Está la levadura que fomenta el bien entre la gente llana y la que contaminante que malogra la masa. Jesús previene a sus discípulos para que se guarden de la levadura que muñen con su peligroso influjo los fariseos, desde la rigidez de su dogmatismo cerrado y desde la austeridad disciplinaria del puritanismo, y en cuanto a Herodes, de su religiosidad interesada y circunstancial, lejos de la amable libertad de la apertura a Dios y a los hermanos.
La nefasta eficacia de su contagio que pervierte las fuentes donde bebe la bondad, acaba por corroer las fibras del corazón y ralentiza su latido amoroso. Sin la protección de un espíritu avisado y un sincero amor a la verdad, no hay evangelio.
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