martes, 15 de febrero de 2011

Honrar padre y madre

          El buen sentido de Jesús queda patente en diversos pasajes de su evangelio. Tengo para mí como especialmente clarividente el pronunciamiento de Jesús sobre el dislate que anteponía, a la justicia y amor a los padres, la consagración al templo de los bienes que correspondía darles a ellos en herencia. Los defensores de esa tradición meramente humana, entendían, desde un torcido concepto de la santidad del templo,  que hurtarles sus bienes a unos padres para ponerlos al servicio Dios, constituía una obra muy digna de él.
Jesús no condesciende con los que mantienen semejante disparate, aun sabiéndose Hijo del Dios venerado en dicho templo, y se enfrenta a quienes lo reputaban una costumbre muy puesta en su punto. No ama ni honra a Dios ni al templo quien no ama a sus padres y los relega a la indigencia en su santo nombre. No ama a Dios quien no ama al hombre; cuanto más a los propios padres.
Es comprensible que Pablo tenga en tanta estima los beneficios de la sabiduría, “una sabiduría que no es de este mundo ni de los príncipes de este mundo”. “Si la hubieran conocido, no hubieran crucificado al Señor”.

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