lunes, 3 de mayo de 2010

La realidad sangrienta de Cristo

Cuando se estrenó la película La Pasión, del director cristiano Mell Gibson, a muchos nos pareció exagerada aquella versión tan sangrienta de Cristo, en quien se cebaba la excesiva crueldad de la justicia romana.

Acabo de ver una secuencia espeluznante de fotografías sobre una última interpretación de Cristo, partiendo de un estudio meticuloso de la Sábana Santa de Turín. El escultor, Juan Manuel Miñarro, catedrático de la Universidad de Sevilla, ha seguido meticulosamente las conclusiones de un grupo de científicos que han investigado concienzudamente tan singular documento. Y esto es lo que quería constatar yo: Mell Gibson no exageró en absoluto.

El Cristo de Juan Manuel Miñarro está todo él constelado de desgarradores latigazos no menos sangrientos y profundas heridas donde se coagula la sangre, que desfiguran lastimosamente la belleza corporal del cuerpo de Jesús.

No hubo hipérbole ni exageración en la interpretación cinematográfica. Los únicos que exageraron con sicaria ferocidad fueron los brazos fieros de quienes se encarnizaron en Cristo como insensibles hienas.

Realmente, la muerte de Cristo, además de injusta, fue horrorosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario