viernes, 22 de octubre de 2010

A propósito de un templo birmano

      
        Cuando las convicciones religiosas conforman las realizaciones sagradas del hombre, su manifestación artística confirma la distinta manera de sentir el fervor de sus creencias. Es obvio en la arquitectura sagrada, si consideramos cómo la austeridad del monje produce edificios escuetos, exentos de ornamentación lujosa. Y en la medida que la cultura evoluciona, el sello del cambio queda impreso en el templo donde se expresa la nueva visión del mundo.
La exuberancia barroca del entorno vital que contextualiza la cultura birmana, por ejemplo, se concreta de evidente manera en sus templos, caracterizados por la repetición sucesiva de motivos ornamentales que acentúan la contemplación budista de la omnipresente representación de la divinidad, así como por la dorada riqueza y el colosalismo, que  sobrepasan toda ostentación. Es una manera como otra de sensibilizar la divina inmensidad. Al fin, la infinita grandeza de Dios y su ubicua presencia son lugares comunes en toda consideración religiosa de su divina gracia.

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