Siempre hubo y habrá una juventud sana que sabe desenvolverse sin tensar en demasía la cuerda de la normalidad. Lo que ocurre es que la permisividad propicia conductas entre determinados elementos que gustan balancearse sobre los riesgos de la cuerda floja. Los hay que alardean de petulancia como de un trofeo y colman su frenesí rayando en la desfachatez
No quisiera extremar el juicio que me merecen, pero no puedo aplaudir lo que estimo un desvarío. Me motiva a expresarme así una frase escrita como un insulto a la sensatez a manera de proclama en la pared de una calleja de la ciudad, que dice así:
Somos los que tus padres dicen que debes evitar. Una advertencia descocada con que definen y alardean de su procacidad. Aunque, bien mirado, ¿son así? Tal vez no tanto, sino que se han dejado llevar por el placer de asombrar declarando altivamente su insensibilidad moral, acaso fingida.
En todo caso, la pared se avergüenza de tener que soportar tales desafueros y los ciudadanos lamentan el espectáculo de sentirse asaltados por la incuria con que tan imprudentemente afean el paisaje habitual que habitamos. Es una pena.
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