Los magos le traen presentes.
¿Qué le puedo llevar yo?
Por más que, aunque nada exista
que esté a la altura de Dios,
no hay nadie que n o disponga
de una dádiva, de un don.
Pondré en el cielo una estrella,
la mía, y ya serán dos,
que si la Luz nace a oscuras,
¿qué menos que ponga yo
la que enciende y la que apaga
a capricho el corazón?
Al fin, si Dios se hace Niño
hecho niño también hoy,
yo con el portarme puedo
bullicioso y juguetón.
¡Quiera Dios mirarme al menos
como sé que mira Dios!
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