El gran teólogo que es Benedicto XVI, lamenta la pobre condición de cristianos distraídos de su compromiso con Dios, “con cierta a lejanía con respecto a Dios y y una débil pertenencia eclesial”. ¡Y tan débil!
Son cristianos que pisan apenas, casi furtivamente y como avergonzados, la iglesia, por puro compromiso social, acompañando a personas afines que se casan o acaban de morir. Su pertenencia a la Iglesia no pasa del hecho lejano de haber sido bautizados, la primera comunión años después y poco más. Y si no viven su pertenencia a la Iglesia , es obvio que no viven tampoco su pertenencia a Dios. Son cristianos apenas.
Y uno, un tanto temerariamente, se pregunta: ¿Con qué ojos los mirará ahora y luego la divina misericordia que nunca imploraron? Porque Dios no deja de mirarlos, sean como sean y hagan y que hagan. Menos mal que la medida del misterio de la misericordia divina, no difiere mucho y es tan infinito como el de la misma bondad de su manos siempre abiertas.
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