En la médula de todo propósito crecen raíces de buenos deseos que nutren de esperanzada sabia nuestras fijas miradas al futuro. Los deseos no son todavía tierra de logro y perfección, como lo advertía en su limpia prosa fray Juan de los Ángeles, en la misma base de sus diálogos sobre la Conquista del Reino de Dios con su discípulo Deseoso. Pero sin deseos, no hay motivación posible que nos haga descubrir caminos nuevos y venturosos.
Sembremos deseos para que echen a andar sanos propósitos de toda índole. Detenerse es morir; renunciar a admitir que hay un horizonte amplio sobre el que cada día nace la luz. Buenos deseos son los que en la Comunidad Valenciana expresan su resolución de pilotar la recuperación del bienestar perdido, y algo más que buenos deseos, son la noticia de que en Teruel la recuperación empieza a dar leves vislumbres alentadores de eficiencia. Ojalá sea así y no solo visajes, señuelos pasajeros y pompas de jabón.
Si los hechos no desmienten tales prospecciones de futuro, saberse ya en camino es admitir que la esperanza existe.
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