sábado, 29 de enero de 2011

El optimismo de Jesús

        Oí recientemente en un espacio cultural de radio a un historiador actual que ha indagado sobre el pesimismo endémico de los españoles, tan dominante según él, que al momento de recordar a algún personaje relevante que desmintiera cariz tan agorero, se excusó por no atinar en aducir ninguno. Los hay , creo yo, bien que acaso no precisamente en el ruedo de la política. Santa Teresa, por ejemplo, es un buen testimonio de mujer esforzada y optimista.
Desde otro ángulo, pensé de inmediato en el optimismo evangélico de Jesús, patente en sus Bienaventuranzas. Con ellas alienta el ánimo y persuade a dolientes, perseguidos y marginados a que conviertan las miserias que les afrentan, en moneda de cambio para la dicha eterna. Y les anuncia que ya ahora pueden percibir esperanzados el gozo venidero que él sella con su predilección y la acogida sin fin del abrazo de Dios.
Es el optimismo sedante con que Dios venda las heridas de los hombres, a fin de que midan esperanzados sus achaques con la amplia medida de su desmedido corazón.

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