Los medios de comunicación local auguran una cosecha de cereal sin precedentes en muchos años, debido a la lluvia que, este año, de modo insólito, viene humedeciendo el terruño con enconada insistencia. Raro es el días que los apretones de las nubes no se desahoguen vertiendo su caudal, a ráfagas más bien breves, pero intensas, con increíble terquedad.
La lluvia es productiva y bella. Haz una prueba y pon una lluvia circunspecta y modosita en tu jardín; te lo llenará de rosas. La lluvia es bella, si no se desmanda o colma de furor las barranqueras, arrollando lo que encuentra a su paso. A Machado, el monótono teclear de la lluvia en los cristales, le producía una tristona sensación de tedio, por más que, cuando la lluvia no se nos vierte copiosamente, sino con moderación, más que tediosa resulta solícita y beneficiosa.
Bien venida la lluvia, esa lluvia contenida y espaciosa, bien venida a enjoyar de lustroso verde los vacilantes rigores de la crisis.
Ayer, una nube negra entoldó la tarde y en vez de lluvia mansa y contenida, nos diluvió agua y granizo hasta dejar blanca como una toca la ciudad. No ésta la caricia que esperan las rosas.
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