Destellos azules o anaranjados y estridentes zumbidos de sirena que preceden y anuncian el recorrido urgente de policías y ambulancias, alarman con apresurada frecuencia al viandante por las grandes vías que cruzan la gran ciudad. Son la presencia puntual de quienes nos ofrecen seguridad y atención médica. La gente es comprensiva y les deja libre el paso con diligente solicitud apartando el coche o deteniéndose ante el paso de cebra, ese riesgo a ras de acera que nos acecha amenazante desde el volante descuidado de más de un desaprensivo.
La gran ciudad es cuna y cueva de ladrones y cifra inopinada y desastrosa de accidentes. Los unos se emboscan en la noche, y el accidentado de todas horas ignora el lugar y el momento de su fatídico encuentro con la muerte. Policías y enfermeros vendan las heridas que infieren los unos y sangran ante los otros. Es comprensible sus prisas y celeridad. Grilletes y goteros acuden a remediar nuestra mala ventura en uno y otro caso. Darles paso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario