viernes, 14 de mayo de 2010

Cantos de sirena

Ya tenemos TDT. Todos gozamos ya del último hallazgo tecnológico de disponer de TDT en casa, con incontables canales televisivos sujetos a tu albedrío. Los medios de comunicación poco menos que nos han venido acosando a cuantos carecían del dispositivo discriminador de TDT, a que nos aprovisionáramos de él, so pena de perder la mágica señal de televisión al sobrevenir el manoseado apagón analógico. Era como tener pendiente sobre uno la inminente y amenazante espada mitológica.
Ya disponemos de TDT, la mitad de cuyos canales son como un vocerío empeñado en vendérnoslo todo, en meternos en casa toda clase de artilugios para adelgazar como delfines y mantenerse en forma, o cuchillos sutilísimos que lo cortan todo, menos los apuros de la crisis. Ya tenemos TDT. ¿Y ahora qué? Porque la actualización técnica de inventos y cachivaches modernísimos es constante y no acaba nunca. No acabas de adquirir la última novedad, y ya te están ofreciendo pantallas delgadísimas LCD cuya resolución de imagen roza la perfección. Y apenas empieza uno a ilusionarse y valorar la conveniencia de sucumbir a la última ofensiva, cuando asoma ya una postrer tentación arrebatadora, que no será la última, la tentación de ver las imágenes televisivas en tercera dimensión, de modo que la imagen cobra un sorprendente relieve y se nos escapa de la pantalla.
Yo creo que lo más aconsejable es cerrar los ojos a tan caprichosas seducciones, de lo contrario nos exponemos a vivir en constante jadeo, por la insatisfacción incómoda de no tenerlo todo. Y eso es lo grave. El alocado impulso a tener, a acumular, olvidados de que lo que importa no es la posesión de cosas. Vivimos como presas virtuales, víctimas de un constante acecho comercial.
El hombre no es lo que tiene; no le representa vivir rodeados de adminículos, no le define el poseer, sino el ser. Y aún, el ser de lleno y por encima de todo, de manera tranquila y satisfactoria. Eso sí da aplomo y autenticidad a nuestra personalidad. Lo demás son cantos de sirena.
Que inventen. Que inventen cacharros para bien de todos. Pero sin atosigar a nadie. Los inventos son para el hombre, no los hombres para los inventos.

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