jueves, 20 de mayo de 2010

Contando estrellas

En ese empuje, tan socorrido ya, por adentrarse por entre los misterios del espacio exterior, donde rastrear los caminos que conducen a otras superficies planetarias, Teruel no quedará rezagada. Pronto, desde las limpias alturas de Javalambre, las lentes gigantescas de un telescopio empezarán a escrutar las oscuras profundidades del cosmos, escudriñando nebulosas alucinantes, perturbadores agujeros negros y enjambres de estrellas.
La insondable profundidad espacial y los ensortijados movimientos estelares de los cuerpos que pueblan el universo, es lo más semejante a la inmensidad sin orillas de Dios. Otear ese horizonte oceánico sin otros límites que su propia realidad abisal, es como romper las medidas de lo inmediato para divinar las que imaginariamente invisten la inabarcable e inasible presencia de Dios.
Fue precisamente un famoso astrónomo, Secchi, quien dijo que ”de la contemplación del cielo a Dios hay un trecho muy corto”. Y como quien escribe al reverso de esa verdad incontestable, Eddington, otro astrónomo igualmente eximio, añadía que “ninguno de los inventores del ateísmo fue naturalista, Todos ellos fueron filósofos mediocres”. Muy al contrario, las Sagrada Escritura, como quien no puede menos de exaltarse al contemplar la espléndida belleza de una noche estrellada, exclama diciendo que “los cielos proclaman la grandeza de Dios”. Los cielos no se han hecho solos, es obvio.
Y ésta es nuestra novedad: desde las altas y nevadas cumbres de Javalambre, pronto podremos empezar a contar estrellas y a sorprendernos al vislumbrar las huellas dactilares de los dedos alfareros de Dios.

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