La adhesión a Cristo es tanto como creer con firmeza en él. Y hay dos maneras de llegar al corazón de Cristo; por la adhesión a su persona, obra de la fe, o por la compasión para con los demás, a imitación suya.
Aquí, Jesús le dice a Jairo, el padre de la hija muerta, que crea, como preámbulo necesario para posibilitar el prodigio.
Creer es admitir que más allá de nosotros mismos, Dios puede alargar su mano creadora hacia nuestras dolencias y necesidades, recreándonos, restaurando nuestras miserias. Creer es saber, con total certeza, que Dios nos escucha, en la medida de nuestra disposición a escucharlo a él.
La fe es el centinela de nuestro acceso a Dios. La fe inspira confianza en quien creemos. No en vano, la Carta a los hebreos nos dice que la fe comporta tener seguridad en lo que esperamos que se va cumplir un día. Por eso creer es tanto como esperar. Los hebreos tienen un mismo verbo para decir, creo o espero, porque para ellos creer y esperar son una misma cosa..
Al padre de Jairo, creer en Jesús le devolvió la vida de su hija. No hubiera creído en Jesús si no hubiera esperado firmemente que lo que pedía se iba a cumplir con toda seguridad. Se ha dicho que la nobleza de una confesión religiosa se mide por su actitud ante la muerte. Nuestra actitud cristiana ante la muerte es esa: ¡Creo en que, muriendo, estoy resucitando con Cristo!
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