sábado, 19 de febrero de 2011

Donde hay un pobre, allí está Dios

Siempre ha sido así. Los que buscáis a Dios, daréis con él en cuanto consideréis como vuestra la pobreza del pobre. Desde siempre, la bondad de Dios vota por la candidatura del pobre e ilumina con la luz de sus bendiciones a quien coopera con él en la feliz tarea de poner los frutos de la generosidad en el hombro desvalido del menesteroso.
Sólo que el arrimo que ha de facilitársele al indigente no nace de corazones de vida cómoda y despreocupada. Viene a decirlo así Isaías, tan rico en claridades y sanas advertencias, cuando despliega ante el mundo esta hermosa frase: “Cuando te hayas despojado de tus instintos agresivos, tengas apaciguados tud gestos amenazantes, consigas apagar el ardor de la maledicencia, y así dispuesto te acerques a saciar el hambre del pobre, brillará tu luz en las tinieblas, y tu oscuridad se volverá mediodía”.
Hay otras estrellas que no son la de Belén, pero son capaces de brillar con luz propia, la de su mismo esplendor. Afortunadamente, los cielos y el corazón de muchos hombres está lleno de ellas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario