Hay como un resurgimiento de la fotografía, a juzgar por el número de exposiciones de que da cuanta la prensa local. Hoy todo el mundo tiene una cámara digital y el interés por mejorar la práctica de este arte menor, cunde entre los más sensibles. Hay quienes se recrean en la calidad artística de encuadres, el enfoque, el ángulo de toma y el colorido. Tengo una gran estima por las fotos viejas que nos retrotraen a épocas y situaciones que conforman la pequeña historia de una persona que no tiene nombre, de un rincón ciudadano que el tiempo ha desfigurado, de una aldea vacía por cuyas calles correteó la vida, cuando no el exotismo de un país remoto, fruto del último viaje. Las hay biográficas que nos recuerdan cómo fuimos y con quiénes. Son pábulo de la nostalgia siempre triste y parte de nuestros mismos recuerdos. Y no mienten. Nos dicen cómo éramos, cómo vestíamos, cuáles eran nuestros gustos y costumbres, con la sinceridad de un niño.
La verdad es que nos dicen con la misma indiferencia del descaro, qué viejos somos, qué breve es la vida y con qué prisas pasa el tiempo, como si le fuera algo en ello. Qué le vamos a hacer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario