lunes, 31 de mayo de 2010

Amarcord

Amaracord. ¿De quién es esa película? ¿De Federico Fellini? Aún recuerdo aquella secuencia inicial de miríadas de vilanos blancos prendidos de la brisa, como en una nevada de liviandades, en la dudosa penumbra del amanecer.
Aquello, más que una realidad, a mi se me antojaba un bello hallazgo del arte fotográfico. Pero, no. Aquí, en Teruel, un trasunto de aquella misma escena es una molesta realidad cotidiana, comenzada la primavera, año tras año. Los chopos esparcen su impalpable semilla prendida en esas pizcas de tamo blanquecino que el aire eleva y se nos adentra por todas partes. Abrir la ventana cuando el calor empieza a esponjar la atmósfera, es exponerse a una lenta invasión casi insensible, traicionera, de pelusa leve que lo enrarece todo y amenaza la respiración rarificando el cerrado ambiente de la habitación.
En Amarcord, aquel fotograma más parece una bella fantasía cinematográfica felizmente inventada por el autor del guión, pero no; aquí no. Es un hecho palpable y establecido, cuyo lado poético no es nada fácil averiguar.
¡Quién sabe! Con una cámara en las manos, tal vez pudiera intentarse.

domingo, 30 de mayo de 2010

La "mentalidad difusa"

Desde el Vaticano se ha dicho que “la mentalidad difusa” mina la limpia realidad del matrimonio.
¿Qué quiere decir eso de “mentalidad difusa”? Mentalidad difusa es la confusión buscada para pervertir el sentido propio de conceptos tan claros como el que expresa la palabra matrimonio. Importa acabar con la firme realidad del matrimonio cristiano, y el procedimiento empleado vaciar el término de sentido es meter en un mismo saco toda clase de sucedáneos y mixtificaciones más o menos parejas y agitarlos antes de usar.
Empleando el mismo término para designar realidades sustitutivas como parejas de hecho, uniones homosexuales, u otras experiencias afectivas tan efímeras como poco serias, la palabra matrimonio entra en confusión, porque lo que sirve para todo no sirve para nada, y víctima de tales manejos con que se tergiversa lo que todos entendían muy bien, se crea esta mentalidad vaga y difusa, al dejar en el limbo de la ambigüedad el significado de dicho vocablo.
¿Por qué no llamar a cada cosa por su nombre y poner a cada una en su sitio? No; no parece interesar y ni se intentará. Pero mientras tanto, dejemos claro que matrimonio es unión y compromiso de un hombre y una mujer. Lo demás son ganas de embrollar el asunto forzando y falseando conceptos, para marear la perdiz.

sábado, 29 de mayo de 2010

Una ciudad pequeña y tranquila

Una ciudad pequeña y tranquila es un regalo del que muy pocos disfrutan de modo habitual. Están los que se acercan a ella con la cámara pendiente del cuello y la cartera pegada al cinto; están circunstancialmente, y han de volver al tráfago ciudadano de las aceras impracticables y los coches vagando sin rumbo buscando dónde aparcar. Están los que acceden a ella, casi sin verla, atentos sólo a llevar a cabo transaciones comerciales. Pero sobre todo, están los residentes, los habitantes habituales del lugar, habituados a la quietud de sus calles estrechas por donde sólo transcurre gente, a su amplia plaza libre de obstáculos, familiarizados con sus altas torres y su catedral, obra de siglos, aunque sellada por laboriosas manos moriscas.
Quede la gran ciudad donde está, más allá de la lejanía. La casi claustral serenidad de las calles turolenses ignoran el ruido, la algarada y el atropello constantes
de abarrotadas calles y establecimientos. Ya llegarán las fiestas, ese desahogo anual sin ley ni roque, y entonces sí, la gran ciudad se desplazará y llenará todas estas calles a tope. Es el momento de emigrar unos días a la gran ciudad.
Mientras tanto, sigamos aquí y dejemos a nuestra ciudad-pueblo donde sus conquistadores la pusieron, apaciblemente recostada en su reposo.

viernes, 28 de mayo de 2010

La torre de San Martín


No sólo Pisa. Teruel también tiene una torre evidentemente inclinada, la sólida torre mudéjar de San Martín, que en el siglo XVII tuvo que ser apuntalada en uno de sus costados por un arquitecto francés, el mismo que acomete la traída de aguas a la ciudad tendiendo un acueducto con la novedad de que es viaducto al mismo tiempo, Pier Videl.

El estribo con que la torre dejó de declinar alejando de sus fundamentos el riesgo de progresivo hundimiento y consiguiente desplome, ha mostrado largamente su eficacia, por más que se trate de un feo soporte lateral que no la embellece ni poco ni mucho, pero que obviamente cumple su cometido de asegurar la estabilidad del monumento, incluso en tan extremas circunstancias como lo fueron el estremecedor fogonazo y el enrojecido fragor de una guerra demoledora que la dejó maltrecha, pero no alcanzó a derribarla.

Hay historias lamentables de torres famosas y esbeltos campanarios que se desplomaron al ceder el terreno en donde se asentaban, al no hallarles pronto remedio que lo atajara. La parcheada torree de San Martín permanece robusta y firme en pie y a todas luces no amenaza ruina.

jueves, 27 de mayo de 2010

Elogio de la edad

A José Antonio Torres

Si bien se mira, toda edad, bien vivida a su debido tiempo, es digna y buena. La infancia, la adolescencia, la juventud, la ancianidad. Son nudos de una misma cuerda o ramas sucesivas de un mismo árbol, entretejidas en una misma fronda.
No importa ahora, con todo, hacer un recorrido minucioso por tan inextricable e incierto boscaje. La vida, más que para recorrerla idealmente, está para ser vivida con moderada intensidad.
Pienso ahora en la juventud. La juventud es un hermoso torbellino donde la vida florece con generosa mano. Todo en ella es vigor, dinamismo incontenible y jovial regocijo. La forma lineal que mejor la define es la verticalidad, porque su vitalidad es intensa. Sólo que lo que gana en verticalidad, lo pierde en horizontalidad. El joven vive el presente prietamente, ajeno al horizonte que adviene a paso ligero. Lo menos favorable que podemos atribuir a esa edad feliz, es su brevedad, ya que tiene los pasos contados. La intensidad no dura. El júbilo es tanto más fugaz cuanto más crecido su deleite. Pero es bella e incomparable.
No es motivo suficiente, aun así, para esbozar a cuenta suya un elogio de la ancianidad. Nadie lo admitiría. Cada cosa en su sitio, ya que, a menudo, la ancianidad es el espacio donde la vida se estrecha, el corredor angosto del deterioro y el achaque.
Pero no la denigremos tampoco. No es eso. La ancianidad hay que percibirla y encararla desde sí misma, si la salud no desvirtúa tan meritoria estancia al sujeto que la vive. La desdeña el hombre desdichado, ya entrado en años, que sufre sin remedio sus propios desechos, al llegar a ella con la línea de flotación herida por los excesos de la carga.
Gozadla los que os la da Dios como un otoño dorado y feliz. Para vosotros es un remanso de quietud y placidez interior bien merecidas, donde el pensamiento y la palabra descansan en un regazo de paz. El equilibrio que las más de las veces desmerecen vuestras rodillas y no fijan vuestras piernas, es la tónica de vuestro criterio madura y sereno. Hay claridad en vuestros ojos y limpieza en vuestras manos. Vivid vuestro tiempo con calma, ajenos a las incógnitas del mañana que ya no tenéis, faltos de tiempo. ¿Para qué, si vuestra cercanía inmediata, más a la mano, es Dios mismo?

miércoles, 26 de mayo de 2010

La biblia y el español

Las lenguas crecen y se desarrollan como organismos vivos, y durante esa progresión, son diversos los factores que inciden en su evolución y concreción lingüística.
El año 2006, se fijaron en San Millán de la Cogolla, cuna de nuestra lengua, los criterios de crítica y difusión de 18 biblias pertenecientes al archivo del Escorial, traducidas a nuestra lengua de originales hebreos y griegos, que abarcan desde el siglo XIII hasta nuestros días. El estudio persigue hacer un seguimiento de la evolución del español desde el influjo de dichos textos bíblicos en cuanto a géneros, léxico y locuciones lingüísticas que han venido enriqueciendo nuestro acerbo expresivo y ahora su mismo conocimiento.
Traducir es recrear, en la lengua a la que vierte un texto original, cauces de expresión paralelos que hagan posible la inteligencia del nuevo producto. No cabe duda de que el mismo hecho de ajustar una lengua a los giros de otra a la que se traduce, es de suyo un proceso de creación lingüística del mayor interés, al tiempo que nos sirve ahora para trazar la línea evolutiva del influjo sufrido por el castellano en nuestro caso.
Y es que la Biblia, el libro por excelencia, atraviesa nuestra lengua desde sus orígenes, injertándose en ella, no sólo desde el nivel profundo del significado, sino también en el superficial de la expresión sintáctica.

martes, 25 de mayo de 2010

El tiempo no tiene orillas

Todos los días lo mismo. Amanece ante la ventana un día espléndido, el cielo raso como una playa virgen, y nos inunda la habitación de delicioso bienestar acomodándonos la existencia. El día transcurre sereno, lento, sin prisas, caldeando el ambiente con suaves temperaturas que invitan a vivir relajada y gratamente el tiempo que Dios pone a nuestros pies como una alfombra. Y hacia las primeras horas de la tarde, a medida que declina el día, nubes dispersas de panza gris van instalándose en el cielo azul enturbiándolo, mientras se despereza un molesto vientecillo travieso y un si es no es fresco, que va enfriando las horas de luz restantes, para acabar casi siempre resuelto en un chubasco momentáneo y regresivo, al tiempo que deja un saborcillo agrio de invierno severo y terco, este invierno obtuso y tardo que rabea y no acaba de dar la última bocanada, y se debate por sobrevivir a destiempo.
El tiempo no tiene líneas fronterizas que lo demarquen con rigor. Hasta aquí, el otoño; hasta aquí, el invierno. Es todo como un oleaje loco que no respeta playas ni rompientes. Hay rayas convencionales que no se ven, porque las inventa y traza el hombre donde le parece, pero el tiempo no se atiene a normas y se salta la raya. Y entonces vamos y nos quejamos. ¡Este tiempo no acaba nunca!
Pues sí. Acabará, cómo no. Acabará cuando el sol se alce ensoberbecido en lo alto, en el zenit o cresta del día, y cueza con su abominable bochorno el mundo. Y ya está. No hay que darle más vueltas.
Es todo más fácil de lo que parece: Cuando se abren las rosas, es primavera. Cuando se doblen las espigas sobre sí mismas, verano. Cuando amarilleen las hojas, otoño. Lo demás, los árboles desnudos y la tierra desolada, invierno, todo lo largo y pertinaz que se quiera. Invierno.

lunes, 24 de mayo de 2010

La tierra en convulsión

Hay quien ha sospechado ya de si no se habrán coaligado todas las fuerzas telúricas de la tierra para volver al caos primigenio, dada esa extraña sucesión de desastres de toda índole que vienen sucediendo como por ensalmo, de modo que estamos al borde de no poder poner el pie en un sitio, sin que no ocurra al punto algo sorprendente y grave. Repetidos terremotos horrendos, letales corrimientos de tierra que sepultan poblaciones enteras, tifones aterradores que nacen del mar como la mítica hidra, guerras interminables contra enemigos huidizos que golpean con saña y esconden la mano, cobardes homicidas de mujeres que todos estimaban presuntos hombres bondadosos, acciones terroristas incomprensibles y países bravucones que cobijan a estos embajadores del crimen, escondidos volcanes que se dan a conocer un mal día exhalando bocanadas de ceniza desde una isla inocente y quieta, toros exacerbados que casi enhebran el cráneo de un torero en un pitón....
No parece sino que la tierra se rompa a cachos y se nos cae deshecha a jirones, hollada sin compasión por las mil perrerías del hombre que conculca las leyes fijas que promulgó Dios, que es como borrarle el pentagrama a una sinfonía de Beethoven dejando las notas flotando en el limbo. Pero debe ocurrir algo más que todo eso. Algo le ha sentado mal a la tierra y sufre retorcidos retortijones como si dos manos gigantescas la estrujaran.
Tal vez la tierra empieza a envejecer y se tambalea, y si no, quizás nos avisa de que hay algo que no estamos haciendo bien. Es lo más probable, aunque también inútil. El hombre no escarmienta con tanta facilidad. Pero que no cunda el pánico: algún día impensado nos sentaremos a recapacitar a fin de consensuar -hoy todo se consensúa- sabias determinaciones. ¡Que Dios nos oiga!

domingo, 23 de mayo de 2010

La petunia

Parece ser que la primavera empieza a tomar en serio su oficio engalanador de balcones y campiñas y nos muestra las credenciales de su fresco esplendor, tan femenina ella, los ojos azules y los labios rojos, leve como el andar azaroso y lineal de una mis. Sus flores son el testimonio fehaciente y más acusado de su efímera belleza.
Por cierto, hay flores bellísimas con nombres impronunciables o exóticos. Ejemplo de exotismo es el nombre de la petunia. Uno comete un disparate y le decimos con cierto enojo: ¡Acabas de meter la petunia!
Consulto una enciclopedia y se me declara que es una planta solanácea. ¡Ya la tenemos! Me dice también que es a manera de una hierba velloglandulosa. ¿No decía yo? Y añade que sus vistosas flores son embudadas, es decir, que adquieren forma de pequeño embudo. Pues a mí me gustan esos embudos bellísimos que sólo les falta una pizca de alado y fragante olor para rozar la perfección.
Se me antoja a mí que el nombre que le han puesto es un préstamo nobiliario, ya que suena a princesa medieval de las que permanecían desoladas en el alto exilio de una horrenda torre, a la espera del valeroso caballero que las rescatará con una escalera, espada en mano, poniendo su vida en un ¡ay! Ya está: la infanta doña Petunia.
La verdad es que la petunia es una flor frágil, como todas ellas, si exceptuamos el cardo, tan agresivo él, y el desgarbado e inquieto girasol. Frágil, fascinante y de buen ver, como la pálida infanta de esa torre azul.
¡A sus pies, alteza!

sábado, 22 de mayo de 2010

Hacia un nuevo trazado

Sí, claro, pero, ¿cuándo será eso? La prensa local se ocupa de nuevo del ya tan socorrido tema de la renovación de las vías, que agilicen las comunicaciones por tren de Teruel con Zaragoza y Valencia, sobre todo con Valencia, donde el trazado anticuado exige enconadas rectificaciones y el material deficiente su pronta renovación, si realmente se quiere acortar el sobrado tiempo que se tarda en llegar a destino.
Las últimas unidades puestas en servicio son modernas, estilizadas y aerodinámicas, pero de poco sirve su vistosidad y sutileza si no se alcanzan las velocidades para las que han sido diseñadas, por el estado de las vías. Es como querer bajar una pendiente cuesta arriba. Digamos que se quedan muy acomodadamente en prometedoras.
Y de nuevo, como en un ritornello o un estribillo machacón, suena la melopea de que se van a acometer las obras de recuperación de un trazado y unas vías que el uso y el tiempo han aparcado en épocas decimonónicas, demasiado lejanas ya para nuestra sensibilidad y nuestras inaplazables prisas. Ya te diré. Suena a cansina agua de lluvia.

viernes, 21 de mayo de 2010

La violencia nuestra de cada día

Vivimos a contrapelo en un mundo absurdo, plagado de violencia y fanatismo, que nos resulta desagradable e incómodo. Vivimos, por eso, acomodados en la incomodidad.
No acabamos de entender los dislates irracionales que llegan a perpetrar personas como nosotros que creen a pie juntillas asegurar su salvación eterna inmolándose entre gente inocente, repletos de explosivos y sembrando la muerte y el odio consiguiente entre sus mismos vecinos, bajo la mirada aquiescente de Dios.
No tratéis de hacerles recapacitar. No os escuchan. Occidente no los entiende, piensan ellos. Dios no reconoce la perversidad de Occidente.
Ellos se sienten mártires, porque así lo enseña la mezquita; nosotros, desde el sentido común, los tildamos de malvados. Sólo cabe una explicación a tan montaraces argumentos: el fanatismo, un fanatismo integral de doble vía, el político y el religiosos juntos.
Que Dios nos conceda un poco de su luz para discernir el cerrilismo de la bondad, la desfachatez del buen sentido, y nos enseñe a amarnos los unos a los otros. No hay otra alternativa.

jueves, 20 de mayo de 2010

Contando estrellas

En ese empuje, tan socorrido ya, por adentrarse por entre los misterios del espacio exterior, donde rastrear los caminos que conducen a otras superficies planetarias, Teruel no quedará rezagada. Pronto, desde las limpias alturas de Javalambre, las lentes gigantescas de un telescopio empezarán a escrutar las oscuras profundidades del cosmos, escudriñando nebulosas alucinantes, perturbadores agujeros negros y enjambres de estrellas.
La insondable profundidad espacial y los ensortijados movimientos estelares de los cuerpos que pueblan el universo, es lo más semejante a la inmensidad sin orillas de Dios. Otear ese horizonte oceánico sin otros límites que su propia realidad abisal, es como romper las medidas de lo inmediato para divinar las que imaginariamente invisten la inabarcable e inasible presencia de Dios.
Fue precisamente un famoso astrónomo, Secchi, quien dijo que ”de la contemplación del cielo a Dios hay un trecho muy corto”. Y como quien escribe al reverso de esa verdad incontestable, Eddington, otro astrónomo igualmente eximio, añadía que “ninguno de los inventores del ateísmo fue naturalista, Todos ellos fueron filósofos mediocres”. Muy al contrario, las Sagrada Escritura, como quien no puede menos de exaltarse al contemplar la espléndida belleza de una noche estrellada, exclama diciendo que “los cielos proclaman la grandeza de Dios”. Los cielos no se han hecho solos, es obvio.
Y ésta es nuestra novedad: desde las altas y nevadas cumbres de Javalambre, pronto podremos empezar a contar estrellas y a sorprendernos al vislumbrar las huellas dactilares de los dedos alfareros de Dios.

miércoles, 19 de mayo de 2010

No renunciéis a la ternura

La misma palabra ternura nos sugiere que, como sustantivo, tiene que ver con el adjetivo tierno. El diccionario no se detiene a darnos una definición cabal de lo que solemos entender por ternura, y se limita a definir su significado como lo relativo a tierno, bien que el uso del término ternura ha subido escalones significativos desde antiguo para designar algo más noble que la simple cualidad de las cosas muelles, de las cosas mórbidas o maleables. Metafóricamente, la ternura es un bello vocablo cuyo sentido acabó por emprender un vuelo desde lo meramente material hasta ese dulce modo de sentir el cariño que tienen experimentado todos. La ternura trasciende el mero sentido original de lo que carece de dureza, y se instala en lo hondo de nosotros mismos definiendo sentimientos amorosos. Es como un dulce ablandamiento de la reciedumbre del corazón del hombre.
Todos entendemos, por eso, que se trata de una actitud afable donde el sentimiento se inviste de frágil levedad expresiva. Un modo delicado de vivir la intimidad de las relaciones humanas. Una forma exquisita de expresar los sentimientos que experimenta el amor. Es explicable que, transido de tristeza como una plañidera inconsolable, fuera la falsilla sobre la que escribe el Romanticismo sus hondos ayes y lacrimosos lamentos.
Gabriel G. Márquez, en un momento crucial de su vida, hace gala de toda su ternura paterna declarando que, entre las cosas que ha aprendido de los demás, está el gesto del hijo que coge por vez primera “ en su pequeño puño, el dedo de su padre”, con que lo atrapa ya para siempre. Pocas veces la ternura ha encontrado una perífrasis tan llena de expresividad.
La ternura es una golosina sentimental que aderezan y sirven en bandeja de oro las dulces manos de la madre, de la novia, del hijo fiel, del hombre enamorado, con que dan a conocer la gustosa y complaciente verdad de su humanidad más cariñosa. Y es que es entre los labios de la ternura donde florecen más espontáneos los besos del amor. Hombres hechos y derechos, no renunciéis a la ternura.

martes, 18 de mayo de 2010

El canto del mirlo

En el ciprés del claustro, ha anidado una pareja de mirlos. Los mirlos son pájaros más voluminosos que un simple gorrión, negros como un pecado y un tanto huidizos. Picotean entre las losas del patio y apenas chirria una ventana del claustro superior, emprenden el vuelo cautelosos y se emboscan en la fronda del ciprés.
Lo aconsejable es deleitarse sosegadamente con su canto, entreabierta apenas la ventana. Es lo m´ñas llamativo de estas aves, su canto aterciopelado de modulaciones cambiantes, ese tono brillante de su melodía, más entretenida, menos enrejada de trinos del ruiseñor incansable.
La verdad es que el ciprés es un buen enfaldo donde se cobijan aves de toda suerte. Suelen visitarnos tórtolas de suavísimo perfil, abubillas de manchas amarillas y alargado pico, palomas de variado color y furtivos gavilanes en busca de presa. Que démonos hoy recreándonos con el canto amable del mirlo.
Carlos Bousoño propone como ejemplo magistral de la figura que él llama contagio literario, el canto amarillo del canario. De semejante modo, podríamos hablar del negro graznido del cuervo, pero nunca del negro canto del mirlo. El canto del mirlo es blanco y luminoso.

domingo, 16 de mayo de 2010

Las primeras comuniones

En el itinerario cristiano de todo niño, la primera comunión es el día cuyo amanecer se ha estado esperando con ansiedad tiempo y tiempo, soñando que Jesús se hace niño también y se agacha hasta él para hacerse un lugar preferente en su vida. ¿Por qué no? Dios cabe mejor en el corazón sin cicatrices de un niño, que en el ajetreado de los mayores. Y es que los ojos limpios de la inocencia, sin humedades aún de posible arrepentimiento, reflejan a maravilla la luz blanca de los de Dios.
La primera comunión es la vivencia casi irreal de un gozo insustituible, y sería de ver el de Jesús, en sintonía con el del niño que va a él ilusionado, estrenando proximidad con Dios en ese primario convite de pan y vino aliñado por ángeles. No es sólo la dorada copa brillante, es el corazón incluso lo que alza Jesús, chocando bordes con el del niño, en un brindis de interminable ternura.
La primera comunión es una fiesta que repercute ya de por vida en mil comuniones más, la luz de cuya sagrada mesa se prolonga y pierde por entre las manos de Dios, hacia el júbilo sin orillas de su infinita bondad.
Dios quiera que este acercamiento de los niños a la mesa eucarística -Dejad que los niños vengan a mí-, no cese nunca, renovable de domingo en domingo, en la breve biografía cristiana de cada uno de estos comensales aun recientes.

sábado, 15 de mayo de 2010

Volver a vivir


A lo largo de las pistas del aeropuerto, aterrizan y despegan normalmente, como ayer, como siempre, un avión tras otro. El orden largamente experimentado y seguido con minucioso rigor hace que todo parezca rutinario y sencillo. La normalidad es garantía de confianza de cuantos acceden a volar en esas aprendices de nube que son las enormes aeronaves modernas. Y de pronto, un voluminoso avión que está tomando tierra, explota con gran estrépito como un relámpago de fuego y se desintegra en el aire. Una humareda negra ensucia el aire.
Cientos de personas, desgarradas, descuartizadas, vuelcan sus vidas sobre la pista en abigarrado montón, dispersos sus miembros en una extensa área de muerte.
No les ha dado tiempo a proferir un grito, a percatarse de la tragedia que personificaban. Y en medio del caos, sorprendentemente, un niño da señales de vida. Está magullado, maltrecho, pero vive. Nadie acierta a entender cómo es posible salir con vida de aquel amasijo de muerte.
Todo ha ocurrido repentinamente y de insólita manera. El fragor de la explosión fue como el grito incontenible de todos. Y ahora hay que arropar esa vida joven que se debate por pervivir, latiendo entre los escombros de tanta gente muerta. Dios estaba con él de muy especial manera, y lo apartó cautelosamente, mientras recogía las vidas agonizantes de quienes, por alguna razón que se nos escapa, quiso para sí.

viernes, 14 de mayo de 2010

Cantos de sirena

Ya tenemos TDT. Todos gozamos ya del último hallazgo tecnológico de disponer de TDT en casa, con incontables canales televisivos sujetos a tu albedrío. Los medios de comunicación poco menos que nos han venido acosando a cuantos carecían del dispositivo discriminador de TDT, a que nos aprovisionáramos de él, so pena de perder la mágica señal de televisión al sobrevenir el manoseado apagón analógico. Era como tener pendiente sobre uno la inminente y amenazante espada mitológica.
Ya disponemos de TDT, la mitad de cuyos canales son como un vocerío empeñado en vendérnoslo todo, en meternos en casa toda clase de artilugios para adelgazar como delfines y mantenerse en forma, o cuchillos sutilísimos que lo cortan todo, menos los apuros de la crisis. Ya tenemos TDT. ¿Y ahora qué? Porque la actualización técnica de inventos y cachivaches modernísimos es constante y no acaba nunca. No acabas de adquirir la última novedad, y ya te están ofreciendo pantallas delgadísimas LCD cuya resolución de imagen roza la perfección. Y apenas empieza uno a ilusionarse y valorar la conveniencia de sucumbir a la última ofensiva, cuando asoma ya una postrer tentación arrebatadora, que no será la última, la tentación de ver las imágenes televisivas en tercera dimensión, de modo que la imagen cobra un sorprendente relieve y se nos escapa de la pantalla.
Yo creo que lo más aconsejable es cerrar los ojos a tan caprichosas seducciones, de lo contrario nos exponemos a vivir en constante jadeo, por la insatisfacción incómoda de no tenerlo todo. Y eso es lo grave. El alocado impulso a tener, a acumular, olvidados de que lo que importa no es la posesión de cosas. Vivimos como presas virtuales, víctimas de un constante acecho comercial.
El hombre no es lo que tiene; no le representa vivir rodeados de adminículos, no le define el poseer, sino el ser. Y aún, el ser de lleno y por encima de todo, de manera tranquila y satisfactoria. Eso sí da aplomo y autenticidad a nuestra personalidad. Lo demás son cantos de sirena.
Que inventen. Que inventen cacharros para bien de todos. Pero sin atosigar a nadie. Los inventos son para el hombre, no los hombres para los inventos.

jueves, 13 de mayo de 2010

Lluvias primaverales

Los medios de comunicación local auguran una cosecha de cereal sin precedentes en muchos años, debido a la lluvia que, este año, de modo insólito, viene humedeciendo el terruño con enconada insistencia. Raro es el días que los apretones de las nubes no se desahoguen vertiendo su caudal, a ráfagas más bien breves, pero intensas, con increíble terquedad.
La lluvia es productiva y bella. Haz una prueba y pon una lluvia circunspecta y modosita en tu jardín; te lo llenará de rosas. La lluvia es bella, si no se desmanda o colma de furor las barranqueras, arrollando lo que encuentra a su paso. A Machado, el monótono teclear de la lluvia en los cristales, le producía una tristona sensación de tedio, por más que, cuando la lluvia no se nos vierte copiosamente, sino con moderación, más que tediosa resulta solícita y beneficiosa.
Bien venida la lluvia, esa lluvia contenida y espaciosa, bien venida a enjoyar de lustroso verde los vacilantes rigores de la crisis.
Ayer, una nube negra entoldó la tarde y en vez de lluvia mansa y contenida, nos diluvió agua y granizo hasta dejar blanca como una toca la ciudad. No ésta la caricia que esperan las rosas.

miércoles, 12 de mayo de 2010

El mercadillo

Los jueves ocurre aquí ese fenómeno comercial tan antiguo y popular, tan extendido a lo largo de la península, que es el mercadillo. Se le antoja a uno como una celebración, en abigarrada concurrencia, de comerciantes y compradores, en un raro concurso de tiendas desmontables que ocupan una extensa zona en la Ronda de Ambeles, junto a las murallas que dan a lo que se llama La Nevera.
Un conjunto colorista de toldos desgastados cobijan las tiendas al aire libre donde se expende toda clase de artículos, desde el género alimentario al textil, de predominante manera, aunque abarcando también menaje de cocina, zapatería, cuchillería, loza, cachivaches de muy diverso uso, bisutería barata, todo organizado en el más perfecto desorden.
Dicen que también aquí se hace presente la crisis, que no se gana dinero y sólo se intenta remendar un poco la vida, pero a juzgar por la afluencia y el constante movimiento de la gente, no lo parece. La gente sigue comprando todo lo que estima oportunamente barato, se necesite o no, de modo que las transaciones no cesan. Para muchos, comprar es un hábito inveterado y una tendencia compulsiva desde el afán incontrolado de estrenar y de tener.
Todos los sentidos se dejan excitar por tan gratuito espectáculo. Huele a fruta, a especies, a pescado, a gente abigarrada, a no sé qué mezcla turbia y lejana. Los ojos registran el confuso movimiento de la gente agolpándose ante los puesto más seductores, nerviosa y expectante. Cierras los ojos para escuchar atentamente, y se percibe al punto un sordo rumor en que se mezclan los gritos tentadores del vendedor y el cuchicheo masivo de la gente.
A mí, personalmente, el mercadillo me cae a trasmano, pero me resulta simpático.

martes, 11 de mayo de 2010

El reflejo de las cosas

Cobran un especial hechizo las cosas que admiramos en el reflejo invertido de una superficie de agua: árboles, nubes, juncos, personas, edificios... Tienen un especial encanto al perder materialidad y convertirse en sueño, irrealidad, idealismo, fantasía.
Las cosas reflejadas ya no son ellas mismas en su realidad primaria y mostrenca, sino trasunto irreal de su rutinaria cotidianidad. Hay en esa otra visión de las cosas como un transvase de la corporeidad al sueño. Por eso es bella una obra artística, donde la realidad pierde el contorno sensible y se sublima, o la metáfora que trasciende el objeto figurado por ella.
Cristo transfigurado en el Tabor o traspasado por el relámpago divino de la vida resucitada, debió de quedar sumido en la transparencia de una nebulosa encendida de color. José María Rilke lo imagina florecido como un almendro, y los himnos de Pascua, con cambiante expresión, repiten una y otra vez esta idealizada imagen blanca.
Nuestro convento franciscano, meciéndose en el reflejo movedizo del agua del río inmediato, queda también como transfigurado, a manera de un cenobio inmaterial, etéreo, sólo pensado en brazos de los mimbres del sueños. Me gustaría pintarlo, si supiera hacerlo bien. No; mejor no tocarlo, como el incrédulo Tomás, con las manos. Ramón Jiménez lo hubiera dicho así también: No lo toquéis ya más, que así es la rosa.

lunes, 10 de mayo de 2010

Cañas o peces, ¿qué más da?

A la Iglesia nunca le faltarán motejadores profesionales que traten de denigrar sus esfuerzos en favor de los más desvalidos. Se le ha censurado la obra desinteresada y acogedora de Caritas, alegando que en vez de repartir peces, había que distribuir cañas de pescar, lo cual sonaba muy bien, por más que quienes exponían tan acertada observación no hacían ni lo uno ni lo otro.
Caritas se ha venido dedicando a sufragar proyectos de desarrollo en países del tercer mundo, para aflorar agua, mediante la perforación de pozos, donde se carecía de ella, a abrir escuelas y hospitales donde la necesidad lo exigía, y otros menesteres más o menos imperiosos por el estilo. Lo saben bien quienes cooperan desprendidamente con ella en tan noble realización y cuantos contribuyen con sus aportaciones periódicas a mantener viva labor tan encomiable. Y es que en el reverso de la mano de Caritas está sangrante la de Jesús.
Hoy Caritas, desbordada por la estrecha penuria de cuantos el desempleo ha sumido en el desamparo, deja un tanto a una lado la caña de pescar, porque no hay dónde, y se esfuerza sin dilación a mitigar la inaplazable urgencia de dar de comer al hambriento, sin desatender la búsqueda de trabajo en favor de cuantos buenamente puede, tratando de aliviar tan extrema precariedad. Vivimos momentos acuciantes que hieren el corazón de todos, de modo que si Caritas no existiera, habría que inventarla ya, con cañas o sin ellas.
Nunca Jesús ha estado más cerca de nosotros, por más que lo retiren de los despachos

domingo, 9 de mayo de 2010

En el ardor de la disputa

Una de las formas más ágiles que mantiene al vivo la comunicación periodística actual, es la tertulia; lo prueba y explica la general aceptación que ha cobrado este fenómeno en nuestros días. La tertulia es un foro de opinión donde se contrastan los pareceres particulares de unos y otros sobre un mismo asunto. Gracejo, sana ironía, destreza dialéctica, genialidad y criterios avalados por la competencia de los contertulios, son las especies selectas de su salsa más sabrosa. Y el interés que pueda suscitar, radica en muy buena parte en la oportunidad que entrañen los temas propuestos y la habilidad de encararlos de quienes conforman el grupo periodístico.
Hay un aliciente singular que da forma a este procedimiento, y es la encontrada condición aneja a la confrontación y al debate. En esa calidad de controversia y enfrentamiento estriba todo su atractivo, dados como somos a la competición, la lucha y el juego. En la dialéctica del altercado, unos se sobreponen a otros, y hay un callado veredicto final, por parte del oyente, con que se califica a ganadores y vencidos.
Hay tertulias que se acreditan de día en día, bien conducidas por la habilidad de quien las preside y anima desde su propia calidad humana. No todas. Aun así, lo que preferentemente debiera importar siempre es el interés que suscite la materia tratada por su relieve e importancia, y el acertado tratamiento con que la competencia de los contertulios consigan desarrollarla, desde una sana altura de miras y el saber estar a lo largo del litigio. Es lamentable el guirigay en que, a veces, se incurre entre quienes, ajenos a la audiencia, no parecen perseguir otro objetivo que el de descollar y hacerse oír descaradamente, interrumpiéndose sin consideración alguna en enconada y estridente confusión, cuyo fragor impide al oyente percibir con claridad lo que se esta debatiendo. La tertulia queda así emborronada y vacía de interés.
Está claro que la audiencia no gusta de sentirse incómoda ni cambiar de canal desde el desagrado y el desasosiego. Asistir cómodos a la tertulia, desde el sillón de casa, es, al contrario, un modo de aplaudir su utilidad y el buen hacer de los tertulianos.

sábado, 8 de mayo de 2010

No nos escondas tu rostro


Todas las lenguas poseen modismos y locuciones idiomáticas que les son propias, y su atrevida traducción literal a otras lenguas suele resultar aberrante. Son recursos figurados exigidos por la peculiaridad de cada idioma, que enriquecen y acentúan su expresividad.
El hebreo es rico en locuciones y perífrasis que lo singularizan igualmente, y es de lo más apropiado conocer su sentido original para la exactitud del mensaje. Así, por ejemplo, le pedimos a Dios que “no nos esconda su rostro”. Literalmente, podemos entender que no deje de mirarnos, que no deje de acogernos; pero el modismo hebreo dice más: le estamos rogando en realidad que no se olvide, que no nos menosprecie incluso, que no nos dé la espalda y se aparte displicentemente de nosotros: Tu rostro buscaré, Señor, no me ocultes tu rostro, sal. 27, decimos con temeroso afán.
Es frecuente este uso en los salmos, aunque tampoco falta en otros textos bíblicos. El salmo 10, por ejemplo, dice así, con referencia a un malvado: “¡Dios lo olvida y cubre su rostro para no ver nada!”. Y en el salmo 30, de semejante modo, un hombre desvalido se lamenta así de la esquivez de Dios: “Escondiste tu rostro y quedé turbado”.
El rostro de Dios es la expresión figurada de su presencia, y su ausencia tiene su equivalente en el silencio de Dios, denegación de su palabra reveladora, que es igualmente un modo de no estar, de negarle su presencia a los suyos, siempre requerida y ante la que se postran piadosos los labios doloridos de todo salmo.
Por la cuenta que nos tiene, ojalá que Dios, siempre bondadoso, no nos esconda nunca su rostro y nos sea propicio

viernes, 7 de mayo de 2010

Campo semántico de la palabra milagro

La palabra hizo el lenguaje, y sin él, la inteligencia no hubiera podido acumular los logros de que disfruta la cultura, como sin flor, un árbol no hubiera podida dar fruto alguno.
Hay que cuidar las palabras, decirlas bien en su engarce oracional, usarlas con propiedad, y a ser posible, con elegancia y sencillez. Lo que exige prestarles atención y estudio para reconocer mejor su perfil significativo y precisar su empleo más correcto.
Precisamente, leía estos días en un culto comentario dedicado al libro de Job, el uso particular que da la Sagrada Escritura a términos como prodigio y maravilla. Parecen significar lo mismo y poder intercambiarse en su uso ordinario, y no es así. La palabra prodigio expresa los hechos grandiosos con que Yahvé libra de sus opresores a su pueblo. Y hay una salvedad, porque esas gestas, referidas a Dios, comportan la calificación de insondables, a diferencia de cuando son los hombres quienes las realizan, claro que en su nombre y por condescendencia suya, como ocurre con Elías. Sucede, además, que también son prodigios los hechos creadores de Dios, en cuyo caso, particularmente en los salmos, se les denomina maravillas. Hay, pues, claras diferencias en hechos que se reputan como prodigios, prodigios insondables y maravillas.
Es bien sabido también que san Juan, en su evangelio, llama signos a los hechos portentosos de Jesús, considerados desde el contenido que comporta su enseñanza; los demás evangelistas prefieren denominar milagros sin más a los hechos portentosos de Jesús en favor de los necesitados.
Prodigios, maravillas, signos, milagros, son sinónimos y tienen en común su carácter asombroso y sobrenatural; pero en la Escritura, cada vocablo manifiesta la singularidad que le es propia. Muestran así el admirable del primor con que se tratan las profundas verdades que atañen a Dios. Saberlo, nos ayuda a leer las sagradas palabras con la justa precisión que les dan sus redactores.

jueves, 6 de mayo de 2010

El sentido del aleluya


A lo largo de todo este tiempo que cubre la memoria de la Pascua, el término aleluya es el compendio, en una sola palabra, del júbilo incontenible que empapa el corazón cristiano, ante el repentino borbotón de luz que es la resurrección de Cristo. Se canta una y otra vez gozosamente y se repite con entusiasmo, día tras día: ¡Aleluya, aleluya!
Constituye una bella palabra con su pizca de balbuceo, que nos traslada a los primeros tiempos de nuestra fe, cuando los discípulos, todavía con inevitables dejos judíos, empiezan, poco a poco, a cristianizar su lenguaje, que no evita determinadas palabras de muy frecuente uso y difícil traducción, como la palabra amén.
Es bien sabido que los hebreos tienen prohibido pronunciar el santo nombre de Dios. El término aleluya es testigo de este cuidado, ya que era todavía entonces una frase con un componente verbal y el nombre de Dios, en la que, para evitar decir su nombre hebreo, Yahveh, se entrecortaba dejándolo en una sola sílaba, Ya.
Aleluya es palabra compuesta de la segunda persona del plural del imperativo, alelu, alabad, y Ya, Yahveh, como podemos advertir todavía en la cabecera de algunos salmos, incluso según la traducción actual de los mismos sefarditas: Aleluyá. Alabad a Ya en la inmensidad de su fortaleza, salmo 80; Aleluyá. Cantad al Eterno un cántico nuevo, salmo 149, donde omiten el nombre de Yahvé, mediante la perífrasis de sustituirlo por el Eterno. La única salvedad es que ellos acentúan la última sílaba, aleluyá.
No deja de ser un grito de exaltación, desde un agradecido reconocimiento de Dios, ante su infinita bondad e inconmensurable grandeza, manifestada en favores singulares o hechos gloriosos. La resurrección lo es, qué duda cabe.
Con el tiempo, olvidado su sentido originario, queda como una gozosa interjección, en el lenguaje litúrgico, como una expresión exultante, como un grito de de gozo cristiano.

miércoles, 5 de mayo de 2010

La predicción del tiempo


Vaticinar el futuro incierto de las personas y las cosas ha sido sagrada dedicación desde los tiempos más remotos. Hoy hemos reducido esa atrevida y dudosa parcela a predecir y adivinar el tiempo que pueda sobrevenirnos.
Los pronósticos climáticos, cada vez más acodados en medios técnicos que avalan su arriesgada certeza, no dejan de ser un intento aproximado y vacilante de alejar el azar de esas anticipaciones del tiempo que nos hará o no.
A pesar de sus desaciertos e imprecisiones casuales, hemos acabado por prestarles credibilidad y consultar confiados sus augurios. Sucede que los aciertos van pesando más que los desatinos. Sólo que los caminos que frecuentan las nubes y los vientos son caprichosos y no siempre se atienen a los que rastrea el hombre desde sus proyectada previsión meteorológica.
Con todo, hombres y mujeres del tiempo empeñan su palabra para aliviar de imprevistos la geografía de nuestros viajes y paseos. Disimulemos, en honor del servicio que nos prestan, sus incidentales inexactitudes. A menudo, lo peor de sus presagios no es que se equivoquen, sino de que acierten de lleno. Como ahora, con el tiempecito que nos ha caído en suerte. ¡Quién lo iba a decir!

martes, 4 de mayo de 2010

Los chopos y el tiempo


A uno y otro lado del río, los chopos habían roto ya sus yemas y los árboles verdeaban todavía indecisos, como si se asomasen con miedo a la novedad de la primavera, sin advertir que la primavera son también ellos mismos.
Los chopos son árboles altos y esbeltos, y el verde de sus hojas de una claridad tierna y siempre joven. Gusta la brisa de retozar entre ellas.
La sinuosa hilera de chopos bordeando dócilmente el río, formaban un estrecho bosquecillo más bien denso. Eran como una nutrida pantalla verde de sujeción de ambas orillas, hasta que entraron a saco en su densidad las máquinas con que crear escolleras para reforzar el interior de los recodos y curvas del río.
El chopo lleva inscrito en su madera blanca un reloj que marca con sabia regularidad las estaciones del año. Joven en primavera, espléndido de lozanía en verano, y antes de despojarse de su esplendor vegetal y dormirse en la almohada blanca del invierno, estalla lleno de luz, al atardecer otoñal de cada día, próximos los estertores del año. Es de ver entonces el incendio de sus contraluces, frente al ocaso, lleno de encendidas transparencias, como hoguera amarilla o vidriera vegetal.
Es así deleitoso pasear a la sombra verde de los chopos, incluso cuando el sol empieza a adelantar sus inclemencias estivales. Su larga sombra amiga es fresca y acogedora... Pero de nuevo, en pleno mes de mayo, contra toda lógica previsión, han irrumpido otra vez el frío, la lluvia y la nieve. No siempre funcionan bien los relojes del tiempo.

lunes, 3 de mayo de 2010

La realidad sangrienta de Cristo

Cuando se estrenó la película La Pasión, del director cristiano Mell Gibson, a muchos nos pareció exagerada aquella versión tan sangrienta de Cristo, en quien se cebaba la excesiva crueldad de la justicia romana.

Acabo de ver una secuencia espeluznante de fotografías sobre una última interpretación de Cristo, partiendo de un estudio meticuloso de la Sábana Santa de Turín. El escultor, Juan Manuel Miñarro, catedrático de la Universidad de Sevilla, ha seguido meticulosamente las conclusiones de un grupo de científicos que han investigado concienzudamente tan singular documento. Y esto es lo que quería constatar yo: Mell Gibson no exageró en absoluto.

El Cristo de Juan Manuel Miñarro está todo él constelado de desgarradores latigazos no menos sangrientos y profundas heridas donde se coagula la sangre, que desfiguran lastimosamente la belleza corporal del cuerpo de Jesús.

No hubo hipérbole ni exageración en la interpretación cinematográfica. Los únicos que exageraron con sicaria ferocidad fueron los brazos fieros de quienes se encarnizaron en Cristo como insensibles hienas.

Realmente, la muerte de Cristo, además de injusta, fue horrorosa.

domingo, 2 de mayo de 2010

Los artesonados

Un artesonado es un techo adornado de molduras cruzadas formando cuarterones, que llaman artesones por eso, donde la mano inteligente y el inspirado pincel del artista da rienda suelta a su imaginación. Es como tener un pequeño simulacro de cielo de color al alcance de la mano.

Por su antigüedad y artística hechura, los de Teruel no tuvieron la estimación y mejor recaudo que ahora se echa en falta. No fueron pocas las casas palaciegas que gozaron de su alta presencia en el lujoso salón central de la casona. ¿Quién no ha oído hablar de la Casa del Judío y su famoso artesonado, en la antigua calle de Ambeles?

A menudo, aprendemos tarde lo que vale una cosa, cuando ya no disponemos de ella o se ha perdido sin remedio. Hoy, la riqueza artística de un artesonado mudéjar no tiene medida que lo justiprecie. La incuria y la guerra civil se deshicieron de ellos sin misericordia y es triste ver con qué facilidad se dilapida tanta riqueza patrimonial. Se conoce el destino final de alguno de ellos, en Italia o California, como el que cubría el salón de la Tercera Orden de San Francisco, desde el siglo XV, hoy en un lejano museo de Santa Bárbara.

Ya que no podemos admirar el buen hacer de sus artesanos, adornemos con arrepentidos girones de nostalgia la tristeza azul de su recuerdo.

sábado, 1 de mayo de 2010

Más allá del hombre


El hombre es mucho hombre, pero más allá del hombre está Dios.
Las estrellas se encienden y apagan solas. Pero, ¡quién sabe! La técnica poderosa del hombre hace llover a mares, aquí o allá, de repentina y artificial manera, marca límites al mar mediante desafiantes malecones, y en la lejanía, ya ha hecho pinitos para poder violar un día la incólume superficie de Marte, donde adelantados vigías electrónicos se han chivado de que se dispone allí de grandes reservas de agua...
Aun así, hay una lejana frontera en la trastienda del espacio que los pies del hombre no podrán hollar. El hombre es grande según las medidas relativas usadas entre nosotros. A nivel cósmico, es apenas una mota infinitesimal en el espacio exterior. No alcanza más grandeza que la que participa de Dios, a quien se asemeja porque él lo dispuso así. Y en esas estamos, toda vez que la creación es tan inconmensurable, que sólo Dios puede abarcar su innumerable vastedad apretándola en el puño. Así es como, en un principio - se me ocurre a mí -, los dedos de Dios fueron encendiendo estrellas de una en una, ya para siempre, y ahí están marcándonos distancias insalvables.
No las toquéis..Ni se os ocurra mancillar el lejanísimo cristal de su luz millonaria. ¿Para qué? Indiferentes al hombre, las estrellas se encienden y apagan solas.