Los evangelios dejan entrever detalles teológicamente irrelevantes que no por eso dejan de incitar a la curiosidad de hacerse preguntas igualmente de poca monta, como aquí, sobre la dirección en que iría en su viaje el samaritano y cuál pudo ser el lugar imaginario se supone que ocurre el asalto de los forajidos. El sitio quedaría situado en las proximidades de Jericó, donde confluían numerosas caravanas y se disponía de amplios hostales, espacios a cielo abierto cercados para su protección, sobre todo en dicha ciudad.
El evangelista, de algún modo, nos lo deja atisbar en el encargo del samaritano al hostelero de que atienda al herido, ya que él satisfará los gastos que origine su estancia en la posada, a su regreso. ¿Regreso de dónde y a dónde? Sin duda, regreso a Samaría, su patria, desde Judá donde está. Va muy probablemente, por tanto, camino de Jerusalén, y a su regreso ha de pasar otra vez por el lugar donde queda la posada, momento en que abonará los gastos que ocasione alojar al desvalido.
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