viernes, 21 de mayo de 2010

La violencia nuestra de cada día

Vivimos a contrapelo en un mundo absurdo, plagado de violencia y fanatismo, que nos resulta desagradable e incómodo. Vivimos, por eso, acomodados en la incomodidad.
No acabamos de entender los dislates irracionales que llegan a perpetrar personas como nosotros que creen a pie juntillas asegurar su salvación eterna inmolándose entre gente inocente, repletos de explosivos y sembrando la muerte y el odio consiguiente entre sus mismos vecinos, bajo la mirada aquiescente de Dios.
No tratéis de hacerles recapacitar. No os escuchan. Occidente no los entiende, piensan ellos. Dios no reconoce la perversidad de Occidente.
Ellos se sienten mártires, porque así lo enseña la mezquita; nosotros, desde el sentido común, los tildamos de malvados. Sólo cabe una explicación a tan montaraces argumentos: el fanatismo, un fanatismo integral de doble vía, el político y el religiosos juntos.
Que Dios nos conceda un poco de su luz para discernir el cerrilismo de la bondad, la desfachatez del buen sentido, y nos enseñe a amarnos los unos a los otros. No hay otra alternativa.

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