miércoles, 19 de mayo de 2010

No renunciéis a la ternura

La misma palabra ternura nos sugiere que, como sustantivo, tiene que ver con el adjetivo tierno. El diccionario no se detiene a darnos una definición cabal de lo que solemos entender por ternura, y se limita a definir su significado como lo relativo a tierno, bien que el uso del término ternura ha subido escalones significativos desde antiguo para designar algo más noble que la simple cualidad de las cosas muelles, de las cosas mórbidas o maleables. Metafóricamente, la ternura es un bello vocablo cuyo sentido acabó por emprender un vuelo desde lo meramente material hasta ese dulce modo de sentir el cariño que tienen experimentado todos. La ternura trasciende el mero sentido original de lo que carece de dureza, y se instala en lo hondo de nosotros mismos definiendo sentimientos amorosos. Es como un dulce ablandamiento de la reciedumbre del corazón del hombre.
Todos entendemos, por eso, que se trata de una actitud afable donde el sentimiento se inviste de frágil levedad expresiva. Un modo delicado de vivir la intimidad de las relaciones humanas. Una forma exquisita de expresar los sentimientos que experimenta el amor. Es explicable que, transido de tristeza como una plañidera inconsolable, fuera la falsilla sobre la que escribe el Romanticismo sus hondos ayes y lacrimosos lamentos.
Gabriel G. Márquez, en un momento crucial de su vida, hace gala de toda su ternura paterna declarando que, entre las cosas que ha aprendido de los demás, está el gesto del hijo que coge por vez primera “ en su pequeño puño, el dedo de su padre”, con que lo atrapa ya para siempre. Pocas veces la ternura ha encontrado una perífrasis tan llena de expresividad.
La ternura es una golosina sentimental que aderezan y sirven en bandeja de oro las dulces manos de la madre, de la novia, del hijo fiel, del hombre enamorado, con que dan a conocer la gustosa y complaciente verdad de su humanidad más cariñosa. Y es que es entre los labios de la ternura donde florecen más espontáneos los besos del amor. Hombres hechos y derechos, no renunciéis a la ternura.

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