jueves, 21 de octubre de 2010

Otra vez D. Quijote

A Antonio Barceló, con admiración

Nuestro cerebro ve las cosas que percibe desde el exterior, y el hombre, a lo largo del tiempo, les fue asignando a cada una nombres correspondientes.
Al escribir luego esos nombres, vemos la palabra y pensamos al mismo tiempo en aquello mismo que significa.. Y así, si escribimos la palabra paloma, con un determinado color, vemos la palabra, percibimos el color con que está escrita, y pensamos en su significado, todo a la vez. Si además son varias las palabras que escribimos, esta vez de colores diferentes, azul, amarillo, verde, negro, de modo que el color con que las expresamos no coincida con el color con que las escribimos que no se corresponden con su significado, ocurre entonces que el significado de la palabra y el de el color con que está escritas se entrecruzan en nuestra mente y se neutralizan de algún modo entre sí, creando una cierta confusión mental. Por ejemplo, la palabra azul escrita de color verde. Leemos la palabra azul y en nuestra mente aparecen juntos los significados azul y verde.
Compruébalo tú mismo en este ejercicio que nos llega en un mensaje de los de  formato pps, y trata de decir el nombre del color, al leer cada palabra..


Podemos concluir que las apariencias engañan. Es lo que le ocurre a D. Quijote con las cosas que mira y no acaba de ver del todo, porque al video de la realidad superpone el de sus sueños, y lee castillos donde dice molinos de viento. ¿Qué diría ahora al ver los molinillos que como penachos o lanzas erizan nuestros montes? De semejante modo, ateos acérrimos, al leer las Escrituras, anteponen su increencia y la fe en sí mismos al significado de la  la expresión bíblica, y quedan confusos y a oscuras.

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