A Jesús le dan escalofríos oír jurar descaradamente a la gente por Dios o por lo que sea. Quien dice la verdad, no necesita rodrigones que sostengan la certeza de sus asertos. Y para apartar a su discípulos de la desconfianza de tales latiguillos, les aconsejaba que se limitaran a afirmar o negar sincera y llanamente lo que quisieran comunicar a otros: Os basta decir sí o no, y no haya más.
San Pablo, de similar manera, decía de él, que por eso era la verdad, que abominaba de las dudosas penumbras de la ambigüedad y medias tintas, ya que gustaba de discernir el pensamiento con toda claridad, ya que era en todo sí o no.
No tratemos de apuntalar lo que decimos con refuerzos enfáticos desde la desconfianza en nuestro interlocutor. Acostumbrémonos a decir llana y sinceramente lo que gustemos de asegurar y rechazar.
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