El evangelio de Marcos, estos días, va dosificando la enseñanza de Jesús desde la oportunidad, paso a paso, de modo oportuno y progresivo. Se reitera en su evangelio el seguimiento masivo de que es objeto Jesús. Una multitud de gente que deja su casa y sus labores para estar con él, oír y ver anonadadamente lo que dice y lo que hace. Sabemos ya que el atractivo más poderoso consistía en poder presenciar sus portentosas curaciones, aunque también su modo de enseñar y la enseñanza misma. Pero, ¿cómo enseñaba Jesús?
Marcos encauza nuestra curiosidad haciéndonos saber la manera como enseñaba Jesús, que posee una adecuada metodología pensada en la sencillez de la gente que le escucha. Ante todo, ha de hacerse entender en un lenguaje llano como ese gentío que le sigue, sencillo y ameno para mantener su atención, y a la vez fácil de memorizar lo que dice, y todo esto se cifra en exponer su doctrina por medio de breves relatos propios de la tradición oral judía: la parábola.
Jesús enseña por medio de parábolas esclarecedoras ingeniosamente pensadas, cuyo sentido ha de desvelar el oyente, de modo que tome parte en su propio aprendizaje repensando el sabio contenido de cada enseñanza, de cada sentencia desentrañándola. La parábola es como la nuez; hay que romper la cáscara para acceder al meollo interior sabroso y nutritivo.
La parábola es, pues, el medio popular con que Jesús, palabra de Dios, se da a conocer como Hijo suyo. Y es curiosa coincidencia que del término parábola, originalmente griego, que significa comparación, procede en castellano el vocablo palabra.
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