Se convive y experimenta la cercanía de Dios haciéndose palabra de Jesús habitado por su mismo Espíritu. Se encuentra uno con Dios desandando el camino opuesto del egoísmo y los propios intereses. Se ama a Dios desde la docilidad de sus deseos apropiándose de ellos, haciéndolos nuestros.
Dios y el hombre están entrañados el uno en el otro, desde la creación y la resurrección de Cristo, como hierro candente y fuego que lo transfigura. Sólo quien va con el hombre unido a sus gozos y desdichas, sólo quien siembra amabilidad en sus asperezas y pone bálsamo en las heridas de sus malos modos, sólo quien se inscribe en la escuela de párvulos del amor al hombre, está avalado por el Espíritu divino para amar a Dios como sólo Él merece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario