Dios te salve, María, llena eres de gracia. Es así como saluda y bendice el ángel a María. Bendecir es la manera más espontánea de dirigirse a Dios por sus favores.. La atenta consideración de un favor pasado o presente, la contemplación de un hecho que hable de la bondad o grandeza de Dios, son el acicate que provoca al punto en el ánimo unas palabras de bendición. Aquí en concreto se bendice a María, porque la ha elegido Dios como Madre de su Hijo.
A María la bendicen todos. La bendice su prima por haber creído; la bendice aquella mujer del pueblo que grita de entre la gente a Jesús, Bendito el vientre que te alumbró;.ella misma adivina que todas las generaciones bendecirán su nombre: Todos me llamarán bendita
Esa es la razón por la que en las oraciones de la misa, se diga a Jesús que reciba, en la fiesta de la Asunción de María, este sacrificio de reconciliación y de alabanza.
Bendigamos a Dios que nos dio a María y bendigamos a María que nos dio a Dios hecho uno de nosotros. Y esto no sólo hoy, pero sobre todo hoy, que la bendicen todos los santos y espíritus celestes.
Reflexión
El dedo de Dios fecundando el seno de María
La Virgen María concibe en su seño a la palara de Dios, Hijo del Padre. Algo insólito igual que lo cual no había ocurrido antes nunca jamás. Espontáneamente , lo lógico es preguntar: ¿Cómo será esto? Alguien responde desde el corazón de María que la fuerza del Altísimo la cubrirá con su sombra, una sombra blanca capaz de sembrar amapolas en el corazón del hombre y que aletee una alondra en nuestro pecho. ¿Por qué no la estela de su propia vida haciendo hombre al Hijo?
Rincón poético
CIRENEO DE CRISTO
Alguna vez, yo no sé cuando,
he visto a Dios. Llevaba,
tambaleante, incierto,
una cruz en los hombros,
como quien lleva temeroso
un débil corazón entre las manos.
Unas mujeres
lloraban doloridas en la orilla
de una la calleja oscura y mal oliente..
He visto a Dios. No sé dónde habrá sido.
No siempre reconoce la mirada
en un rostro quién es.¿Yo estuve acaso
en Judá alguna vez?
Cristo muere también en nuestra vida,
por las callejas que llevaos dentro
y habita tanta gente.
Cristo arrastró su cruz dentro de ti
salpicando tu cara con su sangre
e ibas muy cerca de él.
Tú eras su Cirineo.
(De El espejo de Dios)
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