jueves, 24 de febrero de 2011

Una carta con remite del cielo

Un poeta valenciano contemporáneo tiene un poema resuelto como diálogo telefónico con Dios.  Comentándolo con quien esto escribe, alegaba que su aparente falta de fe tenía sus límites, ya que Dios le rondaba cercano de inevitable manera.
Hay también cartas dirigidas a Dios escritas por niños que le preguntan o confiesan las cosas más insólitas e ingenuas. Y en el otro extremo, un escritor ingles, C. S. Lewis, dejó escritas unas perversas perversas tituladas , Cartas del diablo a su sobrino, diablejo inexperto y fracasado a quien el redomado tío va adoctrinando para que lleve irremisiblemente a la perdición a una de sus víctimas, y donde entre otras mil diabluras, le hace ver la ventaja de que le aleje de la oración y de pensar en Dios, haciendo que piense en sí mismo como mejor modo de ejercitarlo en el egoísmo.
Hoy ya se escriben pocas cartas, sustituidas utilitariamente por el correo electrónico, más a la mano e inmediatas, e ignoro si Dios o el diablo disponen de sus correspondientes direcciones on line. Si sé que, según ese tal Lewis, al menos el diablo se llama Ecrutopo y el lugar infernal desde el que escribe es el Reino del Ruido.

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