lunes, 31 de enero de 2011

Pavorosa tormenta en el lago

En las diversas localizaciones en que transcurre el evangelio de Jesús, el mar de Galilea, de imprevisibles enfados tormentosos, da para mucho. Por él transitan una y otra vez Jesús y sus discípulos, de una a otra orilla; desde él predica a la gente Jesús, sentado en la proa de una barca, en él hallará Pedro la didracma del tributo que exige el templo o extremarán sus esfuerzos los brazos tensos de unos apóstoles para extraer las redes milagrosamente repletas de peces; sobre sus aguas accederá inopinadamente Jesús, ya anochecido, a la barca, que surca tranquilamente el lago, y es de ver cómo los sorprendidos discípulos contemplarán pasmados tan insólito  espectáculo;  y ahora, que los Doce, una vez más, se han hecho a la mar, ya atardecido el día, un oleaje enrabietado zarandea la barca amenazándola con anegarla y hundirla sin remedio.
Los discípulos se esfuerzan en vano por dominar la situación; el furor de las olas desapareja todos sus esfuerzos, mientras Jesús, ajeno a sus dramáticos sudores, duerme plácidamente en un rincón, apoyada en un almohadón la cabeza, como si tal cosa. Y al fin, más desarbolados que la misma barca, recurren a él amedrentados, no sin una pizca de enojo:
- ¡Nos hundimos! ¡Nos vamos a pique!¿Te es indiferente que nos hundamos todos?
Y, Jesús, contrariado por su fe tambaleante, todavía en ciernes, accede malhumorado. Extiende sus brazos sobre el oleaje, increpa a la tormenta, y las olas entran poco a poco en calma hasta aquietarse del todo.
-¡Cobardes! ¿No estoy yo aquí con vosotros? ¿Qué es de vuestra fe?- se desahoga Jesús.

Saber que él iba con ellos, era más que suficiente para apaciguar ellos el ánimo, pero el miedo instintivo se sobrepone a la fe cuando a la fe se le aflojan los anclajes. La fe necesita de ser vertebrada desde la convicción para ganar en fortaleza. Necesita ser sustentada y ejercitada esforzadamente y sin tregua. Una fe cómoda y distraída como para andar por casa, carece de anclajes que la sujeten al mástil, frente al súbito vendaval de las contrariedades y contratiempos. No tiene sentido renunciar al beneficio de la fe. La fe hace valiente y esforzado al hombre que la ejerce día a día, abrevada por la palabra de Jesús y el amor a toda prueba a su persona, en cuyo corazón vamos todos. Un corazón sin fe, acaba por no latir, dormido, como el rescoldo leve que la inanición apaga.

domingo, 30 de enero de 2011

El sentido práctico presente en las parábolas de Jesús debió ser muy del gusto popular de un pueblo acostumbrado a atisbar, en las cosas creadas, reflejos de la presencia creadora de Dios.

No se enciende una luz para ocultarla, sino para que alumbre convenientemente desde lo alto, viene a decir Jesús. Así sucede con la misma verdad de Cristo, no siempre cómoda, con frecuencia áspera, que nos incita a multiplicar como espejos la luz con que Dios nos ilumina, creados al fin a imagen suya. Si Dios es amor, el amor ha de impulsar nuestro aliento; si Dios es misericordia, compasivas han de ser nuestras manos. Y en todo caso, como tales espeejos de la verdad que late en la palabra y vida de Jesús, la sinceridad debe ser el marchamo que selle todos nuestras palabras y acciones, desde una frente limpia y un pecho transparente.

sábado, 29 de enero de 2011

El optimismo de Jesús

        Oí recientemente en un espacio cultural de radio a un historiador actual que ha indagado sobre el pesimismo endémico de los españoles, tan dominante según él, que al momento de recordar a algún personaje relevante que desmintiera cariz tan agorero, se excusó por no atinar en aducir ninguno. Los hay , creo yo, bien que acaso no precisamente en el ruedo de la política. Santa Teresa, por ejemplo, es un buen testimonio de mujer esforzada y optimista.
Desde otro ángulo, pensé de inmediato en el optimismo evangélico de Jesús, patente en sus Bienaventuranzas. Con ellas alienta el ánimo y persuade a dolientes, perseguidos y marginados a que conviertan las miserias que les afrentan, en moneda de cambio para la dicha eterna. Y les anuncia que ya ahora pueden percibir esperanzados el gozo venidero que él sella con su predilección y la acogida sin fin del abrazo de Dios.
Es el optimismo sedante con que Dios venda las heridas de los hombres, a fin de que midan esperanzados sus achaques con la amplia medida de su desmedido corazón.

viernes, 28 de enero de 2011

La semilla y las parábolas

La parábola de la semilla las comprende a todas, si consideramos que el sujeto que protagoniza el relato es la palabra de Dios que el sembrador de la divina gracia  esparce abiertamente aquí a boleo.
No él quien elige el sitio exacto en que ha de caer el grano, sino que corresponde a la disposición más o menos fértil del individuo hacer que fructifique o no la virtud de la gracia, que en sí es la misma para todos.
La parábola nos muestra en Jesús una mentalidad rica en matices, lejos del pensamiento exacerbado del maniqueo que lo radicaliza todo como negro o como blanco, bueno o malo, todo o nada. Hay una escala de comportamientos en progresión desde el significado de la esterilidad plena del camino, al terreno un tanto baldío de la inconstancia simbolizada en el terreno pedregoso, o el sofoco de las zarzas desde el ajetreo estresante que ahoga todo intento de medro espiritual. Queda a salvo la tierra abonada y mullida de la alegre acogida del milagro de la palabra esperanzada y provechosa.
Sólo que una parábola que expande su sentido escalonado en planos sucesivos, no es ya una parábola. Se la convierte en alegoría, Jesús no habla alegóricamente; no es ese su estilo. Es la Iglesia la que, en fase posterior, en la exposición de la enseñanza evangélica, elabora con más trillado procedimiento la comparación inicial para su mejor comprensión de los neófitos que se acercan a Dios. La alegoría eclesial es el desdoblamiento de la parábola para un servicio más fluido y fácil de asemilar.

jueves, 27 de enero de 2011

La parábola y la nuez

El evangelio de Marcos, estos días, va dosificando la enseñanza de Jesús desde la oportunidad, paso a paso, de modo oportuno y progresivo. Se reitera en su evangelio el seguimiento masivo de que es objeto Jesús. Una multitud de gente que deja su casa y sus labores para estar con él, oír y ver anonadadamente lo que dice y lo que hace. Sabemos ya que el atractivo más poderoso consistía en poder presenciar sus portentosas curaciones, aunque también su modo de enseñar y la enseñanza misma. Pero, ¿cómo enseñaba Jesús?
Marcos encauza nuestra curiosidad haciéndonos saber la manera como enseñaba Jesús, que posee una adecuada metodología pensada en la sencillez de la gente que le escucha. Ante todo, ha de hacerse entender en un lenguaje llano como ese gentío que le sigue, sencillo y ameno para mantener su atención, y a la vez fácil de memorizar lo que dice, y todo esto se cifra en exponer su doctrina por medio de breves relatos propios de la tradición oral judía: la parábola.
Jesús enseña por medio de parábolas esclarecedoras ingeniosamente pensadas,  cuyo sentido ha de desvelar el oyente, de modo que tome parte en su propio aprendizaje repensando el sabio contenido de cada enseñanza, de cada sentencia desentrañándola. La parábola es como la nuez; hay que romper la cáscara para acceder al meollo interior sabroso y nutritivo.
La parábola es, pues, el medio popular con que Jesús, palabra de Dios, se da a conocer como Hijo suyo. Y es curiosa coincidencia que del término parábola, originalmente griego, que significa comparación, procede en castellano el vocablo palabra.

miércoles, 26 de enero de 2011

La biblioteca de Dios

Mientras hace camino en el tiempo, Jesús, lenguaje del Padre, cuyo misterio nos dan a conocer los evangelios, aporta la expresividad de la palabra. y el Espíritu de Dios las verdades contenidas en ella. En el antiguo Testamento, eran mediadores proféticos quienes vertían en lenguaje humano y comunicaban al pueblo el conocimiento que Dios les daba a saber sobre sí mismo y cuáles eran sus designios sobre su pueblo.
Es lo que mueve a un historiador actual a considerar, muy atinado y original, el denodado estudio secular de los textos cristianos sobre la Escritura, como La biblioteca de Dios. Feliz título donde Giovanni Maria Vian nos descubre el trabajo ingente de quienes reputaríamos escribanos a cuenta del conocimiento divino.
Es interminable la nómina que engruesan cuantos de manera conspicua entregaron su vida y su lucidez de pródigamente manera a profundizar en la divina sabiduría que encierran los textos sagrados, cuya fuente mana de entre los dedos de Dios. Pablo, Orígenes, Eusebio de Cesarea, Jerónimo, Basilio, Gregorio Nacianceno, Ambrosio, Agustín, Isidoro de Sevilla..., toda una columnata espléndida de mármol fulgurante que rodea el corazón de la Iglesia, en luminosa continuidad, desde las mismas riberas del lago donde Jesús descubría a los suyos los secretos misteriosos del amor de Dios. Porque es en la lámpara del amor donde arde y brilla y coruscante la divina sabiduría.
Loados sean los ojos divinos que miran complacidos a estos arqueólogos del saber, escondido en tan amplia y siempre actual biblioteca de Dios.

martes, 25 de enero de 2011

Un mundo sin Dios

        Acabo de leerlo en la agencia Zenit: El cardenal Cañizares advierte de que “querer eliminar a Dios de la sociedad es ir en contra del hombre”
Es el ideal de los enemigos de Dios: desterrarlo. Un mundo vacío.
En un mundo sin Dios, la presencia del cristiano no es indiferente. El cristiano molesta, su simple existencia está recordando siempre que Dios está ahí, que no es fácil escaquearse de su presencia. Ya hubo en las antigüedades bíblicas quien, como Jonás, hizo cuanto pudo por huir de Dios y  borrarse de su mundo a fin de rehuir sus mandatos. Todo inútil: se dio de bruces con él más pronto de lo que ni pudo imaginar. Al final, ocurre irremediablemente lo mismo, que él siempre está. Un mundo sin Dios sería un mundo vacío.
¿Por qué ese afán de desterrar a Dios de nuestra vida, no sólo de la que les pertenece a ellos, prohibiendo incluso los símbolos con los cristianos recuerdan su amor al hombre? Es curioso comprobar cómo el enemigo profesional de Dios, y de los creyentes en general, suele ser un hombre malhumorado y sañudo. Por más que Dios no hace daño ni siquiera a quienes le persiguen con tanto ahínco, sino que llueve para buenos y malos. Tal vez por eso, se atreven a perseguirlo. Lo siento por ellos: nunca les ha ido bien.

lunes, 24 de enero de 2011

Los milagros de Jesús

        Hay quienes, desde la autosuficiencia, sonríen cuando oyen hablar de la autenticidad de los milagros.
Que Jesús hizo curaciones imposibles, no es razonable ponerlo en duda, porque están más que suficientemente atestiguadas. Otra cosa es que, desde la ciencia, se consideren hoy milagros, lo que con menos conocimiento de causa se reputaban crédulamente tales en otro tiempo. Aun así, no resulta fácil trazar la raya que discrimine lo fácilmente explicable de lo que no.
En todo caso, no era la espectacularidad prodigiosa lo que la Iglesia primitiva destacaba en ellos. A Jesús mismo, no era el milagro en sí lo que más le importaba. En más de una ocasión manda a sus beneficiados que no digan nada a nadie. Importaba su intencionalidad servicial. Ser para el otro, desde la humana propensión que nos aboca a compartir sus miserias como propias, era lo que movía el pulso compasivo de la mano sanadora de Jesús, al tiempo que él insistía en respaldar en ellos su preocupación por inducir a creer en su palabra. El milagro se convertía así en soporte de su enseñanza evangélica, que fue en definitiva lo que condujo a interpretarlos como signos, tan ostensible en el relato de Juan, desde la cultura en que la mano de Dios mecía y mece amorosamente el corazón del hombre.

domingo, 23 de enero de 2011

Próxima beatificación de Juan Pablo II

         El papa Benedicto XVI tiene anunciada la beatificación de su predecesor Juan Pablo II para el día 1 de mayo próximo y ha dado claras muestras de alegría por tan grata efemérides, en que le corresponderá oficiar a él mismo. De Juan Pablo ha heredado, con su entereza y exclusiva dedicación, el espíritu misionero que les induce a acceder a lugares especialmente difíciles y distantes donde la fe necesita impulsos decisivos, desafiando para ello, las más de las veces, la propia seguridad.
El cardenal Rouco ha puntualizado que “la personalidad de Juan Pablo II es de una magnitud espiritual e histórica absolutamente singular”. Tanto es así, que la historia más reciente de la Iglesia no se puede entender del todo sin detenerse y reparar en la figura de Juan Pablo II, por la relevancia de su obra.
El Espíritu de Dios que habita a la Iglesia, da alas a quienes se dejan alentar por su inspirada sabiduría, tan necesaria para regir el pueblo santo que puso en marcha Jesús, enseñándole con su palabra oportuna y valiente a sortear peligros y asechanzas que nunca han de faltar a los fieles cristianos, por el simple hecho de serlo.

sábado, 22 de enero de 2011

Subiendo al monte

Jesús procede a elegir a quienes han de constituir ya siempre su entorno humano más inmediato y amistoso, dice el evangelio, y lo hace ostensiblemente, mientras les hace subir por la ladera de un monte.
En un relato tan compendiado como el evangelio, no tienen cabida detalles insignificantes y anodinos. Cada pormenor tiene su peso, ocupa un lugar exacto y obedece a una intención significativa, como éste de subir a la montaña para elegir a doce apóstoles. Abajo queda expectante la multitud. Separar así a los suyos, tiene visos de ritualidad. Doce son las tribus de Israel.
Al monte se acoge Jesús para encontrarse con Dios en destacados momentos; a él escapa cuando ha de rehuir el intento atropellado de nombrarle rey sediciosamente; desde el monte promulgará la ley de la nueva alianza, las Bienaventuranzas. El monte es lo otro, en el silencio apartado de Dios.
Destacar de notable manera a Doce, de entre el resto de sus numerosos discípulos, haciéndoles subir con él a la montaña, a la vista de todos, es un gesto marcadamente intencionado. Quedan así investidos de espiritual relieve y autoridad. Desde ese instante, les cabrá entre otros quehaceres singulares, el de acompañarle ya siempre en amistosa proximidad, asimilar y difundir la noticia de la inmediatez del reino de Dios entre los hombres, convertidos en el eje compacto que dé solidez al grupo más amplio de sus seguidores más asiduos, en los umbrales de la Iglesia.
Y Dios iba viendo que estas cosas eran buenas.

viernes, 21 de enero de 2011

La palabra autorizada de Jesús

Hay algo desusado y novedoso en la Palabra de Jesús que origina emociones de espiritual satisfacción, desconocidas en la palabra acostumbrada de cualquier otro hombre. Hay algo inédito que se transparenta en su lenguaje, porque es el Espíritu que le habitó junto al Padre quien le llena del misterio divino de sus verdades. Se comprende que llame la atención a sus oyentes primerizos de Cafarnaún e igualmente entre sus paisanos de Nazaret.
Ese sello determinante de su singularidad es lo que traduce la gente por autoridad y dominio de lo que Jesús predica.
Escribas y fariseos comentan el significado de los textos sagrados que proponen al pueblo, desde la fidelidad objetiva a lo que la palabra dice. Jesús es él mismo Palabra de Dios y expone, mediante la asistencia del divino Espíritu, lo que el Padre le va confiando..
Jesús no es mero comentarista al uso de la Palabra escrita. Es la Palabra, y por eso aciertan quienes cifran como autoridad la singularidad de su lenguaje. Atinada observación. Está muy lejos de que se le considere hablando por boca de cántaro. Habla como intérprete autorizado de su propio misterio divino.
No es extraño que esa palabra cure lo incurable, dé vida a quien ya no la tiene y transfigure el pan y el vino divinamente.

jueves, 20 de enero de 2011

En olor de multitud

        Marcos nos presenta la primera escena tumultuosa que provoca la fama de los milagros de Jesús. La voz incontenible de la fama descorre horizontes, desconoce linderas y fronteras y corre veloz en todas las direcciones alentada por la curiosidad.
Jesús, el hijo aquel del carpintero, hace milagros inauditos, y como si una misma mano tirase de los hilos de las personas, es de ver cómo se movilizan hacia Cafarnaún nutridos contingentes de gente de todo origen, afanosos por conocer al nuevo profeta y presenciar con sus propios ojos lo que se dice de él, cuando no experimentar provechosamente el poder de su mano en las miserias y alifafes de la carne herida.
Jesús, al ver que la multitud va en aumento y adivinar el riesgo de verse envuelto por ella, teme ser arrollado por la avalancha que se avecina y ordena precavido a sus discípulos que tengan disponible una lancha. La palabra de Jesús será el bálsamo que sacie con creces la necesidad de Dios que tiene aquí y allá el corazón del hombre.
Pero no hay monedas de una sola cara. Porque, mientras tanto, fariseos y herodianos se coaligan en secreto y en raro contubernio, y empiezan a maquinar la manera de deshacerse de Jesús. Entienden que hay que darse prisa. La gente le sig8ue, la gente está con él, y la novedad de su enseñanza no se aviene con sus inamovibles criterios conformistas.
Siempre lo mismo. Hay que acallar a quien no piensa como yo. Yo, yo, yo. La estrechez mental del fanatismo pone veladuras en los ojos y consigue que la sangre no pase por el corazón.

miércoles, 19 de enero de 2011

El malhumor de Jesús

La sinagoga, en un poblado de casas apiñadas y angostas callejas, es el lugar más amplio donde pueda congregarse sin estrechez la gente. Jesús realiza en ellas algunos de sus hechos más memorables, como librar de sus limitaciones a un hombre que sufre la rigidez de un brazo paralítico. Pero es sábado y la clase dirigente no disimula su asco ante tal atrevimiento, en una cultura que prohíbe, en el día del descanso, llegar a escribir más de una letra o dar más de dos puntadas. Lo importante no es el hombre, sino el cumplimiento taxativo de las normas. Y el evangelista nos hace una observación muy llamativa: la desmedida indignación de Jesús, que esta vez lleva a extremos desusados.
La dureza inconsciente de corazón de la clase dirigente le saca de quicio. ¿Cómo es posible tanta indiferencia ante el dolor humano?¿Qué mejor manera de honrar a Dios que amar al hombre,  su criatura preferida? Es ésta una de las pocas veces que el evangelista nos permite entrever atisbos de malhumor en Jesús ante los disimulos de la impiedad, sabia oscura de que se nutre la intemperancia y se provoca el vómito de la fogosidad y la violencia.
La indiferencia no es neutral entre lo bueno y lo malo. La indiferencia es la mueca turbia que nos deshumaniza, desde la omisión y hasta el desprecio del compromiso para con los demás. La indiferencia es ciega, no ve la luz, habita la celda oscura del egoísmo.

martes, 18 de enero de 2011

Odres nuevos y viejos

Jesús compara la antigua y nueva alianza con odres nuevos y viejos, dispuestos  en estancias distintas para sus respectivos vinos anejo o reciente. Cada vino en su odre.
Tiene muy claro que la antigua alianza ha agotado su tiempo y no admite que pueda ser integrada en la nueva. No hay trasvase posible de un odre al otro, ya que la nueva es realización en Cristo, de la que como imagen y figura anticipada entrevieron los profetas. Son realidades irreductibles, y su frontera insalvable.
Desde la prieta empalizada de la antigua alianza, toda novedad se les antoja escandalosa a los israelitas, porque no ven más allá de su propia cerca. Ellos mismos, cuando se les pregunta por la posible identidad de Jesús, se empeñan en interiorizarlo entre sus profetas. Son ciegos y no lo saben. ¡Qué ajustado le parece a uno entonces que en Isaías Jesús sea columbrado como destello de faro costero, como atalaya luminosa traspasando horizontes! Te hago luz des las naciones, para que la salvación alcance hasta los confines de la tierra.¿No alude a esto mismo la estrella de Belén?

lunes, 17 de enero de 2011

Un publicano llamado Leví

Es gratificante ir adentrándose día tras día en el conocimiento de Jesús. Conocemos su identidad por lo nos dicen de él quienes lo conocieron, y sobre todo por lo que él mismo nos comunica de su propia condición mesiánica, como sucede en el pasaje que nos refiere la vocación de Mateo o Leví
Jesús no es un hombre atropellado. Su misma mansedumbre reposa en un talante más bien juiciosos y reflexivo. Así es cómo se toma su tiempo en la elección de sus discípulos más inmediatos, siguiendo un proceso no parece precisamente apresurado. Las cosas bien hechas no se avienen bien con las prisas, porque valores excepcionales como el tiempo, han de ser cuidadosamente administrados para que rindan intereses estimables. De eso debió de saber bastante Leví, recaudador de impuestos en la aduana fronteriza de Cafarnaún, donde se apiñaban en confuso ajetreo caravanas y trajinantes.
En pleno ejercicio de su profesión, Leví, el de Alfeo, oye de pronto, un día impensado, la voz de Jesús que le convoca como un discípulo más, junto con Pedro, con Juan, Santiago y Andrés, y levantándose del mostrador se acoge al punto a tal llamada con enorme satisfacción.
Tan es así, que se complace en compartir la alegría de su elección celebrando su nueva condición con un banquete en el que sienta, con Jesús, a sus amigos más próximos, publicanos como él, de escasa reputación todos ellos entre la gente. Los fariseos no tardan en desaprobar que Jesús alterne con gente de semejante cariz y él les replica al punto con una frase certera que le define exactamente como lo que es, un mesías cercano a la gente necesitada, que viene a devolverle a Dios el corazón distraído del hombre, porque no necesitan médico los sanos sino los enfermos. La confusión de escribas y fariseos es palmaria.
Nos lo cuenta Marcos, fuente en la que beben y lo vuelven a referir, punto por punto, Mateo y Lucas.
¿Es este Leví el conocido redactor del evangelio de Jesús que llamamos también Mateo?  No lo parece, si bien no faltan quienes lo aseguran. ¡Qué más da!

domingo, 16 de enero de 2011

Dios es como él quiere ser

Frente a quienes se empeñan en que Dios es hechura más o menos literaria del hombre, hay que proclamar que Dios no es como esos mismos hombres quisieran que fuera o dejara de ser, sino que es independientemente de nuestras preferencias.
Desde siempre, con toda espontaneidad, el hombre ha buscado a Dios en el único lugar donde podía encontrarse con él, en lo hondo del corazón, facilísimamente, porque Dios mismo se hizo encontradizo ahí mismo. No hubo que inventarlo. A Dios no lo inventa el hombre a su capricho; no sería como es. Él nos ha inventado a nosotros. Sí que ha ido cambiando el conocimiento que nosotros vamos teniendo de él, desde un cabal ahondamiento y aprendizaje de sus verdades, en la medida que su revelación al hombre fue progresiva a lo largo del tiempo. Hoy, gracias a Jesús, sabemos de él más de lo que supieron los profetas, por más que ellos supieron cuanto necesitaron para llevar correctamente a cabo su cometido profético.
Una de las preocupaciones de san Pablo fue que sus comunidades adelantaran, sin caer en desvaríos, en el puntual conocimiento de la fe salvadora de Cristo, descubriéndoles desde su propia experiencia que Dios es amor.
Agradezcámosle a Él su bondad infinita y que sea tal como és, a la infinita medida de sí mismo, y en gracia suya, por Jesús, a la medida del corazón humano.

sábado, 15 de enero de 2011

Pobres leprosos

La compasión ante la desgracia ajena es una de las ventanas luminosas por donde respira, con la piedad, la justicia. La compasión usa del hospedaje cálido y siempre a punto del corazón. Sus escalones los pule la sensibilidad.
Lucas suele hacernos sentir la proclive cercanía de Jesús hacia los marginados de su tiempo, proscritos sin otro rincón donde alentar que su desgracia y las expresiones de lástima de los buenos. Y es Marcos quien subraya esta condición humana de Jesús en el encuentro con un leproso que le sale astroso al camino y se postra de rodillas ante él demandándole con explicable urgencia que le cure. Jesús descorazonado, contraviniendo las leyes que le impiden tocar a un leproso, le pone audazmente la mano en el hombro y lo cura.
El capítulo 13 del Levítico establecía que el leproso, para aviso y mejor discernimiento de quienes tenían que reparar en su presencia para rehuirle, llevaría la ropa rasgada, y desgreñada la cabeza, se tapará hasta el bigote e irá gritando: ¡Impuro! ¡Impuro! Y aún añade: Es impuro y vivirá aislado. Eran las rigurosas medidas profilácticas que aconsejaba la sanidad del momento.
¿Qué hará el sacerdote cuando, después de examinar al que ha curado Jesús, ratifique que el leproso ya no lo es? Reunirá, para la purificación del paciente, dos pájaros vivos y puros, madera de cedro, púrpura escarlata e hisopo. Degollará el pájaro sobre una vasija con agua corriente para untar en su sangre los demás objetos y hará siete aspersiones sobre el leproso que de este modo conseguirá purificarse. Se le declarará puro entonces y se soltará al pájaro restante, símbolo de la libertad que recobra el hombre nuevo en que se ha convertido el afortunado israelita.
No nos extrañemos, ya que a lo largo de los siglos, medicina y religiosidad han ido desde siempre cogidas de la mano.

viernes, 14 de enero de 2011

Porteadores de un paralítico

La fe de unos puede salvar a otros en favor de los cuales esa fe se hace singularmente manifiesta. Sucede así con unas vecinos de Cafarnaún que descuelgan a un paralítico por un boquete abierto a este fin en el techo de una habitación, desde cuya puerta propone Jesús su enseñanza al gentío congregado en el patio de la casa de Pedro. Jesús interrumpe su discurso sorprendido, celebra esta audaz añagaza de los porteadores del enfermo y muy a gusto procede a curarlo, en gracia a la fe mostrada por esos acompañantes del paralítico.
Es la fe de los familiares la que desencadena el prodigio, ya que la gracia der la curación recae en el enfermo por pura carambola, de modo que lo que destaca Jesús es la confianza que ponen en él los porteadores, cuya hazaña ha conmovido su corazón compasivo y su benigna mano.
Uno se queda perplejo cuando recapacita y advierte que de la fe de uno depende la salvación de otros. La fe es, pues, moneda de cambio con la que Dios premia nuestras súplicas en favor de aquel a quien queremos, que en definitiva es una gracia dada a nuestros deseos fervientes por creer en él resueltamente. Se conjugan la fe y el amor al otro en el provechoso compromiso de ser cristianos de verdad

jueves, 13 de enero de 2011

El brasero y la badila

          La evolución histórica de los pueblos se mide también por la de las pequeñas cosas que arropan la vida familiar y el progreso arrumba, como los antiguos cacharros considerados de siempre que de buenas a primeras los adelantos del bienestar va retirando del entono doméstico. ¿Dónde ha quedado el brasero y la badila con que la abuela atizaba las brasas cubriéndolas de ceniza? Y con el brasero, la redonda mesa de camilla, enfaldada hasta el suelo para salvaguardar el calor en su intimidad, sin otra intromisión en ella que la de los fríos pies ganosos de abrigo.
Desaparecen con ello locuciones como darle a uno con la badila en los nudillos que designaba la dura desaprobación de una actitud reprobable.
Queda todavía la estrafalaria estufa de leña, con su peligrosidad por la toxicidad del gas no siempre advertido a tiempo. La prensa no deja de notificar intoxicaciones luctuosas, casi siempre de ancianos, tan propicios al sueño, que acaba a las veces en descanso eterno.
Pero la vida sigue.

miércoles, 12 de enero de 2011

En Cafarnaúm

El evangelio no se puede leer a la ligera como quien lee un texto anodino. Hay pormenores que contribuyen a descifrar hechos incomprensibles si no les presta la debida atención.
Establecido Jesús en Cafarnaún, un sábado, al salir de la sinagoga, cura a la suegra de Pedro de unas fiebres que la tienen postrada. No es la única persona necesitada de atención médica en Cafarnaún. ¡Pero ya quisieran igualmente los restantes enfermos del poblado poder obtener ya tan prodigioso favor, pero el descanso sabático, mal entendido por quienes rigen la espiritualidad judía, lo impide: está prohibido curar en sábado.
Al atardecer, según el cómputo judío de los días y las horas, ha dado comienzo un nuevo día. Es el momento en que apresuradamente se agolpa la gente con sus enfermos ante la casa de Pedro, donde Jesús se hospeda.
Es gratificante entonces consultar el contexto cultural en que transcurre el relato evangélico para su mejor comprensión.


Restos de iglesia alzada sobre la casa de Pedro

martes, 11 de enero de 2011

Comienza Jesús su andadura evangélica

Más que el acontecimiento del  bautismo de Jesús, lo que da relieve a este hecho singular es el significado de la presentación de Jesús al mundo. Aquí, en su bautismo, es exactamente donde Jesús toma conciencia de su realidad mesiánica y filiación divina.
El evangelio no nos habla de emociones que sí quedan a veces sugeridas por indicios, pero es obvio que aquí a Jesús le debió dar un salto el corazón. Todo hace pensar con qué equilibrada contención se comporta ante noticia tan singular. Es el Padre quien se le revela y le colma con la fuerza de su Espíritu. Dios se revela sorprendiendo siempre al hombre, ya que reside más allá de la historia y resultan imprevisibles sus incidencias en el tiempo. La sorpresa de Jesús es inevitable, pero  allana humildemente todo indicio de sobresalto.
Dios, en Isaías, presenta al Siervo que anticipa en imagen a Cristo, y desde ese instante es el Siervo quien prosigue hablando a los hombres. Jesús, Palabra del Padre, empieza igualmente a hablar ahora como tal lenguaje del Padre, presentado ya por él como su Hijo predilecto.
Se explica así que Marcos dé comienzo a su evangelio con este hecho memorable del inicio de la enseñanza cristiana.

lunes, 10 de enero de 2011

Todos juntos lo podemos todo

La monotonía de la costumbre desdibuja el sentido de lo que hacemos y de lo que pensamos. Es como poner un cristal esmerilado ante nosotros. Además de la rutina de hacer las cosas sin recapacitar en su sentido más relevante, existe el hábito inveterado de acostumbrase a pensar también rutinariamente, sin valorar la riqueza del sentido de lo que pensamos. Y es así como recitamos nuestra confesión de fe como quien duerme, sin percatarnos del alcance de los misterios de nuestra fe, tan rica de contenidos, tan llena de Dios.
Dios nos nace ahí mismo, en nuestra carne y se nos pone a tiro, con perdón. Vivimos habitados por su mismo Espíritu y comulgamos con su propia carne y sangre por ese mismo Espíritu, a quien invocamos para que se nos haga presente en el pan y el vino.¿Qué no podríamos hacer teniendo a Dios en la mano?
Muy poco, si no somos capaces de evaluar tan inaudita gracia y obrar luego en consecuencia, lo que nos sobrevendría con toda la naturalidad del mundo. Son muchas las cosas que Dios pretende de nosotros y que podemos hacer sin excesivo esfuerzo. No seamos tontos. Todos juntos lo podemos todo a poco que lo intentemos.

domingo, 9 de enero de 2011

El Niño y los niños

         Jesús amó a los niños, los amó por su ingenuidad, su naturalidad, su espontaneidad y su sencillez. Los niños no tienen pliegues en el alma como los adultos.
Hay que sufrir una absoluta carencia de sensibilidad para no amar a los niños. Y no ama bien a los niños quien no ame al que nos ha venido en Belén, un niño que ha de crecer con prisa, porque viene con el salario de nuestra salvación bajo el brazo.
El amor alimenta y hace crecer. El desamor es un cruel fermento de muerte, y mata sin compasión por eso mismo, desde el anonadamiento de la depresión..
Amemos a Jesús para que no sepa todavía lo que es el mundo, no sea que se asuste y vuelva desalado a los brazos del Padre. Él ama la infancia de todos nosotros en la sencillez que ha de distinguirnos y que empequeñece al más altivo.

sábado, 8 de enero de 2011

Sobre los ángeles

¡Mira que si un día a un ángel travieso se le ocurre la diablura de llevarse para sí la estrella de Belén y nos deja a oscuras! No es mucho lo que sabemos de los ángeles, salvo que su quehacer primordial es mediar entre Dios y nosotros brindándonos su protección; no creo entonces muy puesto en razón maginar posibles desmanes impropias de la bondad que, con mejor criterio, atribuimos a los ángeles.
Los judíos, tan largamente necesitados de Dios, poblaron su teología de espíritus angélicos bienhechores, hasta alzar toda una variada jerarquía con que enriquecieron su espiritualidad, bien que a lo largo de la Escritura prefieran usar la expresión genérica ángel de Dios. Los cristianos les somos deudores de tan antigua y servicial tradición, a la que hemos dado privilegiada continuidad, y así, a José un ángel le allana en sueños sus sospechas y resquemores sobre el embarazo de su María; y a Jesús, otro le sirve, una vez vencido el espíritu del mal, ocupando cortésmente su lugar. En Belén forman un denso revoloteo desgañitándose cantando aleluyas. Y un ángel también, vestido de luminosa transparencia, anunciará a las desoladas mujeres, ante el sepulcro vacío, que no se aflijan, que Jesús vive y ya no está allí. Son como divinas asistencias que nos alzan del abatimiento en momentos cruciales, amigos siempre.

viernes, 7 de enero de 2011

De la mano de María

Conservo como una de las cosas más amables de mi infancia, en lo más cálido de las ya viejas cenizas del recuerdo, la devoción que me inculcaron a la Virgen María. Era el calorcillo espiritual de mis sentimientos más puros, el lado más piadoso de mi devoción. El poeta Francisco Brines reputa la pérdida de la piedad de sus años infantiles como el paraíso tristemente perdido de su niñez. Lo entiendo. Yo a veces sufría el resquemor infantil de si no estuviera dejando aparcado a Jesús en un segundo plano, y le decía por cortesía que no, dudando un tanto de mi sinceridad.
De mayor, me duele todavía que, en los primeros tiempos de la Iglesia, la urgencia comprensible de predicar la fe en la verdad del mesías, tuviera que dejar la consideración a María para más tarde y hayamos perdido noticias suyas. Me duele que, por eso mismo, san Pablo hable de la maternidad de María tan de pasada. Y en cambio, venero en san Lucas la especial dedicación que le tributa en su evangelio, tan respetuoso para con las mujeres en general.
Creo que hay que fomentar mucho más la devoción de los niños a María. Acostumbrales a ir de su mano, sobre todo en esos años vacilantes, es el mejor de los aprendizajes y es buen rescoldo de la fe que profesamos, en estos años tan fríos e indolentes. De la mano de María aprendió a andar Jesús.

jueves, 6 de enero de 2011

Los Reyes Magos

Los magos le traen presentes.
¿Qué le puedo llevar yo?
Por más que, aunque nada exista
que esté a la altura de Dios,
no hay nadie que n o disponga
de una dádiva, de un don.

Pondré en el cielo una estrella,
la mía, y ya serán dos,
que si la Luz nace a oscuras,
¿qué menos que ponga yo
la que enciende y la que apaga
a capricho el corazón?

Al fin, si Dios se hace Niño
hecho niño también hoy,
yo con el portarme puedo
bullicioso y juguetón.
¡Quiera Dios mirarme al menos
como sé que mira Dios!

miércoles, 5 de enero de 2011

En Nazaret

Nazaret quedaba situada, a manera de anfiteatro, en Galilea, frente al valle de Esdrelón, entre Caná y Naín. En la época de Jesús. Nazaret era una aldeuela sin importancia. ¿De Nazaret puede salir nada bueno?- decían los judíos con desprecio. Su relevancia le viene de haberse encarnado allí en María el Salvador del mundo.
Sus orígenes hay que buscarlos en la edad del bronce y marca su evolución la veneración de los santos lugares, a lo que se ha añadido una notable población árabe, resultante de la desbandada generada por la guerra con Israel. En ella, la Sagrada Familia, como era habitual entre sus habitantes, habitó una gruta escavada en la un terraplén, habilitada como vivienda, sobre la que hoy campea una espléndida basílica de doble nivel. En el inferior se venera la cueva que ocupó la Sagrada Familia; la superior se asoma a ella por un amplio óculo con el que se crea un ámbito sagrado común.
A la izquierda de la gruta, descansan los restos mártires de Conón, diácono de Jerusalén que confesó descender de la familia de Cristo, enterrado junto a la vivienda de María a petición suya.
A la muerte de Jesús, sus familiares convirtieron sus propias casas en iglesias para congregarse y celebrar en ellas la fracción del pan.
¿De Nazaret puede venir algo bueno? Pues sí. En Nazaret el Hijo de Dios se hizo como uno de nosotros, para elevar nuestra condición humana a la suya propia, afiliándonos a la de Dios por el Espíritu creador.

martes, 4 de enero de 2011

Los villancicos

En buena ley, se denomina villano al habitante de una villa, como aldeano al que lo hace en la aldea. El sentido peyorativo que adquirió el término en pasados siglos, ocurre por oposición a noble. El noble se siente sensible y educado; el vilano ocupa el otro extremo.
De villano procede la palabra villancico, un diminutivo de origen aragonés, que es tanto como canción popular, aldeana, un término que acabó por cubrir todo el área de habla española, en la medida que lo hace el uso de tales canciones de ambiente familiar. Villancico es la canción que inspira la alegría de la Nochebuena, momento en que precisamente unos pastores son los primeros en adorar al Niño recién nacido.
Al villancico lo definen su forma de estrofas y versos cortos de índole popular, generalmente con estribillo, y su gracejo en el tratamiento del misterio del nacimiento de Jesús que roza la irreverencia. Hay villancicos añejos que todo el mundo sabe y canta, familiarmente acompañados de instrumentos típicos como la zambomba y la pandereta, amén de algún que otro cacharro de cocina en calidad de improvisado instrumento casero de percusión, como el almirez o la almohadillada botella de anís.
Belenes y villancicos casan bien y ambos adornan por igual el alma de nuestra navidad en familia. Nuestros poetas más eximios cedieron llanamente a la tentación de ensayar sus saberes con villancicos que son la delicia de quienes paladean la exquisitez del arte poético. Y es que el villancico es también característica expresión de nuestra cultura religiosa.
¡A Belén, pastores!

lunes, 3 de enero de 2011

Arrecia la persecución

         La sangre de Abel sigue tintando de rojo la tierra hostil del hombre. El encono en perseguir salvajemente a Cristo en la persona de sus seguidores, no ha cesado nunca, y hoy se reproduce con incontestable violencia en el mundo musulmán.
La vida la da Dios. Él es la fuente de la vida. Un Dios amoroso que llueve para todos, buenos y malos, no puede decretar indiferente la muerte de nadie. Me resisto a creer que una religión mantenga que hay que matar al hombre en nombre de Dios. Una religión cuyo dios mande matar, no puede ser verdadera. No lo es un dios que odie la vida de nadie. Jesús mandaba amar incluso al enemigo. Y justamente en el día de la Navidad, cuando los cristianos celebramos la venida amorosa del Hijo de Dios al mundo, los enemigos de nuestra fe, en Filipinas, atacan sanguinariamente una iglesia cristiana, mientras se celebraba tan alto misterio.
También durante la Navidad, en Nigeria, se perpetró una horrorosa masacre de cristianos, aprovechando taimadamente la celebración de la Nochebuena, conscientes los malhechores del significado cristiano de tal festividad. Otro tanto ha ocurrido en Irak, país donde los enemigos de la paz adosaron catorce bombas a otras tantas casas cristianas, de las que diez arrasaron dichas viviendas impunemente.
El arzobispo caldeo de Kirkuk lamenta que “atacar a los cristianos se haya convertido en un fenómeno habitual en el país”, y que se acentúe el éxodo de cristianos a Kurdistán.
No acaba ahí tan absurda locura. En Egipto, la comunidad copta de Alejandría sufrió, igualmente, el ataque enloquecido del extremismo ciego en la Iglesia de los Santos, extremo atribuido a Al Quaeda. Es la mano que mueve los hilos del odio anticristiano y que organiza esa odiosa caza inhumana con perversa exactitud y cuidada coincidencia, hiriendo donde más duele, en el mismo corazón de la fe.
Contentémosnos en pensar que no todos los musulmanes participan de semejante actitud irreductible y fanática.

domingo, 2 de enero de 2011

Amor de Dios desde el amor del hombre

         Se equivoca quien pretende convivir con Dios, sin antes convivir con el hombre. Se equivoca quien cree que puede encontrar a Dios sin antes encontrarse con el hombre. Se equivoca quien cree amar a Dios, sin amar al hombre.
Se convive y experimenta la cercanía de Dios haciéndose palabra de Jesús habitado por su mismo Espíritu. Se encuentra uno con Dios desandando el camino opuesto del egoísmo y los propios intereses. Se ama a Dios desde la docilidad de sus deseos apropiándose de ellos, haciéndolos nuestros.
Dios y el hombre están entrañados el uno en el otro, desde la creación y la resurrección de Cristo, como hierro candente y fuego que lo transfigura. Sólo quien va con el hombre unido a sus gozos y desdichas, sólo quien siembra amabilidad en sus asperezas y pone bálsamo en las heridas de sus malos modos, sólo quien se inscribe en la escuela de párvulos del amor al hombre, está avalado por el Espíritu divino para amar a Dios como sólo Él merece.

sábado, 1 de enero de 2011

Fin de trayecto

           En tiempos agitados en que al obispo Añoveros de Bilbao se le quiso represaliar, el dibujante Sumer pintó una viñeta con dos cuadros en no sé qué medio. En la primera escena, un vasco, tocado con una chapela descomunal, escribía un grafiiti contestatario en una pared, donde ya se leía. Añovero... En la siguiente escena, aparecen de pronto dos guardias civiles con sus correspondientes tricornios que interrumpen con su seria presencia la presunta protesta parietaria, y el vasco prosigue entonces escribiendo muy tranquilo y resolutivo: ...¡Vida nueva!
          Un año más que da en el parachoques de su  última frontera. Un año más o un año menos, según se mire la botella medio llena o medio vacía.  Un año más, porque solemos sumarlos con puntillosa exactitud a los que se vienen contando según el nivel histórico de cuantos años ya han sido, y el individual de los que acumulamos cada cual, con más o menos posibilidades de añadir nuevos sumandos, a la cada vez más acelerada cuenta. Lo cierto es que el tiempo, de suyo, no es mensurable; nosotros lo relativizamos sometiendo a medida su duración, que no sería la misma en otro planeta con días y noches más amplios o estrechos, como las escatimado días lunares o los interminablemente aburridos del polo. No es así el tiempo absoluto.
Dios nos lo da devanándolo poco a poco y Dios nos lo quita, para lo que cuenta con innumerables maneras de cortar el hilo y la trama. Démosle cumplidas gracias por lo que nos da, que ya se encargará Job, en nombre de todos, por lo que nos quita.