdos de incidencias vividas en común. Es un modo de quitarle el polvo a la memoria, de calentar un olvidado espacio de sangre entorpecida, al modo como la abuela, badila en mano, avivaba las ascuas del brasero. Pienso, con todo, que es preferible anticipar posibilidades de futuro, dados a construir ilusiones de realización factible más que a encenagarse en la ceniza de lo que ya ha muerto. El pasado ya no está y el porvenir apunta esperanzado a un horizonte donde no se pone el sol. Vivamos la vida. No nos faltan motivos y alicientes para sembrar, con la mira puesta en cosechas venideras. Dios mismo se asoma a nosotros luminoso ya antes de apuntar la aurora.
jueves, 3 de noviembre de 2011
El buen Pastor
Los fariseos se resisten a sentarse a la mesa con Jesús, rodeado de publicanos y otros pecadores, porque no le reconocen como el Mesías salvador que es. Más bien, murmuran de su supuesta falta de sensibilidad. Jesús les replica con la parábola del pastor que sale en busca de la oveja perdida para reintegrarla a su grey. Los que escuchan sin temor de verse reflejados en esa oveja extraviada, aceptan su enseñanza provechosa y se alegran con él. Los fariseos ni se saben pecadores, por más que anden lejos de la luz con que Dios encauza hacia sí los pasos distraídos del hombre.
Conviene considerar de qué lado estamos nosotros, si entre los pecadores que buscan reconciliarse con Dios, o entre los que se resisten a volver a él con pronta y humilde contrición. Mientras tanto, Jesús nos busca, nos está buscando siempre anhelante, incluso cuando andamos más pendientes de nuestros asuntos que de la alegría que él siente cuando resolvemos volver a él con determinación.
Reflexión: El jardín olvidado
He leído en algún sitio el anuncio de una novela reciente, titulada El jardín olvidado. Ignoro su intriga y desarrollo.
Pocas cosas tan tristes como un jardín olvidado. Durante años he pasado por delante de una casa, tipo chalet, cercada por una verja roñosa, a la que se accedía por un corto tramo de escalera que, a un lado y otro, partía en dos un jardín. La casa la supuse abandonada, los cristales de las ventanas rotos y una persiana desvencijada colgando sesgadamente de una sola esquina. El jardín, olvidado por sus antiguos cuidadores, daba pena. Un jardín olvidado es como un icono de todos los olvidos y todas las ausencias. Un niño huérfano es un jardín olvidado, un anciano solitario, un obrero sin trabajo, el llanto a escondidas por un amigo muerto, son trasuntos de ese jardín que no tiene quien lo cuide, y es de agradecer que, llegada la primavera, entre el marasmo de vástagos espinosos de un rosal sin podar, asido a los barrotes de la verja, una rosa perfecta se asome por entre ellos y se haga querer y admirar, nimbada de enrojecida luz y sutil aroma.
Conviene considerar de qué lado estamos nosotros, si entre los pecadores que buscan reconciliarse con Dios, o entre los que se resisten a volver a él con pronta y humilde contrición. Mientras tanto, Jesús nos busca, nos está buscando siempre anhelante, incluso cuando andamos más pendientes de nuestros asuntos que de la alegría que él siente cuando resolvemos volver a él con determinación.
Reflexión: El jardín olvidado
He leído en algún sitio el anuncio de una novela reciente, titulada El jardín olvidado. Ignoro su intriga y desarrollo.
Pocas cosas tan tristes como un jardín olvidado. Durante años he pasado por delante de una casa, tipo chalet, cercada por una verja roñosa, a la que se accedía por un corto tramo de escalera que, a un lado y otro, partía en dos un jardín. La casa la supuse abandonada, los cristales de las ventanas rotos y una persiana desvencijada colgando sesgadamente de una sola esquina. El jardín, olvidado por sus antiguos cuidadores, daba pena. Un jardín olvidado es como un icono de todos los olvidos y todas las ausencias. Un niño huérfano es un jardín olvidado, un anciano solitario, un obrero sin trabajo, el llanto a escondidas por un amigo muerto, son trasuntos de ese jardín que no tiene quien lo cuide, y es de agradecer que, llegada la primavera, entre el marasmo de vástagos espinosos de un rosal sin podar, asido a los barrotes de la verja, una rosa perfecta se asome por entre ellos y se haga querer y admirar, nimbada de enrojecida luz y sutil aroma.
miércoles, 2 de noviembre de 2011
Los fieles difuntos
Amigos y familiares merecen nuestro recuerdo dolorido. Y las lágrimas son buenas en estos casos, pero las lágrimas no salvan. Importa que Dios se apiade de ellos, que limpios de toda mancha, los acoja en la gozosa paz de su reino. Lo recitamos al invocarle: Dales, Señor, el descanso eterno y brille sobre ellos la luz eterna.
Dios no está al margen de nuestra vida; reside en la raíz misma de nuestra existencia; existimos por él, y parece lógico entonces que existamos para él. La fe es la que nos acompaña al momento de rememorar cómo Dios mismo vino a compartir nuestra propia vida sin reservas; atravesó incluso la angustia de la muerte, no sin antes franquearnos el camino que conduce a él, abriéndonos con su resurrección la brecha que nos conduce a la plenitud de la vida.
Esta es nuestra fe: que todos los que viven a Jesucristo, están llamados a compartir su resurrección. Es lo que pedimos por nuestros deudos, familiares y hermanos, por quienes esperamos de Dios, que valorando la buena voluntad de sus corazones, les haya condonado sus debilidades.
Reflexión. La hermana muerte
Así es como, personificándola, gustaba llamarla Francisco de Asís. Para él, la muerte no era una desdicha, sino la leve puerta dorada que da a Dios. La vida es una singladura, y el mar, el tiempo, entre allanadas calmas y agitados oleajes. Al final, asomado ya a los brocales de Dios, uno cuenta con lo que ha ido acopiando en vida: darse de bruces con Dios o con los afilados arrecifes de la nada. Cada cual ve la muerte según el concepto que tiene del mundo y de Dios. Gracián, con frase ingeniosa y escueta, decía que la muerte, para un joven, es un naufragio; para un viejo, la feliz llegada a puerto. Woody Allen, ácidamente, desde el agrio humor de sus intuiciones, expone su deseo de no estar allí, en trance tan definitivo, cuando le llegue la hora. Difícil intento el suyo. Pensemos nosotros, con Gracián, desde el calor de una amable alegría, en ese puerto interminable de la acogida amorosa de Dios.
martes, 1 de noviembre de 2011
Todos los santos
Ser oficialmente santo es recibir el sello con que Dios hace suyos para siempre a quienes consiguieron convertir su vida en espejo de su Hijo Jesucristo. Han marcado su vida con la fidelidad al evangelio, contra un mundo adverso que rechazaba el nombre de Dios, empeñado en apagar la luz de la verdad, en vez de dejarse iluminar por ella. En la primitiva Iglesia, san Pablo llamaba santos a todo los cristianos de sus comunidades que vivían con empeño la fe de Cristo. A lo largo de la historia de la Iglesia, el apelativo santo ha ido reservándose a sólo aquellos cristianos que han vivido su fe en grado heroico y que nos sirven de estímulo con que aspirar a ser como ellos. La Iglesia entonces los declara santos de modo oficial. Pero está claro que hay muchos santos que, mereciendo igualmente el calificativo de tales, han pasado desapercibidos por la vida. Junto a los que consideramos venerables, o beatos, están los desconocidos, los humildes, aquellos cuyo nombre e incluso su misma calidad de vida ha pasado sin ser notada por los hombres. Todos ellos son igualmente santos a los ojos de Dios. Vamos pisando la misma arena donde fueron probados ellos, y como a ellos, se nos llama a ser luz del mundo, a compartir lo que tenemos, a estar cerca de los sufrimientos de nuestros hermanos, a promover la paz, a ser misericordiosos, a ser puros de corazón, a tener sed de la bondad de Dios, sed de Dios, porque ese es el camino bienaventurado que conduce hasta Él. En la medida que bordemos nuestra vida con esos hilos de sensibilidad evangélica, nos reserva Dios un lugar junto al rescoldo con que enciende el amor en los corazones de los que él hace suyos.
Reflexión: La abolición de la música como castigo del hombre
Ezequiel profetiza sobre el castigo que Dios inferirá a la ciudad de Tiro, allanándola inclemente entre el la polvareda y el fragor de los ejércitos invasores. Y al imaginar el profeta el resultado final del castigo, le niega, como en un último eslabón de ruinas, el disfrute de la música y su acompañamiento instrumental. Es el colmo del silencio más desolador sobre el polvo amargo de la derrota. El empuje cruel de las armas sume en cenizas la fortaleza y esplendor de la ciudad. La soledad más absoluta se cierne sobre el exterminio. Y el silencio es el epitafio de tan ruinosa desolación. La cítara, signo de la eminente belleza artística del canto, emerge rota de entre los escombros de la antigua opulencia. Es el brazo inmisericorde de Dios pisoteando como en lagar las heces del pecado.