domingo, 13 de febrero de 2011

Personajes y personajillos en las parábolas

Es notable el número y calidad de los personajes de ficción que cruzan el evangelio de Jesús, de parábola en parábola. Podríamos ponerlos en fila formando una curiosa y variada galería humana con ellos y señalar la marcada condición de cada uno de ellos, según el comportamiento y la actividad que representan. Está el administrador infiel, que resuelve con taimada astucia su comprometida situación de despedido, el importunado amigo que ha de levantarse, ya de noche, sorteando a cuantos duermen sobre esterillas en el suelo, para proporcionar pan al amigo intempestivo que se lo pide con terca insistencia; las apreturas de las vírgenes necias que han descuidado el aceite, frente al desahogo de las prudentes que tienen bien dispuestas sus lámparas, a punto de llegar, ya anochecido, el esposo; el labrador esperanzado a quien la experiencia le ha enseñado que, mientras él duerme, la simiente crece segura y se desarrolla de incesante modo, bajo tierra; los  perversos arrendatarios de la viña que van dando muerte a los sucesivos intermediarios enviados por el dueño para cobrar, incluido su propio hijo; los criados que de buena gana escardarían el trigal para arrancar la cizaña, si el dueño, con mejor criterio, no lo hubiera impedido preservando el trigo; y un tanto borrosamente, el hombre ignoto que construye insensatamente sobre arena, en vez de hacerlo sobre suelo firme, y los embates del invierno arrasan la obra, o aquel otro, inconstante, que empieza a construir y de pronto interrumpe la obra dejándola inconclusa.
Hay también episodios tomados de la vida real, que Jesús convierte en parábolas vivas, y cuyos personajes nos recuerdan hechos históricos, como los de aquel grupo de entusiastas sediciosos a quienes los invasores romanos crucifican sin piedad; y los moradores de una torre, que quedan sepultados al caer derribada, quizás por su mala situación en el arranque de una pendiente, en la parte baja del valle Cedrón.
Además de la originalidad, Jesús demuestra un notable talento en la improvisada construcción de personales, tomados de la vida real, y por eso mismo muy verosímiles, esbozados con breves, pero bien marcados trazos de gran viveza. Al fin, la parábola es un pequelo relato, el desarrollo de cuya argumento han de realizarlo unos personajes, en su caso, perfectamente definidos, simpáticos unos, deleznables otros, desdibujados y como esmerilados los que quedan sólo aludidos.

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