lunes, 28 de febrero de 2011

La sal del Mar Muerto

        La norma de evangelizar testimoniando a Cristo como sólo sus seguidores podrán hacerlo, queda patente a lo largo de todo el evangelio, a veces de acusada manera, como cuando Jesús dispone que sean como luz y sal de la tierra: Vosotros sois sal de la tierra que ha de actuar ante la gente, desde la gracia que se os ha dado, como refrendadores privilegiados de la fe en el Hijo de Dios, viene a decirles Jesús.
Como la sal, han de dar sentido y sabor a la vida, preservándola de toda corrupción e insulsez. Son responsables de que esa sal llegue a desvirtuarse, porque Si la sal se vuelve sosa....
¿Puede volverse sosa la sal? Hay que contar con que la sal procedente entonces del Mar Muerto, conocido por su insólita densidad de sales diversas, en contacto con el oxígeno del aire se descompone y queda inservible para dar sabor y preservar de la corrupción los alimentos.
Y es curioso que, a fuerza de explotar las sales del lago, ha descendido sensiblemente el nivel de sus aguas, y dicen ya que el Mar Muerto se está muriendo.

sábado, 26 de febrero de 2011

Las cosas admirables de Jesús

         Está claro que Jesús decía y hacía cosas admirables, y por más que los suyos, a base de sacudidas sorprendentes y asombros repetidos, llegasen a habituarse a hechos tan fascinantes, no hay que esforzarse demasiado para colegir la estupefacción que debió de sobrevenirles de pronto, en más de una ocasión, ante episodios tan excepcionales como poner en pie y dotarle de flexibilidad a un paralítico, descorrer la opacidad de unos ojos ciegos o devolver otra vez sana la vida a un muerto.
Yo creo que convertir el agua en vino no era prodigio más increíble que el de transmutarse en pan y vino Jesús mismo, para hacerse íntimamente accesible a los que ya eran suyos. Era la única manera de ser casi una misma cosa con ellos.
Nosotros mismos, acostumbrados a nutrirnos espiritualmente de él en la comunión, tal vez no nos percatamos de la esplendidez irrepetible de Jesús de hacerse  nuestro tan prodigiosamente. Bien nos vendrían unos  toques sutiles de su espléndida luz para descubrir de una vez y valorar un poco más cada día dádiva tan singular. Que la lija inveterada de la costumbre no consiga borre ni un ápice del esplendor de tan divina evidencia.

viernes, 25 de febrero de 2011

De camino siempre

Jesús evalúa el grado de conocimiento que han alcanzado sus discípulos sobre su identidad, mientras van de camino hacia Cesarea de Filipo, lugar donde brota a borbollones el río Banias, cabecera del Jordán. Un templo pagano dedicado al dios Pan da nombre al río y congregaba entonces a multitud de enfermos que buscaban allí, en vano, remedio  sus males. Es todavía hoy un bello paisaje, donde las aguas del río descienden escalonadamente, de terraza en terraza. La sacudida de un terremoto asoló el templo y cegó la formidable cueva donde nacía copiosamente el río, de modo que, al quebrantar la plancha roqueña del subsuelo, el agua brota dispersa por mil grietas fresca y limpia.
Es como si las divinas manos hubieran rasgado como papel la antigua idolatría. Uno podría pensar que la relevancia del momento pide un retiro más apartado, reposado y santo, lejos de las viejas oscuridades de la superstición. El hecho lo desmiente, porque la luz se necesita donde, en vez de confesarle luminosamente Mesías e Hijo de Dios, se le desconoce vergonzosa y oscuramente.
Como él, la Iglesia, en busca siempre de las fuentes de la Vida, llama también ahora en la puerta intransigente de los que no saben todavía quién es y dónde está Cristo, con la aldaba de su palabra trascendente, siempre poderosa y nueva.

jueves, 24 de febrero de 2011

Una carta con remite del cielo

Un poeta valenciano contemporáneo tiene un poema resuelto como diálogo telefónico con Dios.  Comentándolo con quien esto escribe, alegaba que su aparente falta de fe tenía sus límites, ya que Dios le rondaba cercano de inevitable manera.
Hay también cartas dirigidas a Dios escritas por niños que le preguntan o confiesan las cosas más insólitas e ingenuas. Y en el otro extremo, un escritor ingles, C. S. Lewis, dejó escritas unas perversas perversas tituladas , Cartas del diablo a su sobrino, diablejo inexperto y fracasado a quien el redomado tío va adoctrinando para que lleve irremisiblemente a la perdición a una de sus víctimas, y donde entre otras mil diabluras, le hace ver la ventaja de que le aleje de la oración y de pensar en Dios, haciendo que piense en sí mismo como mejor modo de ejercitarlo en el egoísmo.
Hoy ya se escriben pocas cartas, sustituidas utilitariamente por el correo electrónico, más a la mano e inmediatas, e ignoro si Dios o el diablo disponen de sus correspondientes direcciones on line. Si sé que, según ese tal Lewis, al menos el diablo se llama Ecrutopo y el lugar infernal desde el que escribe es el Reino del Ruido.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Las hermanas criaturas

Hay dos estampas paralelas y en cierta manera coincidentes en las vidas de san Francisco de Asís y san Antonio de Padua. San Francisco, en un momento de exaltado amor de Dios, a solas con él en el bosque, al ver que su presencia convoca a toda suerte de pajarillos y que se acercan confiados a él, procede a avisarles de la obligación que tienen de alabar a su Creador con la gracia alada de sus ensortijados trinos.
La situación, al borde del mar, de san Antonio es muy otra. Se siente dolido por la dejación de los hombres que olvidan alabar agradecidos a Dios, de quien todos dependemos, y predica a los peces, que para su asombro, emergen uno a uno sacando y sacudiendo la plateada cabeza fuera del agua, como quien presta atención a lo que dice.

Francisco llamaba hermanas a las criaturas de Dios, hechura alfarera todos de unas mismas manos; Antonio procedía de semejante modo, movido por parecidos sentimientos. Les inspiraba el amor. Amar a Dios comporta amar todo lo que él hizo. No admite salvedades amar de tal manera, de modo que quien, enamorado, cree en él con piadosa convicción y admira su obra, sabe que, hermanado con la naturaleza, es de bien nacidos besar la mano que lo hizo todo.

martes, 22 de febrero de 2011

San Francisco y el lobo




         Son innumerables los cuadros y dibujos ilustrativos que ha inspirado el poético pasaje de la vida de san Francisco en que libra a la ciudad de Gubio de la amenaza de un lobo que tenía atemorizada a toda una comarca.

        Las cacerías organizadas para darle muerte, no logran el éxito esperado, y como última instancia recurren al santo de Asís, cuya santidad hace milagros. Francisco no opone excusa alguna que le exima de tan arriesgado cometido, sólo que para él son hermanas todas las criaturas de Dios, obra primorosa del supremo Hacedor, y su propósito está lejos de procurarle daño alguno al selvático animal.
Sale en su busca y no parece sino que el animal se haga encontradizo, porque da pronto con él. Le ofrece su amistad y hace un trato de buena vecindad al que asiente el lobo. La audaz mansedumbre de Francisco ha contagiado y pacificado a la fiera.

           Se podría confeccionar un voluminoso libro seleccionando exclusivamente las incontables ilustraciones que interpretan artísticamente tan insólito acontecimiento. Literariamente, también el renombrado poeta modernista que fue Rubén Darío, no se resistió a narrar el episodio en cuestión en un amplio poema de sonoras resonancias rítmicas titulado “Los motivos del lobo”.
Celebremos una vez más que san Francisco esté vivo en la espiritualidad de la pobreza y sencillez franciscana, no menos que en el mundo innovador del arte.

lunes, 21 de febrero de 2011

San Pablo y la cruz

          San Pablo es el ejemplar perfecto del cristiano austero que crucifica su vida en la cruz de Cristo como encanándose en él. Desde aquellos días estelares, son incontables los que se han despojado de sí, no sólo sangrando su vida en el cha5rco sagrado del martirio, sino en la entrega de todo lo que fueron y pudieron llegar a ser, como hace el monje en el retiro sosegado de su silencio, como la clarisa en el rincón  deshilachado de su pobreza o el simple cristiano que tiene en nada todo lo que no sea vivir ajustado a los deseos sobre él de Cristo.

Seguidores suyos los llama Jesús, incluso amigos, desde que se alivian del peso grave de sus pertenencias, desviados afectos y pesadumbres. Es esa la cruz que han de arrastrar, hechos carne de cruz ellos mismos, arrastrándola cada cual por el surco señero que traza la que hiere los hombros desgarrados de Cristo.
Su cruz somos nosotros mismos sangrando su propia sangre dolorida. Hagamos nuestro su dolor.

domingo, 20 de febrero de 2011

Dejar hacer a Dios

         En un ciclo de charlas dedicado a los santos doctores de la Iglesia, el Papa explicaba que el camino de la santidad, que con frecuencia es el arduo y empinado camino que va a Dios, no se anda “haciendo”, cuanto “dejando hacer”,  entendiendo este dejar hacer en dejarse amar por Dios en Cristo Jesús. Que como decía santa Teresa, trata tan más a su amigos. Es el modo como Cristo crucificado tira desde lo alto de nosotros para que levantemos sobrecogidos la vista hasta la tortura de su cruz, donde, con él, hemos de sangrar todos.
Lo decía ya, en siglos clásicos, un fraret de Denia, en su valenciano más coloquial: Deixeu fer a Deu!
El Papa lo declaraba con motivo de comentar la aspereza con que trató la vida a san Juan de la Cruz, quien supo soportar tanta dureza dejándose amar por Cristo, en que consiste “la luz que nos ayuda a llevar la carga de cada día”, sea cual fuere su pesadumbre y dureza.
No le falta belleza al lenguaje con que el Papa habla de los escondidos asuntos de Dios, cuando dice que hay que abrirse a Dios en los momentos adversos, que es tanto como “abrir las ventanas de nuestra alma para que la luz de Dios pueda entrar”.
Inundémonos de Dios a boca llena, hundámonos en Dios a tumba abierta, para que nos llene de sí , desdibujándonos para que sólo quede él, como hace la ola con las huellas impresas en las arenas marinas.

sábado, 19 de febrero de 2011

Donde hay un pobre, allí está Dios

Siempre ha sido así. Los que buscáis a Dios, daréis con él en cuanto consideréis como vuestra la pobreza del pobre. Desde siempre, la bondad de Dios vota por la candidatura del pobre e ilumina con la luz de sus bendiciones a quien coopera con él en la feliz tarea de poner los frutos de la generosidad en el hombro desvalido del menesteroso.
Sólo que el arrimo que ha de facilitársele al indigente no nace de corazones de vida cómoda y despreocupada. Viene a decirlo así Isaías, tan rico en claridades y sanas advertencias, cuando despliega ante el mundo esta hermosa frase: “Cuando te hayas despojado de tus instintos agresivos, tengas apaciguados tud gestos amenazantes, consigas apagar el ardor de la maledicencia, y así dispuesto te acerques a saciar el hambre del pobre, brillará tu luz en las tinieblas, y tu oscuridad se volverá mediodía”.
Hay otras estrellas que no son la de Belén, pero son capaces de brillar con luz propia, la de su mismo esplendor. Afortunadamente, los cielos y el corazón de muchos hombres está lleno de ellas.

viernes, 18 de febrero de 2011

El hermano sol

        Cuando Francisco, casi ciego, entona el Cántico del Hermano Sol, sigue, en la enumeración descendente de las criaturas a las que invita a alabar al Señor, una línea jerárquica de seres que tienen su cúspide en lo más alto, en la cercanía de Dios, a la manera como procede el salmo Laudate, de Daniel, su precursor, para aterrizar entre los hombres.
Hay, posiblemente, también, desde la dulzura de la luz que ya no hiere los ojos del santo, una triste nostalgia escondida en su sentimiento de refugiada adoración a Dios, y de ahí la excelsa imagen radiante del sol, plena de luz, bien que el santo poeta destaca su significado trascendente, no menos luminoso, que apunta a la luz que es Cristo.
La luz es la más espléndida de todas las criaturas, adorable incluso para quienes no conocieron la verdad de Dios, la que nos permite ver y admirar la belleza de todas ellas. Francisco ya no las ve; las imagina desde el recuerdo, como veladas por un cristal esmerilado.    
Podríamos pensar que ese canto a las criaturas es, en el fondo, un canto metafórico a luz que irradia Cristo, de la que el santo ya no disfruta.
¡Loado seas, mi Señor, por el hermano sol, que es signo soberano del esplendor de tu luz y la grandeza de tu amor ardiente!

jueves, 17 de febrero de 2011

Limitaciones de los discípulos de Jesús

          En ausencia de Jesús, los discípulos intentan en vano sanar a un enfermo y unos escribas discuten agriamente con ellos.
¿De qué discuten? Los escribas ven con malos ojos las curaciones prodigiosas de Jesús, cuánto más que lo pretendan también sus discípulos.  Cabe conjeturar que les reprochan como sacrílega pretensión la pretensión de realizar milagros. Jesús añadiría luego otro reproche, el de no confiar de lleno en la gracia divina por falta de fe. E incomodado, cura al enfermo sin más. Él no encarna la fe en la palabra; es la palabra prodigiosa en que hay que creer.
¿Qué piensan ahora los escribas? Callan. Simplemente callan. También callan los discípulos de Jesús, que acaban de asumir una lección práctica de la eficacia de una fe firme, como debe ser recio el corazón del apóstol, como la debe ser el arraigo del amor de Dios donde la fe, como en un divino brasero,  caldea el espíritu.
No lo olvidarán ya nunca; por eso, la noticia de este episodio singular, transmitido en origen por ellos, ha llegado tan limpio hasta nosotros.

miércoles, 16 de febrero de 2011

La santidad del corazón y la impureza alimentaria

La santidad del corazón y la impureza alimentaria

No puede uno menos de medir con colmada admiración la sabiduría de Jesús, claramente superior a la de sus contemporáneos judíos. Su enseñanza lo patentiza una y otra vez, sobre todo en la confrontación con lo que enseñan los dirigentes religiosos del momento. No parece tan llevadero contravenir criterios establecidos de modo inapelable, que se inculca desde niños en la sinagoga, comunes por tanto al resto de las personas que constituyen tu entorno. Jesús expone y defiende los suyos desde un ángulo distinto a todo. No es nada hacedero, como no lo es encender la delgada mecha de una lámpara para iluminar los confines de la noche.
Y esa es la tarea de Jesús, al que vemos subir, aguas arriba, para beber de las aguas limpias de la fuente, cuando sopesa criterios infundados para ofrecer la claridad de sus juicios, evidenciando la equivocación de sus adversarios.
Ellos alegarán que interpretan la palabra de Dios, pero ahora la palabra de Dios es él. Jesús ve desde la verdad que encarna; sus adversarios, desde sus propias opiniones, no siempre ajustadas a las verdades que, como en el proceso de un aprendizaje, se les fueron desvelando poco a poco en la Escritura, bien que nunca del todo. La claridad de Jesús es meridiana por eso; la de los hombres es propensa a sufrir torpe y dudosa distorsión, transmitida de unos a otros, en paralelo humano a veces con la revelación.
El criterio que aduce Jesús para contrastar la costumbre establecida de contraer impureza en función de lo que se coma, es nítido y razonable. No hieren el espíritu del hombre los alimentos, sino la maldad que contamina el corazón. No son las vísceras las que mancillan el alma, sino las oscuridades del corazón vencido y arrodillado ante la malicia. Las cosas, claras.
La claridad en la exposición de las ideas fue siempre excelencia privativa de buenos maestros. Jesús lo era de muy notable manera.


No puede uno menos de medir con colmada admiración la sabiduría de Jesús, claramente superior a la de sus contemporáneos judíos. Su enseñanza lo patentiza una y otra vez, sobre todo en la confrontación con lo que enseñan los dirigentes religiosos del momento. No parece tan llevadero contravenir criterios establecidos de modo inapelable, que se inculca desde niños en la sinagoga, comunes por tanto al resto de las personas que constituyen tu entorno. Jesús expone y defiende los suyos desde un ángulo distinto a todo. No es nada hacedero, como no lo es encender la delgada mecha de una lámpara para iluminar los confines de la noche.
Y esa es la tarea de Jesús, al que vemos subir, aguas arriba, para beber de las aguas limpias de la fuente, cuando sopesa criterios infundados para ofrecer la claridad de sus juicios, evidenciando la equivocación de sus adversarios.
Ellos alegarán que interpretan la palabra de Dios, pero ahora la palabra de Dios es él. Jesús ve desde la verdad que encarna; sus adversarios, desde sus propias opiniones, no siempre ajustadas a las verdades que, como en el proceso de un aprendizaje, se les fueron desvelando poco a poco en la Escritura, bien que nunca del todo. La claridad de Jesús es meridiana por eso; la de los hombres es propensa a sufrir torpe y dudosa distorsión, transmitida de unos a otros, en paralelo humano a veces con la revelación.
El criterio que aduce Jesús para contrastar la costumbre establecida de contraer impureza en función de lo que se coma, es nítido y razonable. No hieren el espíritu del hombre los alimentos, sino la maldad que contamina el corazón. No son las vísceras las que mancillan el alma, sino las oscuridades del corazón vencido y arrodillado ante la malicia. Las cosas, claras.
La claridad en la exposición de las ideas fue siempre excelencia privativa de buenos maestros. Jesús lo era de muy notable manera.

martes, 15 de febrero de 2011

Honrar padre y madre

          El buen sentido de Jesús queda patente en diversos pasajes de su evangelio. Tengo para mí como especialmente clarividente el pronunciamiento de Jesús sobre el dislate que anteponía, a la justicia y amor a los padres, la consagración al templo de los bienes que correspondía darles a ellos en herencia. Los defensores de esa tradición meramente humana, entendían, desde un torcido concepto de la santidad del templo,  que hurtarles sus bienes a unos padres para ponerlos al servicio Dios, constituía una obra muy digna de él.
Jesús no condesciende con los que mantienen semejante disparate, aun sabiéndose Hijo del Dios venerado en dicho templo, y se enfrenta a quienes lo reputaban una costumbre muy puesta en su punto. No ama ni honra a Dios ni al templo quien no ama a sus padres y los relega a la indigencia en su santo nombre. No ama a Dios quien no ama al hombre; cuanto más a los propios padres.
Es comprensible que Pablo tenga en tanta estima los beneficios de la sabiduría, “una sabiduría que no es de este mundo ni de los príncipes de este mundo”. “Si la hubieran conocido, no hubieran crucificado al Señor”.

lunes, 14 de febrero de 2011

Dios llueve para buenos y malos

Dios llueve para todos por igual, como una madre. Jesús mismo confiesa que no ha venido a juzgar o condenar. Viene para enseñarnos una asignatura que nadie cursaba ni aprobaba del todo, el amor.
Sería digna de ver la cara de quienes, pasmados, le oyeron decir que había que amar a los enemigos. Así como suna: a los enemigos, cuando la ley de los hombres disponía todo lo contrario y les avisaba de que al enemigo había que sancionarlo con un radical aborrecimiento, como mejor manera de tenerlo apartado y a raya en previsión de toda arriesgada cercanía.
Quien ha experimentado la dificultad de dispensar tu perdón al que te persigue o ha herido, entiende bien la arriesgada novedad de mirar al enemigo desde los ojos comprensivos de Dios. Y es que Él llueve para unos y para otros, porque la fuente no repara si quien se acerca a beber en ella, gusta de rezar o de maldecir.
Nadie , con todo, alcanza a creer que, de buenas a primeras, se pueda pasar de un precepto que predispone a aborrecer, a la orilla opuesta de mirar con buenos ojos a quien te ha rasgado el alma, nada menos que para hacerle un hueco en tu corazón. Sólo que si hay un aprendizaje para todo, lo hay también para aprender a amar sin reservas ni odiosas precauciones.
Jesús es nuestro maestro insustituible en lo tocante a amar a los que no te aman, a quienes él perdonaba mientras le estaban matando, porque moría precisamente por ellos.

domingo, 13 de febrero de 2011

Personajes y personajillos en las parábolas

Es notable el número y calidad de los personajes de ficción que cruzan el evangelio de Jesús, de parábola en parábola. Podríamos ponerlos en fila formando una curiosa y variada galería humana con ellos y señalar la marcada condición de cada uno de ellos, según el comportamiento y la actividad que representan. Está el administrador infiel, que resuelve con taimada astucia su comprometida situación de despedido, el importunado amigo que ha de levantarse, ya de noche, sorteando a cuantos duermen sobre esterillas en el suelo, para proporcionar pan al amigo intempestivo que se lo pide con terca insistencia; las apreturas de las vírgenes necias que han descuidado el aceite, frente al desahogo de las prudentes que tienen bien dispuestas sus lámparas, a punto de llegar, ya anochecido, el esposo; el labrador esperanzado a quien la experiencia le ha enseñado que, mientras él duerme, la simiente crece segura y se desarrolla de incesante modo, bajo tierra; los  perversos arrendatarios de la viña que van dando muerte a los sucesivos intermediarios enviados por el dueño para cobrar, incluido su propio hijo; los criados que de buena gana escardarían el trigal para arrancar la cizaña, si el dueño, con mejor criterio, no lo hubiera impedido preservando el trigo; y un tanto borrosamente, el hombre ignoto que construye insensatamente sobre arena, en vez de hacerlo sobre suelo firme, y los embates del invierno arrasan la obra, o aquel otro, inconstante, que empieza a construir y de pronto interrumpe la obra dejándola inconclusa.
Hay también episodios tomados de la vida real, que Jesús convierte en parábolas vivas, y cuyos personajes nos recuerdan hechos históricos, como los de aquel grupo de entusiastas sediciosos a quienes los invasores romanos crucifican sin piedad; y los moradores de una torre, que quedan sepultados al caer derribada, quizás por su mala situación en el arranque de una pendiente, en la parte baja del valle Cedrón.
Además de la originalidad, Jesús demuestra un notable talento en la improvisada construcción de personales, tomados de la vida real, y por eso mismo muy verosímiles, esbozados con breves, pero bien marcados trazos de gran viveza. Al fin, la parábola es un pequelo relato, el desarrollo de cuya argumento han de realizarlo unos personajes, en su caso, perfectamente definidos, simpáticos unos, deleznables otros, desdibujados y como esmerilados los que quedan sólo aludidos.

sábado, 12 de febrero de 2011

Si o no

A Jesús le dan escalofríos oír jurar descaradamente a la gente por Dios o por lo que sea. Quien dice la verdad, no necesita rodrigones que sostengan la certeza de sus asertos. Y para apartar a su discípulos de la desconfianza de tales latiguillos, les aconsejaba que se limitaran a afirmar o negar sincera y llanamente lo que quisieran comunicar a otros: Os basta decir sí o no, y no haya más.

San Pablo, de similar manera, decía de él, que por eso era la verdad, que abominaba de las dudosas penumbras de la ambigüedad y medias tintas, ya que gustaba de discernir el pensamiento con toda claridad, ya que era en todo sí o no.

No tratemos de apuntalar lo que decimos con refuerzos enfáticos desde la desconfianza en nuestro interlocutor. Acostumbrémonos a decir llana y sinceramente lo que gustemos de asegurar y rechazar.

viernes, 11 de febrero de 2011

Los contratiempos de Jesús

          Jesús, a lo largo de su evangelio, acumula toda una serie de amargos contratiempos. Hay momentos en que le duele la distraída ingenuidad de sus mismos discípulos. Les enseña con cuidada atención, en privado, lo que sus oyentes, faltos de “oídos” para entender y de “ojos” para descubrir la riqueza de su enseñanza, quedan como vacíos de Dios.. Y no logra de ellos el aprecio de tan exclusivo aprendizaje. Es como si asistieran con desgana a la mesa deleitosa de tan gustosa predilección. No obrarían así desafortunados profetas. De modo que, desconcertados, se preguntan en voz baja qué ha querido decir Jesús al nombrarles no sé qué clase de levadura.

       A Jesús le duele la superficialidad, pero le sangra ver cómo la dejadez desvirtúa la obra que trata de edificar sobre la arenisca de sus propios discípulos, él que ha dejado dicho que edificando sobre arena, no hay modo conseguir la necesaria solidez, y que los embates de las contrariedades lo arrasan todo.

                                                                  Jesús es manso de corazón. ¡Menos mal!

jueves, 10 de febrero de 2011

El peligro de la mala levadura

Está la levadura que fomenta el bien entre la gente llana y la que contaminante que malogra la masa. Jesús previene a sus discípulos para que se guarden de la levadura que muñen con su peligroso influjo los fariseos, desde la rigidez de su dogmatismo cerrado y desde la austeridad disciplinaria del puritanismo, y en cuanto a Herodes, de su religiosidad interesada y circunstancial, lejos de la amable libertad de la apertura a Dios y a los hermanos.
La nefasta eficacia de su contagio que pervierte las fuentes donde bebe la bondad, acaba por corroer las fibras del corazón y ralentiza su latido amoroso. Sin la protección de un espíritu avisado y un sincero amor a la verdad, no hay evangelio.

miércoles, 9 de febrero de 2011

¡Somos libres!

Es el grito con que jalea su derecho a seguir siendo cierta emisora católica. Es la exigencia de todo el que ve pisoteada su calidad irrefrenable de hombre en libertad, disminuida por comportamientos discriminatorios.
        Dios hizo elegantemente su obra creadora, privilegiando al hombre. Le dota de inteligencia para que pueda optar responsablemente entre objetivos diversos, y le deja hacer, pero nadie puede devanar indefinidamente el tiempo que se nos da en cupos. Hay un transcurso de imprevisible duración siempre medida. Y agotado ese haz de posibilidades, porque un día el camino toca a su fin, Dios, otra vez, que está siempre como si no estuviera, nos sale de pronto al encuentro. A unos, pasmados, les sorprenderá, a otros no.
La paciencia tiene un eficaz acicate que justifica esa pausa de brazos cruzados en que ella consiste, y que es como el respaldo de una silla incómoda donde se remueve inquieta: la esperanza de algo que merece la pena. Se es paciente cuando hay un motivo proporcionado que incita a esperar. Y sucede que nuestro tiempo corre parejo con la infinita paciencia de Dios. También Dios espera de nosotros algo para él importante: que tarde o temprano volvamos a él. Es el amor al hombre lo que le incita a esperar y a alargarnos, tal vez, sin nosotros saberlo, el espacio de tiempo que se nos da gratuitamente. Y nunca es correcto hacer esperar a nadie. Menos a Dios. Démonos prisa.

martes, 8 de febrero de 2011

El antiguo altar gótico de la iglesia de San Francisco

No existe y nadie puede dar razón de cómo era, qué artista lo elaboró y cuál era la calidad de sus altas calles y la de los cuadros que las adornaron.
Existió; de eso no cabe la menor duda. Bien que de él sólo sabemos que su estilo se correspondía con el de la iglesia gótica del siglo XIV, y por similitud con los habituales del momento, frisando ya el siglo inmediato, dispondría de tres calles, entalladas por columnas divisorias, que encuadraban sendos guardapolvos laterales. Más que costosas imágenes talladas en madera, lo compondrían, tal vez, según la costumbre, pinturas de gran realismo gótico realizadas sobre pan de oro. Ignoramos asimismo qué imágenes de santos o episodios figuraban pintadas en la predela.
Pasó el tiempo, y una noche, los religiosos se dejan sorprender por un gran estruendo. Se levantan despavoridos y tratando de dar con el origen de aquel episodio, descubren que el espléndido y esbelto altar mayor de la iglesia, carcomido por la carcoma, se ha desplomado sobre sí mismo, totalmente destrozado.







Retablo actual

Durante años, la pared quedó desierta, sin más oferta que la de la fría piedra, hasta que el obispo D. Tomás, uno de cuyos sobrinos, herido en liza con otro joven, estaba a punto de perder un brazo, consigue, por la intercesión de los santos Mártires, el favor de una prodigiosa curación, y en fiel cumplimiento del voto hecho con tal motivo, mandó colocar en sustitución del malhadado altar mayor, un cuadro de respetables dimensiones, en que quedaba perpetuado el milagro, y donde aparecía, como era costumbre en esta clase ex votos, la noble figura del señor obispo, arrodillado devotamente ante sus santos protectores. Poseemos la descripción del cuadro.
Pero, ¿qué ha sido de él, que permaneció en la iglesia hasta finales del siglo XVII? Concretamente  hasta el día 26 de agosto de 1688, en que hace entrega a los frailes de un nuevo retablo el escultor local Jerónimo Corbí, que medía 95 pulgadas de alto por 65 de ancho, de estilo barroco, y cuya descripción poseemos.
Desaparece durante la desamortización.
La historia, como los antiguos baúles, está toda ella claveteada de enigmas.

lunes, 7 de febrero de 2011

El iconoclasta destierro de Cristo

Como en tiempos de Pablo, el mensaje de la cruz sigue siendo necedad para los que están en vías de perdición, que decía él, cuando se considera un escarnio que la cruz presida el aula de una escuela o el despacho de una profesora. A Cristo se le desterró en tiempos aciagos que bien merecen nuestro olvido y lo siguen desterrando los nostálgicos de aquella triste aberración. Para los cristianos es una ofensa palmaria y un hecho escandaloso.

No se es sincero cuando se pregona la igualdad como un desideratum, un ideal casi absoluto y la corrección y respeto a todas las creencias, mientras se discrimina a unos en menoscabo de su libertad.

Es lamentable que no se despreciemos las enseñanzas de la historia y no se tenga el aprecio insobornable que el cultivo de la paz merece.

sábado, 5 de febrero de 2011

Herodes y Herodías

En esa escena lujosa de bailes lascivos y bebida abundante de palacio, todo es posible cuando es la ebriedad autoritaria la que ejerce y habla. Herodes tiene en mucho a Juan Bautista, pero lo tiene preso y lo mata a despecho de su promesa estúpida, a instancias del capricho criminal del odio borracho de una mujeruca.
Quien, agradecido, promete algo a alguien, como Herodes a Salomé, no puede hacer consistir a la ligera su regalo en una acción criminosa. Se prometen bienes, no acciones perversas. A quien debió castigar Herodes fue a la intrigante Herodías, por su maldad, no al Bautista inocente, a quien el despreciable reyezuelo tenía en mucho.
Jesús se dolió en lo hondo por la muerte de aquel hombre honrado y bueno que le había precedido allanándole el camino, y sanciona la acción inicua de Herodes, destacando su falta de integridad y de hombría.
Sucede que los respetos humanos son culpables en ocasiones de que el hombre no brille por su entereza y se deje llevar de su debilidad. Precisamente, los respetos humanos son los que impiden a Herodes mantener ese noble sentimiento de justa estimación que sentía por Juan. Herodes se traiciona a sí mismo y Jesús lo desprecia.
Hay que desconfiar de quienes no tienen la entereza que exige poner al servicio de la justicia y la verdad la propia conducta. La fidelidad familiar, la fidelidad al amigo, la fidelidad a Dios, son valores que tienen peso evangélico sobrado. Son formas de respeto y amor a los demás que de tantas maneras predica y nos enseña Jesús con hechos y palabras. Fomentemos la fidelidad, a toda costa.

viernes, 4 de febrero de 2011

Las tradiciones de los hombres

Jesús achaca a los animadores de la fe de Israel que antepongan lo que establecen las tradiciones de sus mayores a los mandatos que Dios prescribe. Sólo intereses creados pueden hacer comprensible semejante confusión de valores.
Confesemos que la palabra culta y laboriosa del hombre resulte sugerente, atractiva y con frecuencia provechosa. Es otra cosa. Pocas cosas tan deliciosas como la lectura de poemas de muy conseguida inspiración u otros textos escritos con depurada elegancia. Nadie censuraría la satisfacción de refrescar el ánimo bebiendo aguas tan limpias. Es la sustitución de la palabra de Dios por la que el hombre se empecina en imponer, las más de las veces desde criterios interesados y enjuiciamientos malsanos, lo que Jesús reprueba.
De semejante modo censuraría el talante deficitario del agnóstico que pone toda suerte de restricciones y cortapisas al creyente, negándole la libertad que astutamente asegura respaldar, mientras le golpea en los nudillos con la regleta de la arbitrariedad. Benedicto XVI dice bien que una libertad enemiga de Dios se niega a sí misma, ya que lo excluye. Tales desafueros no conseguirán nunca pisarle los dedos a Dios.

jueves, 3 de febrero de 2011

El envío, de dos en dos

        Jesús envía a los Doce a anunciar la buena nueva. Apóstol es palabra de origen griego que significa exactamente eso, enviado. Consignémoslo aquí, porque nada es insignificante en el evangelio que predica Jesús.
San Francisco de Asís así lo entendía. Vestido de Cristo hasta la médula, en la forma de vida que dicta a sus frailes, les prescribe que, cuando vayan por el mundo, lo hagan pobre y modestamente de dos en dos. Les recomienda entonces que, en consecuencia, se vean a sí mismos como peregrinos en camino hacia Dios, ligeros de todo lo que entorpezca el paso. Toda su vida ha de ser predicación de la realidad evangélica de Cristo, predicación ejemplar de la buena nueva de Cristo ya resucitado.
Es el envío de los Doce desde donde establece Francisco esa ajustada metodología de no ir a solas por el mundo, sino de dos en dos, en grata compañía, que dé seguridad y ocasionalmente apoyo fraterno en el cometido de dar a conocer el mensaje evangélico a la gente sencilla. Un hermano no debe dejar solo a un hermano nunca.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Un charco divino de sangre

Con ocasión de girar una visita en el hospital, he podido recorrer una buena parte del mismo y me he entretenido en hablar con los enfermos cordialmente. Los que sufren gustan de ser escuchados y cuesta poco aplicarles vendaje tan gratuito y a mano. Confesar tristezas es un modo de ponerle grapas a la herida, mientras la hace suya quien se aviene a prestar al paciente un adarme de atención.
Cobramos conciencia del valor que tiene la vida cuando, al detectarnos una enfermedad inquietante, nos sobrecoge el temor a perderla, y si la medicina no corta al punto el curso de su peligrosa evolución, nos acordamos de pronto de que Dios está ahí mismo y lo puede todo, y es cuando la fe, que latía casi apagada en las cenizas dormidas de nuestro brasero interior, vuelve a recobrarse del olvido enrojecido del humano rescoldo.
Paliando arrechuchos o borrando graves dolencias de admirable modo, encendía Jesús en sus discípulos el arrimo de la fe, tan proclive al sueño. Lo hizo siempre entre quienes le buscaron con esperanzado impulso. Y también ahora, al borde de la cama del enfermo, la túnica amable de Jesús roza compasivo las heridas del dolor y atenúa la aspereza de las ruinas de la edad. Él sabe de sí mismo, sabe del dolor, sabe que mientras él moría -no llegaría a verlo entonces-, al pie de la cruz quedó un charco de sangre inmensamente dolorida. De ese charco nace y bebe la cruz.

martes, 1 de febrero de 2011

La hija de Jairo

      La adhesión a Cristo es tanto como creer con firmeza en él. Y hay dos maneras de llegar al corazón de Cristo; por la adhesión a su persona, obra de la fe, o por la compasión para con los demás, a imitación suya.
Aquí, Jesús le dice a Jairo, el padre de la hija muerta, que crea, como preámbulo necesario para posibilitar el prodigio.
       Creer es admitir que más allá de nosotros mismos, Dios puede alargar su mano creadora hacia nuestras dolencias y necesidades, recreándonos, restaurando nuestras miserias. Creer es saber, con total certeza, que Dios nos escucha, en la medida de nuestra disposición a escucharlo a él.
      La fe es el centinela de nuestro acceso a Dios. La fe inspira confianza en quien creemos. No en vano, la Carta a los hebreos nos dice que la fe comporta tener seguridad en lo que esperamos que se va cumplir un día. Por eso creer es tanto como esperar. Los hebreos tienen un mismo verbo para decir, creo o espero, porque para ellos creer y esperar son una misma cosa..
      Al padre de Jairo, creer en Jesús le devolvió la vida de su hija. No hubiera creído en Jesús si no hubiera esperado firmemente que lo que pedía se iba a cumplir con toda seguridad. Se ha dicho que la nobleza de una confesión religiosa se mide por su actitud ante la muerte. Nuestra actitud cristiana ante la muerte es esa: ¡Creo en que, muriendo, estoy resucitando con Cristo!